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Reportaje:ESCAPADAS

Visigodos en el Tajo

Citas con la Alta Edad Media en Recópolis, Toledo y Melque

Se llamaron a sí mismos los wiese goten, los godos sabios, pero lo cierto es que, comparados con los hispanorromanos a los que gobernaban, no eran un dechado de inteligencia, y menos de creatividad. Tanto es así que, en los casi tres siglos que duró su reinado, sólo edificaron una ciudad: Recópolis. Preferían, al parecer, las de segunda mano.

En su favor hay que decir que el sitio que eligieron no tiene desperdicio: un cerro de 50 metros de altura junto a un espectacular curvazo que describe el Tajo en la esquina suroccidental de Guadalajara; es decir, en la baja Alcarria, la comarca que menos ha cambiado desde la Edad Media en la zona central de España.

A sus pies, el más largo río de la Península, de agua verde como un elixir de menta, bordado de campos de labor, alamedas y sauces llorones, pasa con su séquito de fochas, ánades y garzas, ancho y solemne "como un sultán", que dijo Cela. Y, completando el idílico panorama, a un kilómetro de distancia, en la misma orilla izquierda en que yacen las ruinas de la ciudad, se ve el pulcro caserío de Zorita de los Canes coronado por los restos del enorme castillo de los Calatravos, aunque ni uno ni otro estaban allí cuando los visigodos.

Apenas queda nada de los visigodos en España. Pero el río, como un hilo de enhebrar agujas en un pajar, nos ayuda a encontrar una ciudad abandonada, un museo y un templo intacto.

Recópolis fue fundada por Leovigildo en 578 para celebrar la consolidación del reino visigodo -un estado centralizado con capital en Toledo- después de una serie de campañas victoriosas contra bizantinos, indígenas, aristócratas y campesinos, y bautizada así en honor de su hijo, el futuro rey Recaredo. Para los parámetros de la época, era una población grandecita (30 hectáreas) e importante (llegó a acuñar moneda), pero por las razones que fueran, un siglo largo después de la invasión musulmana, a mediados del siglo IX, los moros la abandonaron para construir la cercana Zorita, usando sus piedras como cantera y dejando en pie poco más que la vieja iglesia visigoda, la cual sería rehabilitada tras la conquista cristiana como ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de la Oliva.

Desde noviembre de 2005, en que abrió sus puertas como parque arqueológico, dispone de un centro de interpretación y de un itinerario jalonado con paneles informativos que guía al paseante por el laberinto de lo que fueron viviendas, comercios, talleres de vidrio, cisternas, silos y dependencias palaciegas. El recorrido acaba, con buen criterio, en la iglesia, un templete de planta cruciforme inscrita en un rectángulo, con una sala bautismal en la esquina noroccidental, que es lo más vistoso del yacimiento y todo un logro para los visigodos, más duchos en el arte del mandoblazo que en el de Vitrubio.

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Relieves, columnas y pergaminos

Aunque menos verde y bien oliente que en Recópolis, el Tajo vuelve a trazar una curva prodigiosa a su paso por Toledo, la que fue urbe regia desde mediados del siglo VI hasta las postrimerías de don Rodrigo (711). Aquí, la cita con Ataúlfo, Chindasvinto y compañía es en el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, que se encuentra instalado en la iglesia de San Román. Lápidas, relieves, columnas, pergaminos, fíbulas, broches, hebillas, monedas, jarros, patenas y muchos otros objetos de aquella época se exponen en las capillas de ese precioso templo que, como salta a la vista por sus pinturas murales y sus arcadas de tipo califal, es mudéjar del siglo XIII y sólo recuerda sus orígenes visigodos, si es que los tuvo, en media docena de capiteles y un solitario cimacio.

Para ver una iglesia visigótica completa e intacta -la mejor conservada de España, según los expertos- hay que viajar a Melque, que está a 40 kilómetros al oeste de la ciudad, Tajo abajo, entre La Puebla y San Martín de Montalbán. Erigida en el siglo VII, en pleno esplendor del reino visigodo de Toledo, Santa María de Melque fue el corazón de una importante comunidad monástica, luego templo mozárabe, atalaya fronteriza islámica, ermita rural y, tras la desamortización de Mendizábal, pajar, encerradero de ganado y secadero de tabaco.

Rodeada de corrales y casas labriegas estaba cuando, al alborear el siglo XX, la descubrió el conde de Cedillo, evitando que semejante joya acabase sepultada en el olvido; o, lo que viene a ser lo mismo, bajo una montaña de estiércol. Esos corrales y casas fueron los que, en 2003, se remozaron para albergar el centro de interpretación donde se da al visitante una idea de lo que debió de ser un monasterio grande, de unas doce hectáreas, con la iglesia ocupando el patio central y, alrededor, un edificio basilical de dos plantas, una muralla perimetral y cinco presas en los arroyos más cercanos.

Todo se lo llevó el tiempo, menos la iglesia, que es de recia sillería de granito, con planta de cruz griega, bóvedas de cañón peraltadas, cimborrio de inspiración bizantina y, por doquier, arcos de herradura. Arcos que recuerdan ojos de cerradura, bocallaves por la que el Dios aún inseguro y vigilante de la Alta Edad Media podía espiar a unos fieles y a un oficiante que, para más misterio, estaban separados por cortinas durante la consagración.

Fuera, el templo aparece circundado, en una parte, por una necrópolis monástica visigoda; en otra, por sepulturas antropomorfas talladas en roca de la época de la repoblación cristiana (siglos XII al XV); y, hasta donde alcanza la mirada, por un paisaje de olivares, campos de cereales y vallecicos tapizados de encinas, los de los arroyos de las Cuevas, Ripias y Cubillo, que bajan de los montes de Toledo al Tajo sin tropezarse en 20 kilómetros con un alma, como no sea la de algún monje visigodo.

Interior de la iglesia visigótica de Melque, en San Martín de Montalbán (Toledo), con sillería de granito, planta de cruz griega y bóvedas de cañón peraltadas.
Interior de la iglesia visigótica de Melque, en San Martín de Montalbán (Toledo), con sillería de granito, planta de cruz griega y bóvedas de cañón peraltadas.ANDRÉS CAMPOS A. C.
Erigida en el siglo VII, Santa María de Melque formaba parte de un amplio conjunto monástico visigótico-mozárabe.
Erigida en el siglo VII, Santa María de Melque formaba parte de un amplio conjunto monástico visigótico-mozárabe.

GUÍA PRÁCTICA

Información

- Parque Arqueológico de Recópolis (949 37 68 98; www.jccm.es/cultura/parques/recopolis2/index.html). Carretera de Almoguera, s/n; Zorita de los Canes (Guadalajara). Horario: todos los días, excepto lunes, de 10.00 a 18.00. Entrada: 4 euros (incluye visita guiada).- Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda (925 22 78 72; www.toledoweb.org/museums/show/4). San Román, s/n; Toledo. Horario: todos los días, excepto lunes y domingos por la tarde, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.30. Entrada gratuita.- Santa María de Melque (657 95 44 96; www.diputoledo.es/melque). Carretera CM-4009, kilómetro 47; San Martín de Montalbán (Toledo). Horario: todos los días, excepto lunes, de 10.00 a 14.00 y de 15.00 a 18.00. Entrada gratuita.- Información: www.castillalamancha.es.

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