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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ni ganadas ni perdidas

Rajoy y Zapatero juegan sus bazas con la mirada puesta en el votante fronterizo

Zapatero ha advertido a sus seguidores de que las elecciones no están ganadas, y Rajoy a los suyos de que no están perdidas. La conferencia política celebrada por el PP este fin de semana venía a sustituir a un congreso aplazado hasta después de las elecciones para evitar que eventuales descartes de ciertos dirigentes provocaran olas que influyeran negativamente en las expectativas de voto. Al lanzamiento de Rajoy como candidato con esperanzas respondió Zapatero con un mensaje de tono conciliador: seguramente para combatir la tentación abstencionista de sectores hartos de bronca.

Las tendencias que coexisten en el PP (la que continuamente vuelve la vista atrás y la que habla de pasar página) tuvieron voz en la conferencia, pero es significativo que Aznar, aunque citado por unos y otros, no estuviera presente. Sí lo estuvieron Esperanza Aguirre y Ruiz-Gallardón, las dos alternativas más obvias para el caso de que una derrota de Rajoy más amplia que la de 2004 hiciera inevitable el relevo. Si Rajoy pierde tras una campaña más o menos centrista, Aguirre tendrá posibilidades; si pierde con un discurso de tono aznarista, la alternativa más probable será Gallardón.

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Rajoy puso sobre la mesa sus dos cartas principales: una reforma constitucional que cierre el Estado autonómico, y una reforma fiscal dirigida preferentemente a los sectores de rentas bajas: los mileuristas, que además de un sector social son un grupo generacional. Zapatero ofrece a los jóvenes viviendas asequibles o alquileres subvencionados; Rajoy, ahorrarse los impuestos.

Las reformas de la Constitución con acento antinacionalista son la baza del PP para captar el voto de electores socialistas descontentos, pero tienen una doble dificultad: haría improbable el pacto con CiU que necesitaría para gobernar; y para alcanzar la mayoría cualificada que exige la reforma constitucional tendría que contar con los socialistas, lo que no se puede dar por descontado.

La reforma fiscal para declarar exentos de pagar el IRPF a los que ganen menos de 16.000 tiene la virtud de plantear el debate político en un terreno más concreto que los muy ideológicos que han marcado la oposición del PP; y la dificultad de su inconcreción: no explica qué impacto tendrá sobre la recaudación y cómo se compensará. La idea de que reducir los impuestos dinamiza la actividad económica, y ésta la recaudación, es una posibilidad que depende de más variables, no una certeza. Algunos de los países más prósperos tienen una presión fiscal muy superior a la de España; y nosotros tenemos mayores necesidades de inversión en terrenos como la formación y otros componentes de la competitividad.

Aprovechar el superávit presupuestario para bajar impuestos puede ser una opción; pero en las actuales condiciones hay otras prioridades que atender con esa reserva: reducir la deuda y aumentar el gasto en inversiones productivas.

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