_
_
_
_
_

La violencia estalla en los campos de refugiados de Darfur

La proliferación de facciones rebeldes provoca huidas masivas de desplazados

La verdad oficial es que la guerra ya ha acabado en Darfur, o casi. Pero nada más salir de Nyala, la mísera capital de Darfur del Sur, la consigna del Gobierno se da de bruces con un nuevo campo de desplazados que se improvisa a marchas forzadas y en el que falta de todo, salvo miedo. El millar largo de personas que aquí se apiña a cielo abierto y sin ningún servicio huye incluso de los que hasta la semana pasada eran sus compañeros de penalidades. La violencia en Darfur lo inunda todo: algunos campos de refugiados se han convertido en un escenario de batalla más, en el que los parias dirimen a tiros las diferencias políticas que dividen a los rebeldes.

En los campos más peligrosos hay asesinatos, asaltos, robos, amenazas...
Hay 2,5 millones de desplazados, el 40% de la población, en más de 350 campos
Más información
"Esperamos que un nuevo juez ponga en libertad a los españoles"

"Huyeron del campo en el que vivían por la violencia cada vez más extendida. Prefieren instalarse aquí, aunque no tengan nada", explica en el nuevo asentamiento de Alseride, cerca de Nyala, la responsable de una ONG que trabaja codo a codo con el Gobierno sudanés. Las autoridades frenan el diálogo directo con los desplazados acabados de llegar, que tratan de levantar tiendas de una precariedad extrema bajo un sol abrasador. Está claro que estas tiendas no pueden proteger a nadie. Pero al menos dan un poco de sombra.

Las agencias que trabajan en Darfur certifican el deterioro de muchos campos de refugiados, que no paran de crecer desde que estalló el conflicto, hace cuatro años. Casi todos están al límite de su capacidad. Las soflamas propagandísticas no pueden ocultar que el número de desplazados crece sin parar: según la ONU, hay 2,5 millones, repartidos en más de 350 campos, el 40% de la población total. Y, desde que empezó el año, hay 170.000 desplazados más.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Sin embargo, los patrones que servían para tratar de explicar el conflicto han quedado viejos. Ya no sirve la idea de que luchan árabes armados por el Gobierno sudanés contra guerrilleros africanos unidos. Los rebeldes se han dividido en al menos 20 facciones -muchas con el mismo nombre y apenas una letra nueva para diferenciarse- y algunos árabes se han desprendido de la tutela de Jartum. Ahora luchan todos contra todos. Hay tantas armas en la zona -llegadas de Jartum, pero también de la frontera de Chad, hasta anteayer enemigo acérrimo de Sudán, de Libia y de otros lugares- y la región es tan grande -del tamaño de Francia- que la situación se ha vuelto totalmente ingobernable.

Las conversaciones de paz auspiciadas por la ONU entre Jartum y los rebeldes han acabado de prender la mecha. Los principales grupos rebeldes boicotean la reunión, que sigue en Libia, pero otros quieren hablar. Y se ha liado en muchos campos de desplazados: por ejemplo en Kalma, cerca de Nyala, que con 90.000 personas es el mayor de todo Darfur. La semana pasada los fur -mayoritarios y en general contrarios a las negociaciones- la emprendieron a tiros con los zaghawas, más proclives al diálogo. El campo está prácticamente sellado, pero se sabe que hubo muertos -se especula que 17, aunque nadie lo confirma- y muchos zaghawas huyeron. Algunos se instalaron en Alseride.

La situación en Kalma era explosiva desde hace meses. Los informes de las agencias humanitarias lo vienen advirtiendo: asaltos contra el personal humanitario, amenazas, destrucción o robo de material, muertos violentos, entrada y salida de armas... Algunas ONG han dejado de trabajar en los campos más peligrosos, lo que ha empeorado todavía más la situación.

Los que huyen de la violencia de los campos se encuentran en medio de la nada. Como el millar de Alseride. No tienen por ahora ningún servicio, nada que hacer, muy poco para beber y comer. Entraron hace tres años en el campo por el miedo a los temibles yanyauid, las milicias árabes armadas por el Gobierno, y ahora se encuentran de nuevo a cielo abierto, lejos de casa y sin protección.

Algunas ONG, como Human Rights Watch, han advertido de que Jartum ha tratado además de aprovecharse de la situación para entrar en los campos más afines a los rebeldes, como el de Kalma, e imponer recolocaciones forzosas, lo que supone violar el derecho internacional.

"Darfur ahora es seguro. Ya no puede hablarse más de guerra", perora el gobernador de Darfur del Sur, Alí Mahmud Mohred, en la amplia Casa de Gobierno, en Nyala. Por un momento, podría parecer la tranquila sede oficial de un lugar efectivamente en paz. Pero el edificio está rodeado por decenas de soldados, de mirada triste, la mayoría muy jóvenes, que empuñan metralletas a veces más grandes que sus cuerpos.

Los militares están por todos lados: forman parte del paisaje de Nyala, como el polvo, el sol y la desolación. Y cuando se toma una de las pistas que dejan atrás la ciudad, no se encuentran campesinos trabajando en paz. Se llega a Alseride. Y todos tienen miradas de terror.

Un hombre vigila en un campo de desplazados en Nyala, en Darfur.
Un hombre vigila en un campo de desplazados en Nyala, en Darfur.MOHAMED SIDDIG

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_