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Reportaje:FUERA DE RUTA

Emoción en las cascadas de Haruru

Kerikeri, la bahía de las 144 islas, un gran descubrimiento en Nueva Zelanda

El país finalista, junto a Suiza, de la Copa del América de vela sobrecoge por su naturaleza. Paisajes inalterados durante siglos, donde conviven la historia del pueblo maorí y la herencia del capitán Cook.

Bienvenidos al otro mundo, bienvenidos a Kerikeri, bienvenidos al mundo al revés. El aeropuerto de Kerikeri se abre y se cierra como un garaje. El piloto corta el billete; no hay control de equipajes, ni de pasaportes, ni de souvenirs: el que quiera comprar algo de la tienda debe echar el dinero en un cestillo.

Kerikeri y su bahía de las Islas reúnen los dos mundos de la historia del país. La llegada del pueblo maorí y la posterior colonización blanca. Sus guerras y sus tratados de paz. Así que a sus prodigiosas playas y a su clima casi tropical se les añade un poco de historia. En un recodo de la carretera hacia el pueblo, entre puentes, ríos y barquitos, se asientan las dos edificaciones más antiguas del país, la Tienda de Piedra (1832) y la Misión (1821). Vistas las dos casitas, que venden reproducciones de herramientas de la época, vayámonos a la playa pasando por Manginangina, donde crecen los kauris, árboles de 500 años. En pocos minutos se entiende lo del mundo al revés. Aquí lo más viejo no son los edificios, sino los árboles y los paisajes, inalterables durante siglos.

Los árboles no dejan ver el mar hasta que casi se está encima de él, entre un enjambre de islas e islotes, que crecen en el agua, como la espina dorsal de un dinosaurio. Son 144 islas que obligan a los veleros a una gincana natural en sus paseos por la bahía. No hay mar más azul, ni cielo más azul, ni arena más dorada. Es un cuadro paradisiaco, semidesierto, increíble para un turista español crecido en la depredación veraniega de defender toalla y sombrilla.

A la región de Kerikeri, en la punta norteña de Nueva Zelanda, llegaron primero los maoríes, hace mil años. El navegante Kupe llamó a lo que vio Aotearoa, tierra de la larga nube blanca. En 1642 llegó el burocratizado hombre blanco, concretamente el holandés Abel Tasman, que a lo mismo llamó New Zealand, como una región holandesa. Quizá ahora debería llamarse Chanclatearoa, tierra de las chancletas. En verano o en invierno, en la oficina o en la iglesia, quien no va descalzo pasea en chancletas, hasta que finalmente la geografía del país se mimetiza con los hábitos de sus paisanos. Si el mapa de España parece una piel de toro, el de Nueva Zelanda es un par chancletas.

Con chanclas, una litrona de crema solar y bañador se subsiste en estas playitas, y aun se puede prescindir del calzado; nunca del bañador, que por aquí son muy puritanos. Ni un desnudo, ni un topless se ven en toda la bahía de las Islas, ni en las tiendas se venden postales de culos, tetas y cervezas.

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La presencia maorí se siente aquí más que en ninguna otra parte del país. El 35% de Kerikeri es indígena. Los nombres de pueblos, islas, ríos y montañas van cargados de kas y de vocales, como las islas de Urupukapuka, de Motukiekie, de Motuarohia.

El ocio playero es más bien acuático. El autóctono no es muy de estirarse al sol, quizá porque agujerea la piel, sin nada contaminante entre el cielo y la arena; quizá porque el neozelandés es más de actividad, con los veleros, el trekking o el submarinismo.

Entre las diversas excursiones nos inclinamos por la experiencia maorí de Hone Mihaka y su waka (canoa). El fornido Minaka, perfecto en su atrezzo de taparrabos, pendientes de hueso de ballena y dentadura hollywoodiense, saluda a los turistas -australianos, alemanes y dos españoles- con el ritual del toque de narices. Antes de embarcar enseña a la despistada tripulación cómo hay que palear para que la waka no se vaya a pique. Tras diez minutos de instrucción, todo indica que se hundirá; pero Hone Minaka lo tiene previsto. Además de su hija y su nieta, en la canoa viaja su musculoso sobrino, en quien los blancos/as confiamos. La tripulación se mantiene inmóvil con sus palas en posición horizontal esperando órdenes. Acabados unos salmos a la naturaleza, Minaka le da en maorí unas órdenes al sobrino, que pronto traduciremos por un: ¡dale caña, Manolo!

"Nosotros no venimos, estamos"

Efectivamente, el sobrino retira de su lado una manta y surge un motor fueraborda, que en segundos nos cambia de civilización y de siglos. La canoa abandona el oleaje de la bahía y nos introduce por las tranquilas aguas del río Waitangi. El ruido del oleaje ha sido sustituido por un absoluto silencio, sólo rasgado por los pájaros que cuelgan de los árboles.

En el precio de la excursión parece ir incluida una ponencia sobre el pueblo maorí. "¿De dónde venimos?", se pregunta Minaka. "Nosotros no venimos, estamos. Siempre hemos estado aquí; otros son los que vinieron y cogieron lo que quisieron sin preguntar. Ahora esos mismos se asustan de los que vienen de China, pero nosotros llevando siglos recibiendo a gente con piel de otros colores".

Minaka saca de algún lugar de la canoa una larga trompeta (pukaea), y su largo y potente sonido despierta a las aves del paraíso. El motor se ha callado y es hora de remar. La waka avanza a tirones propulsada por la fuerza dispersa de maoríes y turistas. Unos pájaros cuellilargos encaramados en los árboles observan atónitos el espectáculo.

Los esfuerzos de las palas consiguen llevar la canoa hasta las cascadas de Haruru. Minaka, de la tribu de los ngapuhi, controla la canoa hasta atravesar el agua y pasearnos por una gruta que oculta la cascada. Con la tripulación exhausta, y acabada la función fotográfica del eficaz sobrino, Minaka opta por meter motor para devolvernos a la playa de Waitangi, donde británicos y maoríes firmaron la paz hace siglo y medio.

Fue el capitán James Cook quien dio nombre al lugar. Si como explorador era un fenómeno, con los nombres no pasaba de regulín. A esta bahía erizada de islas la llamó bahía de la Islas; a otra llena de frutales, bahía de la Prosperidad, y a la que no tenía nada, bahía de la Pobreza. Alrededor de la belleza de Kerikeri se establecieron los primeros blancos, cazadores de ballenas, comerciantes y alguna gente de mal vivir.

La playa de Waitangi, donde nos despide Minaka, es la cuna de la nación. En este montículo verde, el 6 de febrero de 1840, el capitán William Hibson y 43 jefes maoríes firmaron el tratado por el que se reconocía la soberanía británica a cambio de respetar las posesiones maoríes, circunstancia esta que al parecer iba en letra pequeña, porque no tardó en generar disputas.

Los guías del lugar visten a la manera colonial; se conserva con primor la residencia británica, de 1833, y una waka de 35 metros de largo construida en 1940 para conmemorar el centenario de Nueva Zelanda. A la caída del sol en Waitangi hay que descansar en el banco de lord y lady Bledisloe. Sentados se ve pasar el paraíso: arriba, el cielo más azul del planeta; abajo, el mar turquesa; en medio, los verdes de las praderas y los árboles, y entre las brisas de la costa, los veleros esquivando las 144 islas de la bahía de Kerikeri.

Excursión en <i>waka</i> (canoa maorí) por el río Waitangi hasta las cascadas de Haruru, en la bahía neozelandesa de Kerikeri.
Excursión en waka (canoa maorí) por el río Waitangi hasta las cascadas de Haruru, en la bahía neozelandesa de Kerikeri.ANTONIO ESPEJO

GUÍA PRÁCTICA

Visitas- Waka Taia Mai (www.taiamaitours.co.nz). Excursión maorí: unos 60 euros, dos horas. Conviene reservar.- Dolphin Discoveries (www.nzinfo.com/dolphin-discoveries/ bay.html). Excursión para bañarsecon delfines. Unos 40 euros, tres horas y media.- Waitangi (www.waitangi.net.nz). Visita a Waitangi Grounds. El lugar donde nació el país y se firmó la paz entre maoríes y británicos en 1840.Dormir y comer- Nueva Zelanda ha heredado la costumbre de bed and breakfast. La mayoría ofrece mucha comodidad con ausencia total de encanto decorativo. Todo el encanto es paisajístico.- Mako Lodge (0064 9 402 79 57; www.makolodge.co.nz). Mirandoa la bahía de las Islas, es unode esos sitios privilegiados. Dormir cuesta unos 80 euros.- En el mismo Waitangi Grounds,el café Waikokopu ofrece menús correctos por unos 9 euros.Salir- La vida nocturna no es una especialidad neozelandesa, y menos fuera de Auckland. Pero si se quiere salir conviene aprovechar el viernes o el sábado, y en algún pub que retransmita partidos de rugby o cricket. Mako Bar (www.newzealand-infocenter.com/mako.htm), fundado por una pareja holandesa, es más playero, y para mochileros es ideal Pipi Patch (www.pipi-patch.co.nz).Información- Bahía de la Islas y Paihia (www.paihia.co.nz).- Bahía de las Islas (0064 9 402 7345; www.bayofislands.co.nz).- Turismo de Nueva Zelanda (www.newzealand.com).- Nueva Zelanda Viajes (914 29 84 30; www.nzviajes.com). Agenciade viajes en Madrid especializadaen Nueva Zelanda.

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