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Crónica:EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M
Crónica
Texto informativo con interpretación

Todo lo bueno de él

Antonio Jiménez Barca

Una chica que perdió a un familiar en los trenes comentó al inicio del juicio: "El que más asco me da es José Emilio Suárez Trashorras". No era la única. El ex minero, ex traficante de hachís, acusado de suministrar la dinamita empleada en el 11 de marzo, ha suscitado desde el primer día una aversión enorme y generalizada.

Unas semanas después, cuando el juicio atravesaba su ecuador, en la sesión 25 o 26, el abogado de Suárez Trashorras, el catedrático emérito de universidad Gerardo Turiel, se encontraba sentado en el vestíbulo anexo a la sala de la vista. Aguardaba unos minutos, con la toga puesta, a que un testigo terminara de responder para entrar y ocupar su sitio de costumbre. Fue entonces cuando comentó que no le importaba defender a Suárez Trashorras. Al contrario. "Mi misión en este juicio es encontrar y decir todo lo bueno que se pueda decir de este hombre. Y a eso me he dedicado y me voy a dedicar en cuerpo y alma", comentó.

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Ayer, sesión 52, a poco del final, fue el día en que Turiel ocupó la mañana en decir todo lo bueno que, a su juicio, se puede decir de su cliente. Podría pensarse que las víctimas que asisten a la vista oral acusaron el golpe.

No fue así. La reacción más visible llegó del otro lado, de los encarcelados: hubo un momento en que el abogado aseguró, con ironía, que menos mal que su defendido no rezaba, porque si llega a ser así, habrían pedido más años de cárcel. Fue entonces, cuando oyeron lo de rezar asociado al ex minero atiborrado de tranquilizantes, que se pasa el juicio mirando para adelante sin mover un músculo, cuando los miembros de la presunta célula yihadista se echaron a reír a carcajadas. Daban a entender que un tipo como Suárez Trashorras, con el que comparten ocho horas al día en el mismo habitáculo acristalado sin cruzar una sola palabra, no tiene lo que se necesita para rezar.

Las víctimas oyeron al abogado exculpar a Suárez Trashorras de haber suministrado la dinamita, negar que perteneciera a ninguna asociación ilícita y recordar que padece un mal psiquiátrico cercano a la esquizofrenia que debería resultar, si no eximente, si atenuante de su conducta. Lo oyeron de forma muy tranquila.

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Tal vez sea porque se han celebrado ya 52 sesiones y porque hay signos que anuncian que esto se acaba: los bancos de los abogados están cada día más vacíos, por ejemplo. Y las víctimas, cansadas ya, han asimilado, como todos en este juicio, que todo hombre tiene derecho a que, al menos por un día, se diga todo lo bueno de él.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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