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El Senado de EE UU estrecha el cerco político al fiscal general

Los demócratas sólo lograron 53 de los 60 votos necesarios para la moción de censura

Antonio Caño

Alberto Gonzales, el fiscal general de EE UU, que ganó notoriedad como cerebro de la estrategia judicial seguida para justificar muchos de los abusos cometidos en la guerra contra el terrorismo, comprobó ayer que no cuenta con la confianza del Senado. Aunque la moción de censura que la mayoría demócrata sometió a votación no consiguió anoche los 60 votos necesarios para su aprobación (logró 53 contra 38), ha quedado claro que Gonzales sigue en su puesto sólo por el empeño personal de su amigo George Bush.

El propio presidente lo dejó muy claro en un comentario hecho ayer durante su visita a Bulgaria: "Pueden seguir adelante con su voto de confianza, pero eso no va a cambiar la determinación sobre quién debe servir en mi Gobierno", dijo.

La moción de confianza tuvo el respaldo de la totalidad de los senadores demócratas, pero no logró sumar los suficientes senadores republicanos como para alcanzar los 60 votos que se requieren para su aprobación. Incluso en este caso, el fiscal general (responsable del Departamento de Justicia) no se hubiera visto obligado a abandonar el cargo, ya que este tipo de resoluciones no son vinculantes.

Gonzales pasó el día en Florida, aparentemente indiferente al resultado de la votación. Pero, fuera de conservar el apoyo del presidente, no tiene muchos motivos para celebrar. El resultado final (53 votos contra 38) muestra que dos senadores republicanos votaron contra él y que una decena decidieron abstenerse. Incluso los republicanos que se pronunciaron contra la moción no lo hicieron por respaldarle, sino por evitarle una victoria política a los demócratas.

"Si todos los senadores que han perdido su confianza en Gonzales votaran en conciencia, la votación habría sido unánime", dijo el demócrata Charles Schumer, promotor de esta moción.

Nadie le desmintió. "No voy a hacer comentarios sobre el trabajo que Gonzales está haciendo", contestó el republicano Jon Kyl, "pero ésta es una votación para que el Senado haga pública su desconfianza en él, y eso es un error". "Gonzales no tiene ninguna confianza en este lado del hemiciclo", ratificó el veterano senador republicano Allan Specter. Pero la minoría se ha quejado de que los demócratas acudan a un procedimiento, la moción de censura, que no se usa en la política de EE UU desde hace más de un siglo, para infligir un daño político al Gobierno.

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Gonzales fue ya duramente criticado por demócratas y republicanos el mes pasado durante su comparecencia en el Senado para responder por el despido de ocho fiscales federales que se habían resistido a presiones del Gobierno o de políticos republicanos. Gonzales fue retratado en esa audiencia, en la que se escudó en su mala memoria para no responder, como un fiscal general políticamente sectario que había puesto su oficina al servicio de la Casa Blanca.

Karl Rove, el principal asesor de Bush, se ha visto también envuelto en este caso, como el hombre que trasladaba a Gonzales los deseos del presidente y el interés político en cada momento. Pero Bush ha dejado claro que no va a permitir que Rove declare ante el Senado bajo juramento. El asunto tiene un enorme potencial explosivo para esta Administración, y de ahí el empecinamiento de Bush por mantener a Gonzales en su puesto. Pero ese propósito se hace cada día más difícil y se complica con la votación del Senado.

A cualquier responsable político en Washington le resulta muy difícil hacer su trabajo con la oposición del Senado, entre cuyas tareas está, precisamente, la de ratificar casi todos los altos cargos nombrados por la Casa Blanca, incluido el del fiscal general. Pero si la oposición del Senado se produce, además, cuando se aproxima una campaña electoral, esa dificultad puede llegar a ser insalvable.

Eso era, en parte, lo que buscaban los demócratas con su moción de anoche, hacer que cada senador se retratara con un voto que después pueda ser utilizado contra él.Gonzales es tan impopular que un voto a su favor podría costarle el escaño a más de uno. Y ésa es la razón por la que muchos republicanos quieren que desaparezca del mapa. Pero en silencio, sin darle bazas políticas al rival.

El fiscal general de EE UU, Alberto Gonzales, durante una conferencia ayer en Miami (Florida).
El fiscal general de EE UU, Alberto Gonzales, durante una conferencia ayer en Miami (Florida).REUTERS

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