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Crítica:FERIA DEL LIBRO DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gusto de la sátira

Brian O'Nolan o Brian Ó Nuallain (Strabane, 1911-Dublín, 1966) es uno de los más notables escritores irlandeses del siglo XX. Se le conoce sobre todo por su seudónimo, Flann O'Brien, aunque usó también el de Myles Na Gcopaleen para publicar sus ácidas columnas en el Irish Times. Esta afición al seudónimo se justifica por su empleo de funcionario, lo que en la puritana Irlanda de los años treinta era razón pertinente. De hecho, en ese ambiente social de moralidad estricta y patriótica publicó su libro más famoso, At Swim-Two-Birds (En nadar-dos-pájaros, Edhasa, 1989), en una muy meritoria traducción de J. M. Álvarez Flórez de cuya dificultad ya sólo el título da idea. De un total de cinco novelas -además de novelista y periodista fue también dramaturgo- hay tres publicadas en España: la anteriormente mencionada; El tercer policía, también publicada recientemente por Nórdica (2006), y la que ahora comentamos.

CRÓNICA DE DALKEY

Flann O'Brien

Traducción de María José Chuliá García

Nórdica. Madrid, 2007

320 páginas. 18 euros

Flann O'Brien es un escritor satírico. Su espléndido y ajustado sentido del humor, su trabajo sobre el lenguaje y su arriesgada experimentación narrativa cautivaron a compatriotas suyos como James Joyce y Samuel Beckett. La Crónica de Dalkey data de 1964 y es la última novela que publicó en vida. Es, como todos los suyos, un libro mágico. O'Brien pertenece a una tradición satírica que tiene sus antecedentes en Laurence Sterne y Jonathan Swift; sin embargo, en este libro en concreto nos recuerda más el humor y el gusto por la discusión de un Chesterton, por ejemplo, el de El hombre que fue Jueves.

Dos irlandeses del común encuentran a un hombre herido al que amablemente socorren y llevan a su casa. El hombre resulta ser una especie de científico loco que se expresa con notable facundia y que pronto los enreda para que le acompañen a realizar un experimento de anulación del tiempo que le permite entrar en contacto con personajes históricos ya fallecidos. La manipulación del tiempo por medio de un producto producido en su laboratorio no sólo le permite fabricar whisky añejo en una semana sino también destruir el planeta para enviar a todo el mundo al Juicio Final e iniciar una nueva vida para la Humanidad. La prueba de anulación del tiempo se realiza en una cueva submarina y los dos amigos asisten atónitos al encuentro del científico, llamado De Selby, con San Agustín. A partir de ese momento, la preocupación del más inquieto de los dos, Mick, se irá acentuando hasta el extremo de planear el robo del material destructivo para evitar la hecatombe universal.

A lo largo de ese esqueleto

argumental se suceden escenas que son el verdadero meollo de la narración. Ésta es una novela netamente irlandesa, lo que quiere decir que es una divertidísima parodia de toda una serie de costumbres y preocupaciones propias del país, como el catolicismo, la mujer, la familia, la bebida, el puritanismo, etcétera. Los puntos fuertes del libro, alrededor de los cuales se entretejen las referencias locales, son cuatro. El primero, el severo interrogatorio a que De Selby somete a un San Agustín un tanto alicaído; el segundo, de orden estructural, es el contraste entre la expresión de De Selby y la del sargento Fottrell, un policía palabrero y redicho que representa a la ley "inevitable, reglamentaria e innegable"; los disparates de De Selby son disparates paracientíficos razonados; los de Fottrell son disparates del mero sentido común. Ninguno de los dos se encuentra cara a cara, pero su complementación crea un estupendo equilibrio.

El tercer punto de referencia es un jesuita, el padre Cobble, al que Mick decide acudir en su turbación y puede el lector imaginar lo que es capaz de hacer un escritor irlandés con un jesuita y un civil enzarzados en un asunto de doctrina. El cuarto, y no el menor, es la aparición de James Joyce, retirado como camarero en una pequeña población turística, por quien Mick siente veneración. Este Joyce, cuya obra fundamental confiesa que son los panfletos escritos para la Catholic Truth Society, se niega a ser relacionado con el Ulises, libro que considera "mugriento, una colección de inmundicia" y el Finnegan's wake ni le suena. Los diversos encuentros que tienen por centro a Mick dan lugar a discusiones sobre el dogma, la tercera persona de la Santísima Trinidad, el debate de Mick entre ingresar en la Trapa y casarse con su novia y el de Joyce por hacer lo mismo en la Compañía de Jesús... en fin, todo esto pasando de un pub a otro con verdadera fruición, siempre una copa o una pinta para empezar a hablar.

"Uno no se debe quedar estupefacto ante nada simplemente porque parezca imposible". Esta afirmación recorre el libro de principio a fin y demuestra que todo absurdo tiene más lógica que el absurdo mundo que nos ha tocado vivir, sobre todo si quien nos lo cuenta es alguien con el talento y el humor de Flann O'Brien.

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