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Reportaje:

Las abuelas percebeiras

Las 40 recogedoras de percebes de Corme reclaman el reconocimiento de la peligrosidad para poder jubilarse antes

Es casi mediodía, en medio del monte, y Lucinda descansa, sentada en la parte trasera de un tractor. Con el pelo blanco recogido en un pañuelo y una cara marcada por surcos profundos, su chaqueta de neopreno la delata: Lucinda, de 67 años, no labra la tierra, sino el mar. Es percebeira, una de las decanas. Acaba de lidiar, desde la madrugada, con el oceáno, embravecido por el temporal, sus acantilados, el frío y la lluvia para arrancar unos tres kilos del preciado marisco a las rocas de O Canteiro, en la península de Corme.

En esta pequeña localidad de A Costa da Morte famosa por su percebe del Roncudo, "el mejor del mundo", según reza un cartel a la entrada de la villa, la peliaguda y arriesgada recogida de este selecto crustáceo con uña es cosa de mujer. Mujeres lo son 40 de los 45 percebeiros con que cuenta la cofradía. La gran mayoría son ya abuelas. Tres cuartas partes superaron el medio siglo de vida. Diez son sexagenarias. Y anhelan jubilarse, dar paso a los jóvenes, "renovar como la sangre" una profesión que, afirman, es "emergente" y pararía la hemorragia de población, obligada a emigrar por falta de alternativas. Pero a las veteranas percebeiras de Corme aún les queda para ser pensionistas y dar paso a las nuevas generaciones. No reclaman que le regalen nada, sino cuando menos que su oficio sea oficialmente reconocido como peligroso, con las ventajas en las cotizaciones que ello conlleva. Un torero se jubila a los 55 años, un minero también. Un trapecista, un marinero y hasta un estibador portuario se retiran igualmente antes de la edad mínima gracias al llamado coeficiente reductor. Pero mariscadores, percebeiros y recogedores de algas tienen el más bajo (0,10), según el real decreto de 2005 que reconoce a los trabajadores del mar las reducciones de la edad mínima para la pensión de jubilación.

"Esto no es marisqueo en la playa; los marineros se jubilan a los 60, nosotras no"

""No hay trabajo más duro y peligroso que éste. Esto no es como las mariscadoras de playa. Los marineros de Malpica se quitan del mar a los 60. Nosotras no", suspira Manuela, de 62 años, mientras limpia sus gafas emborronadas por el agua salada.

La vista falla pero usar lentillas, en su oficio, es imposible, explica. A su lado, su compañera Maruja, de 63, casi arranca los aplausos de sus colegas cuando proclama: "yo también me pondría delante de un toro. A los toreros, si los pilla el bicho, los entierran, pero a nosotras, si nos lleva un golpe de mar, no hay quien nos coja". Un argumento de peso en una costa que se apellida Muerte y que está salpicada de cruces en memoria de cadáveres que el mar nunca devolvió.

Saben de memoria las fechas exactas y lugares donde murieron percebeiros, una decena en los últimos años. Las percebeiras de Corme trabajan estos días en las piedras de O Canteiro, frente al Roncudo. Entre las siete y las diez de la mañana, antes del repunte de la marea, arrancan percebe, en medio del oleaje, siempre en zonas escarpadas, de difícil acceso. Sus armas son las manos y la ferrada, un artilugio de hierro con el que raspan los peñascos donde se cría, en grupo, el preciado marisco.

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Donde más bate el mar, se anida el mejor. Carmen, también sexagenaria, viene con "secretario", su marido jubilado que hace de avisador. Al grito de "fuxe, fuxe", alerta a las percebeiras de los vaivenes de las olas, para que se aparten, corriendo, cuando llegan las más grandes y peligrosas. Unas se iniciaron en el oficio de niñas, como ayudantes de sus padres, otras tras criar a los hijos.

Del mar a Internet

Después de sortear el mar durante tres horas, viene la labor de limpiar, uno a uno, los manojos de percebes, arrancarle el patras, los mejillones y algas que vienen en el lote. "Es casi lo peor, más que cogerlo, porque aquí tiritamos de frío", apunta Manuela. Sentadas en las rocas, mientras limpian, entablan conversación sobre sus anhelos de jubilación.

"Y digo yo, entre tantas votaciones, ¿no se acordarán nunca de las percebeiras?", pregunta Maruja. Un futbolista puede pasar toda la temporada en el banquillo y no le retiran el título, esgrimen. Pero a ellas sí. Haya o no temporal, tienen que ir a por el percebe, como mínimo, el 70% de los días de apertura de la veda que fija la Xunta porque sino no le renuevan el permiso de explotación, imprescindible desde 2001 para cotizar para la jubilación. El año pasado, hubo 102 días de marisqueo. Sus rentas anuales rondaron, de media, los 8.000 euros, "lo que gana Rajoy en un mes", apostilla Josefa. Otro agravio comparativo: tienen permiso exclusivamente para el percebe. Prohibido faenar cualquier otra especie.

La batalla por la jubilación de estas "abuelas" del mar la abrió el patrón mayor de Corme, Suso Lista, percebeiro, actor y "harto de la injusticia que padecen las mujeres cuando siempre hicieron los peores trabajos del mar".

Ahora, la Cofradía de Corme tiene en marcha la comercialización de los percebes por Internet. El proyecto incluye la instalación de cámaras web para que el comprador vea en directo el lote que adquiere.

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