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La policía mexicana libra su batalla más dura contra los 'narcos'

El enfrentamiento en el Estado de Sonora, en la frontera con EE UU, se cobró 22 muertos

La ofensiva del Gobierno mexicano contra el narcotráfico alcanzó el miércoles su punto más sangriento con un enfrentamiento armado de cinco horas entre un nutrido grupo de delincuentes y policías que concluyó con 22 muertos. La batalla, la más sangrienta en años, se produjo el miércoles por la noche en la sierra del Estado de Sonora, fronterizo con Estados Unidos, una zona de paso de emigrantes y territorio en disputa entre las bandas criminales.

Todo empezó cuando un grupo de 50 sicarios, fuertemente armados y con uniformes de la policía judicial, irrumpió en la localidad de Cananea y secuestró a cinco policías y dos civiles -los siete fueron asesinados-. Agentes de distintos cuerpos y militares salieron en persecución de los asaltantes en una larga y accidentada operación.

El enfrentamiento entre los policías y los narcotraficantes se produjo en la vecina sierra de Arizpe y se saldó con 15 sicarios muertos, otros tantos detenidos, y el rescate de seis personas -dos menores de edad- que estaban en poder de los delincuentes. Los narcos, presumiblemente, llegaron desde el Estado de Tamaulipas y pertenecientes al cartel del Golfo, viajaban en al menos 15 camionetas, algunas blindadas. En la operación, además, la policía se incautó de un arsenal de armas de grueso calibre. Se trata del golpe más duro al narcotráfico desde el comienzo de los operativos conjuntos ordenados por el presidente Felipe Calderón en diciembre pasado.

Las estadísticas de la violencia originada por el narcotráfico en lo que va de año dan una cifra de 1.000 homicidios en 138 días; 50 muertes por semana; siete por día; una cada tres horas y media. "A este ritmo, en dos años estaríamos en mil ejecuciones al mes, una hipótesis que resulta espeluznante", advierte el diario El Universal. El 10% de las víctimas eran integrantes de cuerpos policiales federales, estatales y municipales, e integrantes del Ejército y la Marina. El elevado porcentaje de agentes de la autoridad acribillados convive con una enorme cantidad de policías detenidos bajo sospecha de connivencia con los criminales.

Los sucesos de Sonora culminan una escalada de violencia que sacude todo el territorio mexicano. En Torreón (Coahuila), el comandante Enrique Ruiz Arévalo, alto funcionario de la Fiscalía del Estado, fue secuestrado en un restaurante. El crimen organizado se atreve con todo. El jefe de inteligencia contra la delincuencia de la Fiscalía de la República, José Nemesio Lugo Félix, fue asesinado en el Distrito Federal; y los cuatro escoltas de los hijos de Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México (el más importante del país), murieron acribillados en Veracruz.

Los cuerpos de seguridad son parte activa, cuando no protagonistas, de la guerra que libran los carteles de narcotraficantes. Buena parte de las balas y la saña de los sicarios tiene como objetivo a policías con cuentas pendientes con la delincuencia. Para muestra, un botón: un juez federal acaba de ordenar el arresto provisional por 90 días contra Jehová Cortés, primer comandante regional de la Fiscalía de Michoacán, y de Arturo Guillén, ex comandante de la unidad mixta antidrogas de Morelia, capital del Estado.

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Un convoy de la policía del Estado de Sonora se dirige a la localidad de Cananea tras el tiroteo del miércoles.
Un convoy de la policía del Estado de Sonora se dirige a la localidad de Cananea tras el tiroteo del miércoles.EFE

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