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Epígrafe | Elecciones 27M
Columna
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La calle es suya

En estos días de mayo, la ciudad se ha vuelto más peligrosa, a los riesgos habituales de las obras-trampa, el tráfico feroz, las inundaciones subterráneas y la delincuencia desorganizada se suma la presencia callejera de los políticos en campaña.

Fuera de temporada electoral, los políticos suelen permanecer en sus casas, en sus despachos o en sus hemiciclos, que son nuestros porque se supone que nosotros les hemos llevado a ellos. Fuera de campaña, los políticos se asoman a las ventanas de los televisores, a los patios de vecindad radiofónicos y a las viñetas de los periódicos.

Para silenciarlos, basta con desconectar los aparatos mediáticos y cerrar las ventanas. Pero estos días no, estos días los políticos acechan a pie de calle, sonrisa en ristre y programa en mano como vendedores de promesas aplazadas.

Fuera de temporada electoral, los políticos suelen permanecer en sus casas, sus despachos o sus hemiciclos

Pueden prometer y prometen, y los que más prometen son los candidatos de la oposición, los gobernantes que aspiran a la reelección, que también prometen pero que centran sus campañas en la exhibición constante de sus logros, presuntos o reales, como Esperanza Aguirre que, obviando el flagrante incumplimiento de su promesa electoral sobre las listas de espera y la de dimitir si no la cumplía, se dedica con singular denuedo a inaugurar hospitales, hospitales del futuro, o mejor dicho futuros hospitales, utilizando un ingenioso sistema, hijo de la más rancia y racial picaresca; el método Aguirre funciona, más o menos así: unas horas antes de que la caravana presidencial acuda a inaugurar un hospital a medio hacer, que aún tardará meses en entrar en funcionamiento, otra caravana de tapadillo lleva equipos de rayos X digitales y otros sofisticados aparatos, camas, camillas, e incluso falsos médicos y enfermeras de figuración para darle más realismo a la farsa, luego un equipo de seguridad se despliega para tapar los flancos sin acondicionar, de manera que los periodistas que asistan a la supuesta inauguración no puedan salir del recorrido prefijado y maquillado, y así sucesivamente. Me queda una incógnita, de dónde sale el atrezo, ¿lo alquilan para la ocasión o se lo llevan prestado de un hospital abierto?

Fuera de campaña y de los actos públicos, los políticos van por la calle, cuando no les queda más remedio, apretando el paso, con el ceño fruncido y rodeados de guardaespaldas, no se detienen a estrechar manos ni a prodigar sonrisas, aún no es tiempo de guiños y carantoñas.

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Ahí tienen por ejemplo a Alberto Ruiz-Gallardón, al que parecen molestarle especialmente estos excesos de confianza fuera de cuota, según fuentes próximas a su persona, el alcalde tiende a mostrarse arisco y antipático, unos dicen que es timidez, y otros, soberbia.

A su principal oponente, Miguel Sebastián, tampoco se le daban muy bien las distancias cortas, por falta de experiencia seguramente, pero se nota que hace grandes esfuerzos para superarse. El otro día le vi en la promiscua plaza del Dos de Mayo, en una tregua diurna entre batallas campales. Allí hablaba el candidato con desparpajo y buen talante de los franceses, nada de gabachos, y elogiaba la figura incomprendida de José I, Bonaparte, primer monarca constitucional español, conocido por Pepe Botella, benefactor del botellón. Unos días más tarde, Ruiz Gallardón sacrificaba su corbata para prometer mejor transporte a los hijos noctámbulos del botellón en un bar de copas de Chamberí, también prometió alquileres a 200 euros, pero es probable que ya llevara unas cuantas cañas encima.

Para huir del acoso de los políticos feroces que, en efigie o en carne y hueso, nos rodean, muchos madrileños decidieron irse al campo aprovechando el puente isidril, pero los candidatos les siguieron y se fueron también de puente, de picnic y de romería e invitaron a paella, cerveza y sangría, se deschaquetaron, cantaron y bailaron hermanados con el pueblo, que en estos días recupera su soberanía, y los periodistas infiltrados esperaron para ver si entre copa y copa se les soltaba la lengua como hace poco le ocurrió a Aznar, concejal consorte del Ayuntamiento de Madrid y cantor del vino, la velocidad y las superhamburguesas.

Aguardaron, pero no hubo nada o casi nada y la imagen del día fue la de la presidenta Aguirre brincando sobre una colchoneta elástica. Mejor haría en cuidarse, no vaya a sufrir un percance y la tengan que atender en uno de esos hospitales del futuro a medio hacer.

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