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Columna
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Libertad de expresión

Miquel Alberola

La reivindicación de la libertad de expresión ha regresado a los eslóganes de la izquierda y es de nuevo motivo de concentraciones y manifestaciones en la Comunidad Valenciana. Diversos hechos han reactualizado esta reclamación, que es más propia de países que viven bajo el yugo de una dictadura, y cuyo ejercicio constituye uno de los requisitos imprescindibles de la democracia. Y todos ellos, de un modo u otro, tienen el denominador común del PP. Por una parte está la desconexión de los repetidores de TV3 en el territorio valenciano, que ha sido impulsada por el Consell quizá sin otro propósito que alinear al PSPV en la defensa de medio catalán colado de estranjis en tierras valencianas. Otro de los asuntos hace referencia a un DVD muy crítico con la gestión del Consell, titulado Ja en tenim prou, cuya difusión ha sido prohibida en centros públicos por parte de la Junta Electoral a instancias del PP y que, sin duda, habría pasado bastante desapercibido de no haber sido envuelto con la metafísica del veto. El otro caso es el de la página web de una plataforma ciudadana de Calp, cuyo principal promotor fue detenido por la Guardia Civil tras la denuncia presentada por el alcalde del PP, a quien se acusa de beneficiar a un amigo en una operación urbanística. Este hecho, sin duda desmesurado, se producía tras la incomprensible detención por parte de la policía local de Calp de dos jóvenes que repartían octavillas anunciando la web en cuestión. La falta de tacto del PP en estos asuntos, que han terminado por escapársele de las manos, ha creado una inquietante sensación entre los demócratas, muy acorde con el uso desvergonzado que el PP está haciendo del ente público Ràdio Televisió Valenciana. Porque más allá de la caricatura sobre un programa que no se emitió por llevar un invitado una camiseta con un mensaje electoral, los informativos de Canal 9 se han convertido en el paradigma de la instrumentalización política ante algunos silencios injustificables. Si Genoveva Reig hizo de la televisión pública valenciana un laboratorio de manipulación y exterminio informativo que condujo a la cadena a su más absoluto desprestigio, su sucesor (en el mando, aunque no en el cargo) Pedro García no le ha ido a la zaga. Incluso ha profundizado en el cubo de la basura en el que la metieron ella y Jesús Sánchez Carrascosa, haciendo de la información un insufrible No-Do tan grotesco y remoto como el somatén mediático que anima sus desequilibradas tertulias. Porque ahí, en el nombre de la Comunidad Valenciana, se sacrifica la libertad de expresión todos los días.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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