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Reportaje:

Cuidado, el musgo es un chivato

Biólogos de Santiago vigilan desde 1989 la contaminación en plantas y animales

Si usted contamina, si usted arroja dioxinas o metales pesados al medio ambiente, asegúrese que en el entorno de su empresa, en un radio de al menos tres kilómetros, no crecen musgos de ningún tipo. Porque el inocente atrezo de los belenes es, en realidad, un gran chivato. Un delator eficacísimo, que funciona como una esponja y nunca se satura, absorbiendo todo lo que contamina el aire.

Si en el ambiente hay una partícula, en el musgo de la zona habrá al menos un millón. Si en el aire o en el agua hay metales pesados como el mercurio, el cinc, el níquel, el cadmio, el plomo, el selenio, el arsénico o el banadio, el musgo los absorberá hasta que representen el 30% de su peso. Y como "toda actividad humana contamina", todo lo que un hombre haga en la naturaleza quedará grabado sin remedio en estos vegetales que crecen mirando al Norte.

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El que afirma esto de que todo lo que hacemos mancha, desde cultivar patatas hasta preparar un churrasco, fabricar aerogeneradores o refinar petróleo, es Alejo Carballeira, catedrático de Ecología de la Universidade de Santiago y mentor de un sistema único en España para vigilar la contaminación: el Banco de Especímenes Ambientales.

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Según Carballeira, "de los 100.000 productos químicos de uso común hoy en día, sólo tenemos conocimiento verdadero de 2.000". Del resto se desconocen "sus posibles transformaciones, sus efectos y riesgos a corto y a largo plazo sobre el hombre y los ecosistemas, su capacidad de acumulación y las impurezas que se suman en el proceso de fabricación al producto final".

Siempre "nos enteramos de que un contaminante es malo 30 años después", de ahí que sea tan importante registrar en el tiempo la contaminación ambiental, "porque así sabremos en qué cantidad y durante cuántos años hemos estado expuestos" a esa sustancia.

Ninguna comunidad autónoma lleva un control del ecosistema. Únicamente Galicia ha entrado en la red europea Heavy Metal que mide periódicamente los metales pesados en el ambiente a través del musgo, y no gracias al interés puesto por la Administración, sino sólo porque casualmente existe aquí un departamento universitario que se ha especializado en esta tarea.

En Europa, sólo Finlandia, con 3.000 puntos de vigilancia, ha tejido una malla de control tan tupida como la gallega, pero mientras en aquel país no se miden los metales más que en el musgo, los biólogos compostelanos supervisan la contaminación tanto en el medio terrestre (lo que ellos llaman "red atmosférica") como en el mar y los ríos a través de más de veinte especies de animales y plantas.

Desde babosas y ratones, hasta pájaros; desde musgos de tierra y de río hasta truchas; desde macroalgas, hasta mejillones, almejas, berberechos y poliquetos (el "bicho" más valorado, y cotizado, como cebo por los pescadores).

El departamento que dirige Carballeira lleva años experimentando, probando la sensibilidad de animales y plantas a determinadas sustancias. Así, estos científicos han descubierto, por ejemplo, que el test del musgo es útil incluso en Almería, porque allí también se da; que los musgos más eficaces son el Pseudoscleropodium (el de los belenes) y el Hypnum, que son capaces de registrar incluso la radioactividad; que la contaminación se acumula en las escamas, el pelo, la pluma, el hígado o el cerebro de los animales; que las musarañas cargan muchos metales, más que los ratones, porque comen insectos; o que la capacidad de absorción depende de la edad y del sexo del animal.

Diecisiete años de historia

En 1989, los biólogos compostelanos comenzaron las mediciones, pero éstas no se volvieron regulares hasta 1996. Ahora, el Banco de Especímenes Ambientales almacena más de 17 años de historia medioambiental a través de 7.000 muestras de organismos terrestres, fluviales y marinos, procedentes de 1.000 localidades gallegas (siempre las mismas y en los mismos puntos, para que las mediciones sean válidas).

Según Alejo Carballeira, los controles, aquí, se efectúan cada dos años. Si un curso, como el presente, se recogen muestras en la tierra y los ríos, al curso siguiente, el que viene, se recogerán en el mar. Además, el año que toca campaña en un determinado medio, se harán dos incursiones en los puntos de control, es decir, las muestras se tomarán dos veces para evitar que una circunstancia pasajera, como una masa de aire, pueda trastocar los resultados.

Galicia es el único lugar de Europa en el que los especímenes se recogen cada dos años, en puntos situados a una distancia de 15 kilómetros. La red europea exige sólo mediciones quinquenales y que las muestras se tomen cada 25 kilómetros, y sin embargo, el equipo compostelano, querría aumentar los puntos y medir todos los años.

Para desquitarse, el equipo de la Universidad de Santiago ha establecido dos puntos de vigilancia prioritarios (uno en la Mariña lucense y otro en A Estrada) en los que se toman muestras todas las semanas. Estos puestos de control contienen plantas de tabaco, trébol o tradescantia, sensibles a determinadas sustancias, y están camuflados para que nadie pueda modificar los resultados.

Gracias a este registro continuado del ecosistema, en el que el departamento ya ha invertido 1,8 millones de euros, el equipo ha descubierto, entre otras cosas, que el plomo casi ha desaparecido del aire con las nuevas gasolinas; que el mercurio no baja pese a los esfuerzos; que la sustitución del lignito gallego ha reducido el azufre; que la Ría do Burgo tiene mucho cromo; que a causa de los incendios llegó mucho nitrógeno y mucho fósforo a los embalses; y que el Mar Egeo fue más dañino para el medio que el Prestige.

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