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Los problemas de sonido empañaron el 'garage' de The Phantom Keys

Una de las características más peculiares de la llamada música pop, entendida en sentido amplio, consiste en la existencia de un grupo de heavy metal en casi todas las aldeas. Otro de los expedientes abiertos concierne al llamado garage sixties. Periódica e invariablemente, en la historia pop aparecen bandas que revisitan el sonido salvaje que reinaba entre los adolescentes de ciudades y villas estadounidenses a mediados de los sesenta. The Phantom Keys, procedentes de O Grove y que el pasado jueves tocaron en la recién estrenada sala Krooner de Santiago de Compostela, encajan dentro del penúltimo revival garajero, en su vertiente de ortodoxia sesentera.

El manual de instrucciones que usan se pliega a todos los requisitos que un día hicieron subterráneamente grandes a, por ejemplo, los estadounidenses The Chesterfield Kings. La utilización de instrumentos de época, de órgano Farfisa a guitarra de fuzz, o de indumentaria psicodélica marcan la estética de la banda gallega. En el concierto de Compostela, una versión del Soy así, de los catalanes Los Salvajes, otra de Moscas y arañas, del casi legendario Picnic Caleidoscópico de Los Negativos, y un final con un acelerado Roadrunner, original de Bo Diddley pero estándar de los combos de garage, confirmaron su militancia en la norma sin ninguna desviación.

El pretexto para subir al escenario en la capital gallega fue el final del Entroido. Organizada por A Reixa, la velada incluyó, tras The Phantom Keys, a dos bandas de hip hop, lo que provocó una curiosa incompatibilidad de públicos. De cualquier modo, mods y raperos se cruzaron apenas en el vestíbulo de la sala. Durante la escasa hora que los garageros de O Grove dedicaron a desentrañar los secretos del undreground sesentero, los pantalones anchos se mantuvieron a una prudente distancia.

Primer sencillo

The Phantom Keys acaban de ver editado, aunque grabado en octubre de 2005, su primer disco sencillo en vinilo. Las canciones de la banda desplegadas en el Krooner lucieron un formalismo impecablemente pegado a una época de hace cuarenta años. Lástima que las deficiencias acústicas del local y la impericia del batería -al parecer, recién fichado y con sólo dos ensayos a las baquetas- coartarán el incipiente guateque que se desataba en las primeras filas.

El grupo de O Grove inició en junio de hace dos años su periplo musical. Desde entonces, han tocado al lado de bandas emblemáticas de un género -Fortune Tellers o Los Straijackets- que, en resumen, no deja de ser el revival de un revival.

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Seis integrantes arman una formación que ya ha pisado la tablas del Cavern Club, las cuatro paredes de Liverpool donde debutaron The Beatles, y que tienen una manera de ser modernos que, al final, es la exacta fotocopia de la manera de ser modernos de 1965.

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