Un largo viaje de la cárcel al ministerio
Hace 36 años, Julio Pérez Hernández, estudiante de Derecho y de Periodismo, estaba en la cárcel, por activista político. Luego se hizo socialista. Ayer estaba en primera fila en el traspaso de poderes, como previsible secretario de Estado de Justicia.
Julio Pérez fue encarcelado por uno de los últimos gobernadores de Franco, Gabriel Elorriaga, que ahora es senador del PP y padre de un alto cargo del mismo partido. Aquel joven vivió seis meses en prisión, luego se hizo abogado, conoció así al ministro Bermejo, cuando éste era un aguerrido fiscal contra los residuos de la dictadura; Pérez llegó a ser gobernador civil de su provincia, fue diputado autonómico, dirigió la Consejería de Sanidad, mandó en la Autoridad Portuaria, quedó, más o menos, en el ostracismo político, aunque su partido, el PSOE, le rescató para la presidencia (de honor, digamos) de la organización...
Abogado de prestigio en un bufete histórico (el de Carballo Cotanda, ya fallecido), ha sido también profesor (de Derecho Civil, de Mercantil) en la Universidad donde ejerció el activismo que le llevó a prisión, pero nunca desmayó su afán por seguir ejerciendo la política. Ayer, en medio de aquella ceremonia de traspaso de carteras, que además parecía una boda civil, era interesante distinguir el lado canario del acontecimiento: López Aguilar ("Es difícil dejar una silla caliente") se va a competir por la presidencia de la Comunidad Canaria, Julio Pérez lucha (todavía; si lo hacen secretario de Estado lo tendrá que dejar) por la presidencia del Cabildo, y a cada uno de ellos lo despide y lo recibe un hombre que se forjó en Tenerife cuando la democracia era una silla vacía.
Hubo mucha música, de palabra. López Aguilar contó que se había llevado su guitarra rockera, y le dejaba a Bermejo lugar para que hiciera sus bajos profundos. Los dos vienen de la música, y ayer parecieron, entre saludos y abrazos, una verdadera sinfonía, de los recibimientos y de los adioses. Había tanta gente que aquello parecía un metro japonés en hora punta. El ruido mediático que recibió a Bermejo (al que él se refirió con ironía, e incluso con sarcasmo) hubiera hecho imaginar que se iba a escuchar el sonido de los perros lobos (Michavila dixit); la verdad es que el ministro nuevo tiene la voz potente pero no llega, ni mucho menos, al sonido bronco con que, como él dice, "se me ha saludado". Había tantos magistrados de todos los colores -antiguos y nuevos: Auger, Gómez Bermúdez, Garzón, Bacigalupo, Martín Pallín...- que una lista no sólo sería exhaustiva sino injusta.
Al final del acto buscamos al Portero Mayor. Dijo López Aguilar que este hombre ha visto desfilar por este ministerio a 20 ministros, y que eso le daba una perspectiva que incitaba a su humildad. El Portero Mayor estaba en otras tareas, y seguro que no escuchó al ahora ex ministro pero fue, como el ministro nuevo, un mayor protagonista de la jornada. Como un ejemplo de que una toma de posesión es, al tiempo, el inicio de una despedida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.