Enganchado al programa de heroína
El éxito de la dispensación de droga impide a un hombre dejar Granada
Hace tres años, Ángel removió cielo y tierra para entrar en el programa de dispensación controlada de heroína que había comenzado en un hospital de Granada. Hoy, tras el éxito del proyecto, lucha por continuarlo fuera de la ciudad andaluza. "Empecé a consumir heroína hace 20 años. Había seguido sin éxito dos programas de metadona. Pasé por toda la oferta, pública y privada, para dejarlo. Hasta que me enteré por la televisión de que se iba a hacer el experimento de Granada", cuenta Ángel, que ahora tiene 40 años. Al principio tuvo "mala suerte", y le tocó formar parte del grupo de control -los 31 voluntarios que tomaban metadona-. Pero cuando se vieron los buenos resultados del ensayo, no dudó en pasarse al grupo de los que reciben heroína.
Ángel quiere seguir el proyecto en Madrid, donde vive su familia y le sería más fácil encontrar trabajo
Lo que entonces le pareció una buena idea -y casi la única solución para empezar a encauzar su vida- se ha convertido ahora en una carga. Ángel ha estabilizado su vida. Pero el problema es que ésta ahora sólo tiene una obligación: ir dos veces al día al hospital a recibir su dosis de heroína. En total, emplea, sin contar transporte, unos tres cuartos de hora cada vez: el tiempo que tarda en preparase, inyectarse y reponerse. Algunos compañeros de Ángel reciben, además, una dosis de metadona para pasar la noche, pero él afirma que puede pasar sin ella. "No quiero volver a la metadona. Te crea una adicción aún más fuerte. Ya lo he intentado y a mí no me funciona", explica.
Y Ángel -quien ha estudiado Auxiliar Administrativo, toca la guitarra, ha dirigido un cortometraje, dibuja y se autodefine como "muy creativo"- quiere hacer algo más con su vida. "No puedo estar sólo pendiente del ensayo. Me gustaría intentar una nueva vida en Madrid, donde he vivido antes y donde creo que tendría mucho más fácil conseguir un trabajo. Pero si me voy de Granada me tengo que salir del ensayo, porque no hay ningún médico ni ningún hospital en Madrid que quiera tratarme", afirma.
Su situación ha empeorado desde hace un par de meses, que ha perdido la pensión que recibía. Ahora depende del dinero -unos 450 euros al mes- que le envía su padre, un jubilado "del montón". Con ellos tiene que pagar el alquiler del pisito en el que vive, y mantenerse. "Y él no va a estar siempre ahí. A mis 40 años tengo que pensar en el futuro", dice.
Ángel no entiende los obstáculos que encuentra para cambiar de ciudad. "Si estoy recibiendo la heroína como un medicamento de uso compasivo, no sé por qué no pueden dármela en otro hospital. Si es compasivo, tiene que ser para siempre", se queja. Él cree que programas como el que le ha permitido empezar a hacer planes de futuro deberían implantarse en otras comunidades. "La ministra [de Sanidad, Elena Salgado] dice que estos programas no pueden extenderse porque faltan datos, pero ¿cómo va a tenerlos si no deja que se hagan más ensayos?", se pregunta.
Aunque les está "muy agradecido", también cree Ángel que los autores del ensayo de Granada están "un poco parados". "Cuando lo crearon, les veía con más ganas. Pero tenían que haber pensado más allá. Hacer algo para ayudar a la reinserción laboral, como cursillos. Por que si no, ¿cuál es su objetivo? ¿Mantenerte aquí como un pelele hasta que te mueras?. El objetivo debería ser demostrar que con heroína se puede hacer una vida normal, tener una familia y no ser ningún peligro", afirma. "Ahora me veo esclavizado".
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