_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La matraca que nos acecha

Verónica Marcos es diputada y presidenta de Nuevas Generaciones del PPCV y ha concedido una entrevista al semanario Valencia 7 días en la que desgrana consideraciones que previsiblemente van a ser la matraca política conservadora hasta las elecciones autonómicas y municipales del próximo mes de mayo. Las opiniones de esta gentil treintañera se ciñen sin el menor desliz -y por ello propician la glosa- al argumentario común que con pocos matices vienen aireando a la menor ocasión sus cofrades, lo cual no es óbice, claro está, para que esta animosa dirigente tenga quizá sus propios criterios en otros apartados del acontecer público.

En este sentido resulta llamativo el empeño en desacreditar la mera y lejana posibilidad de un gobierno autonómico constituido básicamente, como es sabido, por el PSPV, EU y BLOC, el satanizado tripartito. Ni siquiera las mencionadas formaciones podían esperar que el mero atisbo de su concertación provocase en el PP unas reacciones tan desairadas como a menudo extravagantes, cuales son la ilegitimidad y el catastrofismo que se le otorga al presunto acuerdo de izquierda. Ilegítimo por cuanto entienden que conllevaría un engaño a sus respectivos votantes, y catastrófico porque no otra cosa puede esperarse de esa coyunda que colapsaría el progreso, hundiéndonos en la miseria, además de desvirtuar nuestras credenciales valencianas. Unos simplismos que resultan insultantes para la inteligencia, incluso de la clientela conservadora más rancia, esa que, por ejemplo, todavía reprocha el arrojo de Miguel de Unamuno frente a la barbarie fascista, una actitud que comparten los populares de Salamanca, como protagonistas, pero también cuantos callan y consienten esa tropelía.

Junto a la perversidad del referido pacto, la otra línea de fuerza en la campaña de la derecha va ser con toda seguridad -pues ya lo es- la contradictoria proclamación de una prosperidad económica exultante en el País Valenciano a la par con el flagelo a que nos somete el gobierno de Rodríguez Zapatero. Un desahogo victimista ridículo de puro antiguo, además de hipócrita, pues obvia los datos y las cifras, sobre todo, los ocho años de aznarismo en Moncloa durante los cuales no fue menor la propalada discriminación y agravio. ¿O es que acaso son cosa de ayer los déficit de infraestructuras, como el corredor ferroviario del Mediterráneo, el AVE o nuestra marginación en la gran red europea de comunicaciones, por citar sólo algunos legados? Predicadores tenaces y duchos como el vicesecretario regional del PP, Ricardo Costa, aunque se ciñan al catón de la campaña, debieran amenizar un discurso salmódico que ya suena a tabarra.

Y a todo esto seguimos sin explicarnos esta especie de belicismo que se percibe en el seno del PP cuando tantos de sus cualificados miembros dan por sentado que nada amenaza la mayoría conservadora, pues sus encuestas para uso interno aseguran todavía diferencias de dos dígitos -que pueden ser diez o doce puntos- con respecto al PSPV. Un fenómeno que, por otra parte, coincide con la percepción de cualquier observador, si bien estamos ante una realidad lábil que, como bien nos han aleccionado recientes experiencias, puede dar un vuelco y trastocar todas las previsiones. A los populares se les eriza el cabello cuando se les menciona el trance de verse desahuciados de la Generalitat y es esa desazón, a nuestro entender, la que les acentúa la deriva derechista que tanto ha venido empobreciendo su dialéctica con tópicos que creíamos en desuso, como el manido catalanismo o los peligros de un "rojerío" que únicamente bulle en su imaginario.

Frente a este panorama parece claro que la oposición no tiene mejor alternativa que potenciar sus acuerdos pre y post electorales, tanto autonómicos como municipales, movilizando el voto que en otras convocatorias se ha inhibido debido, precisamente, a la fragmentación del espacio de la izquierda, así como a fatalidad de una derrota que el PP es ahora el primero en cuestionar con sus reservas y prédica de topicazos. En ocasiones como esta no hay rumbo más conveniente que el que te marca el adversario, en este caso el partido del Gobierno, con sus temores a las coaliciones partidarias que se tejen y contra las que se dispara.

APOSTATAR

Ha sido, y probablemente sigue siendo, una batalla burocrática y judicial darse de baja en algunas empresas de servicios. Una vez cazado el cliente no sueltan el bocado ni a zapatazos. Meros intereses terrenales y mezquinos. Por eso se entiende mal que la Iglesia valenciana se obstine en mantener a su grey censada, incluso contra la voluntad manifestada de esta. Peor que una coerción se nos antoja una falta de caridad -por describirlo en términos religiosos- y de respeto al apóstata, a todas luces más coherente y cívico que quien se la niega con terquedad y artimañas. ¿O no lo son los pretextos que se aducen para rechazar las renuncias de cuantos, de hecho, ya no son su rebaño?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_