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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La megahamburguesa

Para intentar comprender por qué el Ministerio de Sanidad ha roto su acuerdo contra la obesidad por los incumplimientos de la empresa Burger King, me voy a un Burger King a consumir su producto más criminalizado: la hamburguesa Big King XXL. Aprovecho el único día en el que no deberé someterme a una comilona navideña para personarme en la hamburguesería situada junto a los Cinesa Diagonal. En el área de pedidos, me atiende un camarero uniformado que, según la chapa que le identifica, se llama Antxon. En el mostrador, veo que la empresa ofrece a sus clientes un completo prospecto que se titula Informació nutricional, con capítulos que prometen: 'Dieta de King', 'La nutrició a Burger King', 'La nutrició King' y un par de tablas nutricionales en las que se informa de que comerse la Big King XXL equivale a ingerir 536 kcal.

"Si ya está mal visto hablar con la boca llena, hacerlo con la boca llena de una Big King XXL tendría consecuencias para el medio ambiente"

Que se ofrezca tanta información resulta preocupante. Ningún restaurante lo hace y, por consiguiente, es lícito sospechar que se trata a) de una medida para aplacar una mala conciencia, b) de un recurso publicitario para desmentir una inmerecida mala fama o c) de una lectura instructiva para que el hamburgófilo pueda leer mientras experimenta intensas sensaciones dietéticas. Para reforzar la aportación calórica de la hamburguesa, pido unos chicken tenders, una sabrosa materia crepitante con forma de dedo de marciano mutante.

El lema de la empresa invita al optimismo: "Como tú quieras". Esta apelación a la libertad individual choca con la limitación de la oferta. Whopper, Big King XXL, Angus, Doble Cheese Bacon, Long Chicken o Tender Crisp son distintas variaciones sobre un mismo tema. También existen, para los niños, unos diverkings, menús que siguen el ejemplo de la nouvelle cuisine sofisticada, que considera que uno va a los restaurantes a divertirse, no a comer (aquellos polvos esferificados nos trajeron estos lodos ultracalóricos).

A solas con mi XXL, me dispongo a proceder al primer bocado. Es un momento delicado, íntimo, casi espiritual. La maniobra requiere de cierta estrategia, ya que incluso la boca más insaciable no puede abarcar tanta materia. Observo la topografía del Big King XXL: una primera capa de pan con sésamo ejerce de tapadera de algo que late debajo y que combina elementos cárnicos, lechuga, cebolla, pepinillos y unas capas homogéneas de mayonesa y queso. El aspecto de la carne, que parece haber sobrevivido a una autocombustión voluntaria, no me asusta. Recuerdo lo que la revista especializada Cocina ligera y vida sana (la revista para sentirse bien) de este mes decía en su página 26: "La razón por la que la carne picada es un producto muy delicado es que presenta una mayor superficie de contacto con el aire y se produce una oxidación natural que la ennegrece. Además, en el picado se destruyen las estructuras del tejido, y se facilita el acceso de bacterias a su interior. Por todo ello es importante que esté bien cocida o asada" (por cierto: ¿para cuándo una revista gastronómica para sentirse mal?). Finalmente, opto por un ataque lateral, iniciado desde de abajo a arriba, y, ñaca, consigo no desmontar la estructura, compleja e inestable, del invento. El azar quiere que, justo en ese momento, y por el hilo musical del local, suene uno de los éxitos de Mónica Naranjo, que procede a vociferar un "sobreviviré" muy oportuno. Cierro los ojos. El contacto con la materia que tanto preocupa a la ministra de Sanidad requiere de unos altos niveles de concentración, y siento una repentina explosión de sabor que me golpea la parte superior del paladar y que se atomiza, como un terremoto, en multitud de réplicas. Usando una metáfora: se trata de una montaña rusa en la que se pasa de un previsible sabor a carne a una intensa y sorpresiva textura mezcla de queso y pepinillo. Si ya está mal visto hablar con la boca llena, hacerlo con la boca llena de una Big King XXL tendría consecuencias para el medio ambiente. Por eso me mantengo en silencio, masticando a todo tren y mirando los carteles que decoran el local: promociones y algunas ofertas relacionadas con la película Happy feet, peripecia existencial de un pingüino bailarín.

Media hora más tarde, consigo acabarme la hamburguesa tras haber perpetrado 18 extenuantes bocados. Preveo una digestión difícil y, para complicar todavía más las cosas, pienso en tomarme el contenido del sobre de ketchup Heinz que Antxon me ha recomendado para aliñar los dedos crujientes del pollo mutante. Me contengo y, para evitar la tentación, me agarro a la bandeja azul y leo el texto del mantel de papel que la cubre: "Manual de consumo, elemento de transporte. La bandeja. Emocionalmente inestable. Sufre grandes altibajos por lo ingrato de su trabajo. Pasa de ser la estrella del restaurante cuando transporta el menú, a estrellarse contra el interior del cajón y quedar abandonada junto a sus semejantes". Parece la sinopsis de una novela interminable sobre la azarosa existencia de una bandeja de Burger King. Para que luego digan que estos establecimientos no tienen sensibilidad.

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