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Reportaje:

El efecto primavera

Estalla la moda de instalar estufas en terrazas de bares y restaurantes para prolongar el ocio al aire libre en invierno

Francesco Manetto

Viernes, diez de la noche. En las aceras de la Gran Vía la temperatura es de 10 grados. Los transeúntes caminan ataviados con abrigos invernales. A menos de 20 metros, en la terraza del ático del Hotel de las Letras (www.hoteldelasletras.com; 91 523 79 80), el escenario es distinto. Los clientes se han quitado el abrigo y cenan luciendo vestidos ligeros. Como si estuviesen al lado de una chimenea.

En realidad, junto a las mesas y a los sofás se han colocado algunas estufas de calor, también conocidas como setas. Estos aparatos empezaron a integrarse hace algunos años en el mobiliario urbano de ciudades como París, Berlín, Londres y Milán. Para los responsables del hotel, acostumbrados a recibir clientes extranjeros, se trata de una estrategia de mercadotecnia. Pretenden así "trasladar al visitante hacia otras culturas europeas, donde sí son habituales las terrazas al aire libre en esta temporada", destaca el responsable de comunicación. Y, con la ayuda de una jaima y unas mantas para los más frioleros, convertir la temperatura ambiente en un cálido microclima de unos veinte grados centígrados. Al igual que este espacio, ya bautizado como El ático de las setas y abierto jueves, viernes y sábado, en Madrid se han multiplicado bares y cafeterías que ofrecen temperaturas primaverales en sus terrazas.

La moda empezó en las localidades nórdicas y en las estaciones de esquí
Con unas mantas para los más frioleros consiguen un cálido microclima

Una tendencia bien recibida. Sólo hace falta pasear por el centro de Madrid para contar decenas de estas estufas con aspecto silvestre. "Son bastante prácticas", apuntan cuatro amigos que han elegido otro local, decididamente más castizo. Chema, Julián, César y Roberto esperan su ración de pulpo en la terraza de la Cervecería San Andrés (91 366 55 51), situada en la homónima y concurrida plaza de La Latina. A pesar del cielo cubierto, no se han desanimado, al igual que los clientes que el pasado sábado por la tarde ocupaban unas 12 mesas al aire libre. "Dentro no había sitio, así que hemos decidido quedarnos aquí fuera. Si hiciese sol, sería una solución perfecta. Pero, aun así, se agradece. Estamos a gusto", comentan, arropados por el calor de una estufa colocada a un metro escaso. El encargado de la cervecería, Paulo Iglesias, no tiene dudas: "Tenemos seis setas [cada una logra calentar hasta cuatro mesas] y, en general, son muy bien recibidas por los clientes. En la caja se nota sobre todo cuando el frío no es excesivo. Así podemos abrir la terraza todos los días y la gente puede sentarse hasta la noche", El Viajero (91 366 90 64), en cambio, es otro popular local de La Latina que al no utilizar estufas, sólo abre su azotea, muy frecuentada en primavera, los fines de semana y si hace buen tiempo.

La moda empezó en las localidades nórdicas y en las estaciones de esquí. Ya a mediados de los noventa, algunas estaciones de los Alpes contaban con numerosas estufas. Como Livigno, uno de los pueblos más elevados de Europa, situado a más de 2.200 metros en la frontera entre Suiza e Italia. Los comerciantes de esa pequeña localidad de 5.000 habitantes, donde en enero las temperaturas suelen bajar hasta 15 grados bajo cero, instalaron decenas de setas en la calle principal para que esquiadores y turistas pudieran pasear (y comprar) sin pasar demasiado frío. Razones comerciales rápidamente explotadas en las grandes ciudades.

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Las estufas de calor se pueden encontrar como calientapatios y comprar por menos de 200 euros en decenas de supermercados. Suelen funcionar con bombonas de butano o propano y tener una potencia de 5.000 vatios. Aún no hay estudios que certifiquen el impacto en el medio ambiente y, por otra parte, el Ayuntamiento no establece límites para su instalación.

Gracias a las setas, por ejemplo, turistas y madrileños pueden compartir las mesas de la terraza del restaurante gallego O Cacho o de La Suiza (91 521 08 11) en la plaza de Santa Ana. Y hasta llegar a probar una de las especialidades de esta heladería indiferentes al frío de diciembre. La cervecería Magister (91 521 01 40), en la calle del Príncipe, incluso aprovecha dos estufas para calentar su vestíbulo y mantener abiertas las puertas del local por la noche. Para los más intelectuales, también hay una opción de velador invernal. En la azotea de las antiguas Escuelas Pías de Lavapiés, el Gaudeamus Café (www.gaudeamuscafe.com; 91 528 25 94), la cafetería de la biblioteca de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), ofrece de lunes a viernes recitales de poesía, cuentacuentos, sesiones de magia y catas de café. Y tal vez las sugestivas vistas a la Corrala y a los tejados del barrio se conviertan en una glosa romántica a este microcambio climático forzoso.

La opción cubierta

Sólo falta la aprobación del pleno del Ayuntamiento y los días necesarios para su publicación en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid. A partir de enero las terrazas de Madrid podrían cambiar de aspecto. El texto de la normativa, ahora en fase de enmiendas, autoriza a los bares y a los restaurantes a instalar los llamados cerramientos estables, o espacios acristalados cubiertos.

El Gobierno municipal pretende así homogeneizar la estética de los veladores ubicados en bulevares, plazas, jardines y lugares de interés histórico y artístico, y apostar por el uso peatonal de la vía pública.

La mayoría de los hosteleros consultados está a favor de la ordenanza. "Ojalá nos dejaran acristalar una terraza en pleno paseo de la Castellana", comenta incrédulo Bernardo Cuadrado, encargado del restaurante Castellana 8, a dos pasos de la plaza de Colón. "Ya nos ponen demasiadas pegas con la terraza de verano", apunta. Una condición fundamental para la instalación de un cerramiento estable deberá ser el respeto al mobiliario urbano y la armonía estética con el entorno, lo que ya ocurre, por ejemplo, en la plaza de Oriente o en la plaza Mayor, donde las terrazas cuentan con mobiliario y decoración similar. El espacio mínimo requerido para las aceras deberá ser de siete metros. Los paseos y las plazas peatonales deberán medir por lo menos 12 metros.

El año pasado había en Madrid 2.335 terrazas de verano (abiertas entre marzo y octubre). Los distritos con más veladores eran Puente de Vallecas (con 175), Salamanca (172) y Centro (151). El Ayuntamiento, además, hizo más de 3.500 inspecciones para encontrar terrazas abiertas sin licencia, y detectó 1.729 infracciones. Y es que sólo los locales con licencia de bar o restaurante pueden ofrecer servicio de terraza, mientras que los bares de copas y las discotecas carecen de este permiso.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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