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Reportaje:

Un ginecólogo bajo investigación

Un médico de Barcelona, denunciado por unas pacientes y defendido por otras, lleva un mes apartado del servicio

Esta es la historia de un ginecólogo singular. Es probable que si Sami Yasin Abdelaziz fuese especialista en traumatología o cardiología no habría sido apartado de la profesión por decisión judicial, pero así lleva ya hace más de un mes. Está acusado de abusos sexuales por su manera de ejercer la profesión, que le ha llevado a acumular denuncias de 29 pacientes, al tiempo que le defienden otras decenas de mujeres a las que lleva años visitando. Más de 60 profesionales que trabajan con él en el ambulatorio Río de Janeiro de Barcelona han defendido su rectitud profesional.

La historia arranca el 16 de septiembre de 2006, cuando una mujer de 22 años, L. R. G., acudió a la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Nou Barris de Barcelona a denunciar lo sucedido el día anterior en la visita del ginecólogo. Era la primera ocasión que la paciente acudía a Sami. Quería colocarse un dispositivo intrauterino (diu) como método anticonceptivo. Relata la mujer en la denuncia que, durante la exploración, el ginecólogo le introdujo los dedos en la vagina cinco o seis veces mientras le decía "tranquila, cariño". Según su relato, los movimientos de la mano eran "parecidos a los de una masturbación" y, en un momento dado, el ginecólogo le colocó la otra mano mientras la miraba a los ojos. La paciente asegura que se sintió vejada durante el reconocimiento. Al final, el doctor diagnosticó la probable presencia de un quiste en la vagina y remitió a la paciente al hospital del Vall d'Hebron para que le realizaran una ecografía al día siguiente. Esa visita la realizó una doctora, explica la denuncia, y nada tuvo que ver con la primera. Descartado el quiste y, tras salir de esa consulta, la mujer decidió ir a casa a ducharse y acudir a denunciar al ginecólogo.

La policía reunió 29 denuncias, aunque sólo tres personas acudieron al juzgado

Los Mossos d'Esquadra estuvieron 18 días investigando la denuncia sin comunicarlo al juez y concluyeron con la detención del ginecólogo, el pasado 3 de octubre. Para realizar sus pesquisas, la policía autonómica obtuvo un listado de 186 pacientes de entre 20 y 30 años de ese médico y en ese centro. En los primeros días, los Mossos no pudieron contactar con 131 pacientes, otras 46 no se quejaron del trato recibido, ocho sí y aceptaron el ofrecimiento policial de denunciar los hechos. Otra más se quejó del trato pero dijo que no le denunciaría.

El gerente del ambulatorio que facilitó la relación de las pacientes fue despedido días después al considerar la propia Generalitat que su actuación había vulnerado la Ley de Protección de Datos, ya que la relación de pacientes iba acompañada de otras informaciones. El juez de guardia acordó el 5 de octubre la libertad con cargos del ginecólogo y le suspendió de sus funciones hasta que finalice el proceso y una orden de alejamiento de cualquier hospital, que luego anuló. Para cumplir su decisión, el médico debería abandonar Barcelona, donde reside desde hace una década.

La policía autonómica siguió tomando declaración a más pacientes, hasta reunir 29 denuncias, aunque sólo tres han comparecido en el juzgado: la denunciante original y dos más. A finales de octubre, el titular del Juzgado de Instrucción número 12 de Barcelona, encargado de investigar el caso, comunicó a los Mossos que no buscaran más víctimas y les recordó que el delito de abusos sexuales "sólo es perseguible a instancia de parte agraviada" y que se debe preservar la intimidad de las perjudicadas.

Mientras, varias decenas de mujeres han firmado un manifiesto en su apoyo y han dado la cara en público por él. Teresa Rovira Caubet, de 49 años, es paciente suya desde hace 13 y lo conoce desde hace 24, cuando eran vecinos. Es también el ginecólogo de su hija. "Ir al ginecólogo no es fácil, pero con él es diferente", explica Rovira.

La mujer relata que ella nunca se ha sentido vejada, que es cierto que llama "cariño" a sus pacientes, pero sólo como trato afable. "No soporto el trato médico de borrego. Me gusta que me expliquen las cosas y él lo hace con detalle. Eso me hace ir más relajada a la visita, aunque sea hombre", cuenta. El abogado del ginecólogo, Jorge de Tienda, admite que su cliente puede tener una "excesiva relajación" en su trabajo y que es posible que esa manera "distinta" de entender la medicina sea el origen del pleito judicial: "¡Pero de ahí a acusar a Sami de abusos sexuales hay un abismo!". Continua la investigación, y el ginecólogo, en su casa.

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