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Brillante y sobria sala de cámara para el Auditori

El Cuarteto Casals inaguró el nuevo espacio con un concierto que examinó su acústica

Brillante, equilibrada, transparente. Así suena la nueva sala de música de cámara del Auditori de Barcelona inaugurada ayer por la tarde por el Cuarteto Casals con un concierto que esta noche se repite y que incluyó el estreno de Etüden nach Kreutzer, del compositor Jordi Cervelló, obra de gran solidez formal y original escritura fundamentada en la gran tradición cuartetística. La inauguración supone el penúltimo peldaño para completar el edificio diseñado por Rafael Moneo por encargo del Ayuntamiento de Barcelona en 1985. El arquitecto asistió a la inauguración, que contó también con la presencia de la ministra de Cultura, Carmen Calvo; el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall; y el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, entre otras autoridades.

La gama dinámica, tímbrica y el abanico de frecuencias que ofrece un cuarteto de cuerda es limitado y no permite evaluar completamente el rendimiento acústico de un espacio. Habrá que esperar a escuchar un piano de cola y, muy especialmente, la voz humana, para tener una idea cabal de lo que da de sí la nueva sala, bautizada con el nombre de Oriol Martorell. Aun así, la sala sonó ayer óptimamente de la mano del competente Cuarteto Casals, que con un programa integrado por obras de Mozart, Ravel y el estreno de la partitura de Cervelló, puso en evidencia la facilidad con la que el sonido se proyecta en ella. El equilibrio entre transparencia y homogeneidad con que se perciben las diversas voces del cuarteto supone una baza de doble filo que pondrá de relieve tanto aciertos como imperfecciones de los intérpretes que allí actúen.

Un escenario grande, capaz de albergar cómodamente una amplia orquesta de cámara e incluso un gran coro, se constituye en el foco central de una sala de planta casi cuadrada con capacidad para 602 espectadores, distribuidos en una platea de pronunciada inclinación con dos balconadas laterales y un pequeño anfiteatro. Sobria, la nueva sala prescinde de cualquier elemento decorativo y sólo la alternacia de las distintas tonalidades de la madera de cedro, desde el tono avellana al castaño oscuro, que recubre paredes y techo proporciona ritmo visual, que en ningún caso distrae la atención del público. "El tono debía ser distinto al de sala de sinfónica, más próximo entre artistas y público, para proporcionar un entorno propicio donde escuchar la música más íntima", explicó Moneo.

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