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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las mujeres de Descartes

Teresa Moure (1969) ha publicado una obra de entrañable lectura, Hierba mora, una composición sobre la mirada de tres mujeres sobre el filósofo Descartes. La reina Cristina de Suecia admira su racionalismo. Lo ama Hélène Jans. Lo estudia Inés de Andrade. Cuatro personajes que crean un damero en el que se juega la partida sobre la naturaleza y la condición histórica de la mujer. Teresa Moure ha descrito, por medio de múltiples registros textuales, el afán de independencia y rebeldía de la mujer.

La sociedad literaria gallega venía demandando una novela de este cariz. Ese horizonte de expectativas puede explicar la recepción de esta obra, galardonada con el Premio Xerais de Novela (2005) y el Premio de la Crítica en lengua gallega (2006).

HIERBA MORA

Teresa Moure

Lumen. Barcelona, 2006

464 páginas. 21 euros

La hierba mora del título

simboliza "a todas las mujeres, tiene una mala fama que en absoluto se corresponde con sus obras". Llama la atención el carácter constructivo del texto, recreado como un compendio en el que la narrativa mezcla fragmentos que siguen las pautas de herbolarios, recetas, poemas, artículos de revistas olvidadas, cartas, diarios, informes de funcionarios de la Sección Femenina..., riqueza textual que se duplica en las enumeraciones frecuentes. Sin embargo debe subrayarse la voz narradora ("cronista fidelísima"), cuya esencia sensitiva, humorística, irónica y plural resulta ser el verdadero hallazgo creativo de un texto poliforme, aunque puede parecer inconsistente el motivo del manuscrito hallado en un baúl, así como el retrato del director de tesis.

Narrativamente la composición prefiere los cuadros con una sección final en la que Inés Andrade reivindica el papel de las mujeres en la historia. Su tesis, decide, no versará sobre Descartes, sino sobre las mujeres que supieron leer y escribir, que tuvieron presencia pública y desaparecieron. La sensación de estar ante una construcción se impone también en las secciones de la novela. Pueden responder a la sabida fórmula dialéctica en la que la primera parte corresponde a la tesis racionalista ("ocuparse de las ideas"), la segunda a la antítesis afectiva ("ocuparse de las personas") y la tercera a una síntesis entre razón y sentimiento, entre Cristina de Suecia y Hélène Jans, con un cruce de cartas que recuerda a un debate sobre la importancia de la razón y de la condición pública. Queda un cuarto personaje: Inés de Andrade, a la que habría que conceder una nueva referencia en el cuadro dialéctico. Representa la metasíntesis: el nexo que anuda los hilos y significativamente subraya la importancia de mujeres comprometidas con su historia (Aniceta Vilamelle, Hélêne Jans) y que se volvieron invisibles.

Sobre el dualismo en la obra sobrevuela una voluntad de pluralidad. Hélène Jans se niega a contribuir a la creación de una lengua universal, pero su recetario contiene los ingredientes de una suerte de comunicación secreta. De manera que en la claridad en la que se dibuja la arquitectura de la obra caben, como en el personaje de Descartes, refractario a la creación de una lengua universal, consciente después de sus posibilidades, signos contrarios y múltiples de una naturaleza humana que no puede encerrarse en una concepción dual.

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