La retirada de Ibarra
Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció ayer que no se presentará a la reelección como presidente de la Junta de Extremadura, cargo que ostentaba desde los primeros comicios autonómicos extremeños en 1983. Se va, por tanto, el último de los barones del felipismo si se exceptúa a Chaves. Ibarra ha explicado su decisión por el infarto que sufrió en noviembre, cuando más encendidas eran sus críticas al proyecto de Estatuto catalán. Ibarra ha discrepado abiertamente de la política autonómica de Zapatero y ha planteado dudas sobre el proceso de paz en Euskadi.
Quien confesó tener su corazón dividido entre González y Guerra ha exhibido a lo largo de su carrera un lenguaje directo fuera y dentro de su propio partido. Sin embargo, las discrepancias en el seno del PSOE siempre las ha salvado con lealtad. Ibarra ha sido el látigo del nacionalismo vasco y catalán, lo cual le ha supuesto problemas en el seno del socialismo, especialmente con Maragall. Al margen de su carácter controvertido, es un político de los que, por su heterodoxia, dan vida a un partido. Sin duda, hay que reprocharle poco tacto cuando ha querido presentar con argumentos sus protestas a los desequilibrios en la financiación autonómica o su resistencia, no completamente infundada, a ceder a las reivindicaciones nacionalistas. Y eso le ha hecho caer a veces en la extravagancia, como proponer una reforma de la Ley Electoral que excluyera a los partidos nacionalistas. Han sido algunos de esos excesos los que al final dejan sombras en su currículo.
En cualquier caso, injusto sería no recordar que Ibarra venció en cinco de sus seis victorias por mayoría absoluta. Habrá que ver qué hace su casi seguro sucesor, el consejero de Sanidad, Fernández Vara. A lo largo de este tiempo, Extremadura ha comenzado a salir del retraso histórico, ha registrado un crecimiento económico aupado por los fondos de ayuda europeos, se ha modernizado con inversiones en tecnología avanzada, como la sociedad de la información, y ha podido experimentar a su vez la aparición de un sentimiento de identidad regional. No es balance escaso.
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