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Reportaje:

Savall, sociedad ilimitada

El músico, su esposa, Montserrat Figueras, y sus hijos, Arianna y Ferran, conforman un singular grupo de cámara, surgido de forma improvisada y que tiene ya cuatro años de existencia.

El 1 de agosto, el día en que Jordi Savall, el maestro de la música antigua, cumplía 65 años, regresaba con su cónyuge, la soprano Montserrat Figueras, y con los hijos de ambos, Arianna (32 años) y Ferran (26), de la Saboya francesa, donde la familia acababa de ofrecer un concierto. En la localidad cerca de Barcelona donde se halla el hogar familiar y taller musical (y también, pocas puertas más allá, la casa de Arianna), descansarían sólo 24 horas, y en las fechas siguientes los cuatro músicos saldrían escalonadamente hacia el aeropuerto para llegar a Sisteron y Fontfroide, en Francia, en donde desde hoy hasta el 13 de agosto el músico, director e intérprete presenta su primer Festival Música e Historia; para un diálogo Intercultural. Después seguirán a Brunico, en Italia; Oslo, en Noruega; Oropesa y Jaca, en España; Amberes, en Bélgica, y otras localidades europeas, para completar las diferentes actuaciones del intenso mes de agosto.

"En música la jerarquía es claramente necesaria cuando se sobrepasa cierto número de personas"

Como solista virtuoso de la viola de gamba, o como director de conjuntos instrumentales y vocales, Jordi Savall ofrece aproximadamente 140 conciertos al año y graba varios discos para su sello Alia Vox. En muchos de ellos participa Montserrat Figueras, soprano con una voz única, especializada en el repertorio de la música antigua y barroca. Algunos de esos conciertos reúnen a padres e hijos en un singular grupo de cámara que ya tiene a sus espaldas cuatro años de existencia y en la que cuaja una vida y una educación intensamente musical.

El matrimonio Savall-Figueras ha formado una simbiosis muy equilibrada y fructífera. Él afirma de forma taxativa que al margen de su excelencia en el manejo de la viola, no hubiera alcanzado ninguno de sus logros musicales sin la cooperación de su mujer.

"Montserrat ha sido mucho más que mi compañera", explica Jordi Savall. "Ha sido una verdadera musa que me ha permitido profundizar en los repertorios vocales. El contacto cotidiano con el canto y con su voz ha sido muy inspirador. Y al mismo tiempo, para ella también ha sido muy sugerente escuchar los sonidos de las violas de gamba (del siglo XVI o XVII), acompañándola en una canción o en un conjunto de violas". Ambos colaboran y actúan juntos desde 1974; pero la primera vez que se reunieron también con sus dos hijos para tocar juntos en público fue casi por casualidad: hace cuatro veranos, hallándose la familia de vacaciones en La Escala, una localidad de la Costa Brava donde tienen un pequeño apartamento, los organizadores del festival de música del pueblo les pidieron que ofreciesen un concierto con toda la familia. A Jordi Savall y a Montserrat Figueras nunca se les había ocurrido reunirse a cantar y tocar en público con sus hijos.

"Éramos conscientes", dicen, "de lo incómodo que podía ser para ellos, de que te juzguen por ser 'hijo de' y no por ti mismo. Bastante difícil es ya normalmente abrirte un camino y hacerte con un espacio personal en la vida, pero más duro aún es encontrar tu propio espacio si vienes o estás al lado de un árbol que tiene ya una sombra muy grande". Para satisfacer esta propuesta de concierto, decidieron preparar un programa ecléctico en el que cada miembro de la familia pudiese manifestar sus talentos y sus gustos, y preguntándose los unos a los otros qué les gustaría tocar y cómo podrían los demás acoplarse. El resultado fue satisfactorio y a partir de entonces fueron ampliando el repertorio; al cabo de dos años cuajó en el proyecto de un diálogo intercultural a través de la música, titulado Del tiempo y del instante, con el cual han actuado en Corea, Estados Unidos, Colombia, Francia, Italia, Austria, Alemania, Polonia, Noruega, y tienen proyectado presentarlo en otros festivales españoles e internacionales.

Debe de haber pocas actividades tan inefables, o por lo menos tan exaltantes, como cantar en grupo, en coro, o tocar en conjunto; son actividades, sin embargo, que requieren jerarquía, ese factor fundamental también para la institución familiar, y que tan fastidioso resulta a menudo, sobre todo para los miembros del conjunto orquestal o familiar a los que les toca obedecer. "En música la jerarquía es claramente necesaria cuando se sobrepasa un cierto número de personas", matiza Jordi Savall. "En una orquesta sinfónica hay una cabeza que dirige y que en un momento determinado ha de asumir la responsabilidad, y la asume por encima de la opinión de todos los demás. Claro que un director tampoco puede tomar decisiones en contra de la comunidad de la orquesta: ha de tomar esas decisiones y ha de tomarlas además de una forma convincente. La autoridad no es un atributo que se posee, sino que otros la conceden o se la reconocen a uno basándose en unos conocimientos, una visión, un talento y unas convicciones fundamentadas, que la orquesta asimila como propias y así es como da lo mejor de sí. En cambio, un grupo de cámara como el nuestro, en el que somos sólo cuatro o cinco personas, es una organización en la que el diálogo se establece a partes iguales".

"En un cuarteto de cuerda", añade Jordi Savall, "aunque siempre haya un instrumento que lleve la voz cantante, no puede haber nadie que mande. El primer violín tiene un protagonismo importante para desarrollar la melodía (más aguda), pero el violonchelo tiene también protagonismo para marcar y definir el ritmo (más grave), mientras que el segundo violín y la viola son responsables de las armonías y los contrapuntos que acaban de completar el conjunto: así que cada uno puede tener una función específica, sin que se pueda decir que ninguna sea más importante que la otra, ya que, además, estas diferentes funciones pueden ser perfectamente intercambiables (el violonchelo o la viola pueden interpretar un pasaje cantabile y los demás instrumentos asumir la función de acompañantes). Cuando hacemos música en familia pasa exactamente lo mismo, con una dificultad añadida, que nunca dejamos de ser Padre o Madre: cuando un músico de Hespèrion XXI hace algo que se puede mejorar, puedo llamarle la atención bastante directamente, diciéndole 'tocas con demasiados acentos. Corrígelo, por favor'; en cambio, con los hijos hay siempre una mayor carga de vivencias y sensibilidad comunes, que nos obliga a pensarnos bien cómo plantear un problema o corregir un detalle, decir las cosas con psicología para no ocasionar reacciones contrarias, para no relanzar sentimientos que pueden venir de bastante lejos. Hemos de hacerlo con una sensibilidad mucho más fina, porque la relación entre padres e hijos, entre hermanos, es una relación que lleva muchos años de vivencias y emociones, y aunque sea magnífica, en un momento de tensión o de descontrol, también se pueden crear reacciones desproporcionadas... Lo cierto es que el mismo problema se puede tener con un músico con el cual tocas desde hace más de 25 años. En todo caso, cuando se alcanza plenamente la armonía y la emoción en un concierto con la familia, la intensidad que se consigue es increíble, porque se produce gracias a una fusión profundamente natural que puede ir mucho más allá de la fusión puramente profesional. Se crea un espíritu maravilloso, y a la vez muy frágil. Justamente porque la música se construye sobre esta hipersensibilidad de la emoción y del trato íntimo y prolongado".

La casa de la familia Savall-Figueras es una espaciosa construcción de los años treinta, con un jardín de pinos y abetos, un huerto y un pabellón donde ensayar en completo silencio. En un ala diáfana de la casa tienen su espacioso estudio-taller. En las abarrotadas estanterías hay libros de musicología, partituras de música antigua, una buena colección de historia; una enciclopedia del arte catalán y una novela de André Malraux se codean con los heterodoxos de Menéndez y Pelayo; laúdes, violas y cuadros cuelgan de las paredes y sobre un taburete se alza la talla de madera polícroma de un santo tocando una viola de gamba. Durante la infancia de los hijos, Figueras y Savall pasaron mucho más tiempo que ahora en estos espacios estudiosos llenos de partituras y libros. Montserrat incluso anuló o renunció a muchos conciertos para quedarse con los hijos cuando estaban en edades tempranas.

Si en la trayectoria profesional de Savall y Figueras la ópera tiene una presencia relativamente escasa, es porque justamente quisieron evitar las largas permanencias en ciudades lejanas que el género operístico impone a los intérpretes. Aun así los padres tenían que atender sus compromisos profesionales, y en tales ocasiones un tutor cuidaba de los niños; cuando preguntaban a éstos si de mayores querían ser músicos, respondían que no, porque no querían que sus futuros hijos padecieran la ausencia de sus padres consustancial a la profesión. Con los años, sin embargo, para sorpresa y alegría de sus progenitores, Arianna y Ferrán se inclinaron, los dos, por dedicarse a la música. Se dieron cuenta de que la música es una forma de vida, de intercambiar las ideas, de estar y de compartir con otros la belleza y la emoción de un lenguaje sin palabras. En realidad es, literalmente, su primer lenguaje, su lengua paterna y materna, en la que se pueden expresar con más elocuencia.

Arianna empezó estudiando el arpa moderna, y Ferran tocando las guitarras eléctrica y clásica, pero poco a poco se fueron pasando al arpa antigua, al canto y a la tiorba, sin dejar de crear sus propias canciones y de buscar nuevas formas de improvisación y de expresión. Sus músicas se desarrollan libremente a la búsqueda del lenguaje más personal, y cuando se reúnen con sus padres forman un espacio sensible y emotivo en el cual la necesaria experimentación está solamente limitada por la búsqueda de la gracia y la armonía.

El compositor Jordi Savall, junto a su esposa, la soprano Montserrat Figueras, y sus hijos, Ferran y Arianna (sentada).
El compositor Jordi Savall, junto a su esposa, la soprano Montserrat Figueras, y sus hijos, Ferran y Arianna (sentada).CARMEN SECANELLA.
De izquierda a derecha, Montserrat Figueras, Jordi Savall, Ferran Savall y Ariadnna Savall.
De izquierda a derecha, Montserrat Figueras, Jordi Savall, Ferran Savall y Ariadnna Savall.C. S.

Puentes entre Oriente y Occidente

Desde hoy y hasta el domingo, el músico, director e intérprete Jordi Savall presenta su primer Festival Música e Historia; para un diálogo Intercultural, en la abadía cisterciense de Fontfroide, en el sur de Francia, en un ámbito de depurada arquitectura románica y en espacios de resonancias purísimas. Un total de siete conciertos de los cerca de 140 en los que participa cada año como solista, o dirigiendo alguna de las formaciones que creó juntamente con su esposa la soprano Montserrat Figueras: Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya o Le Concert des Nations. El Festival se inaugura con el programa Oriente-Occidente, que reúne músicos y músicas de España, Italia, Marruecos, Israel, Grecia y Afganistán y concluirá con la presentación de Du temps et de l'instant, el programa, también grabado en CD, que integra rarezas y delicias de la música española medieval con anónimos afganos, nanas hebraicas, composiciones antiguas sefarditas, griegas, marroquíes, y en el que participan todos los miembros de la familia Savall: la soprano Montserrat Figueras, y los hijos de ambos, Arianna (arpista y soprano), y Ferran, (tenor e intérprete de tiorba, un instrumento de la familia del laúd, con 12 cuerdas y largo mástil). Du temps et de l'instant está concebido como un diálogo que intenta establecer puentes entre las músicas de Oriente y de Occidente; entre las obras cultas y las obras populares, salidas de las tradiciones orales; entre las músicas antiguas y actuales, y también entre las diferentes generaciones de los intérpretes. En el repertorio grabado las piezas únicas, improvisadas en el momento, e irrepetibles, se codean con composiciones que conservan intacta la gracia y su frescura de cuando fueron creadas, en el siglo XIII.

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