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Columna
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El futuro de Europa es el de sus empresas

Joaquín Estefanía

Al tiempo que se celebraba uno de los más anodinos Consejos Europeos de la historia de la UE, una de las empresas regionales más significativas, European Aeronautic Defence and Space (EADS), bajaba su capitalización en la Bolsa más de un 25% y emergía una serie de problemas que hace temer por su capacidad de mantener la competencia con la otra gran empresa del sector, la norteamericana Boeing. El futuro de Europa no es sólo el de sus instituciones, sino también el de sus empresas.

EADS, segunda compañía aeroespacial del mundo y segunda fabricante de armamento de Europa, es una empresa mayoritariamente privada, nacida con el siglo (julio de 2000), de la fusión de esfuerzos de la francesa Aèroespatiale Matra, las alemanas Dorniel y Daimler-Chrysler, y la española Construcciones Aeronáuticas. Una de sus compañías filiales más representativas es Airbus, fabricante de los aviones del mismo nombre. En resumidas cuentas, EADS es fruto del sueño europeo hecho realidad. Aunque es una empresa privada, sus mercados y sus intereses hacen que esté contaminada de interferencias políticas de modo permanente. No es nada extraño que cuando se conocieron sus dificultades en medio de la cumbre de la UE, algunos de sus jefes reaccionaran inmediatamente. Chirac dijo "no estar preocupado", Zapatero sacó pecho y declaró en primera persona: "Daré a EADS el apoyo necesario para que supere sus problemas", y el viceministro de Economía alemán anunció una discusión muy cuidadosa de las dificultades, admitiendo al tiempo que "hay un aspecto político en el problema".

El problema concreto que motivó la bajada puntual de la capitalización de EADS (en un día perdió casi 5.500 millones de euros) fue el anuncio de que no iba a poder entregar los primeros aparatos de un nuevo modelo, el Airbus 380, el mayor avión comercial de la historia, con tres pisos y capacidad para 800 pasajeros. Los inversores consideraron que en un mercado tan competitivo como el de la europea Airbus y la americana Boeing, esta última se aprovecharía para ocupar el vacío coyuntural que dejaba la primera. La historia de la competencia entre Airbus y Boeing es la de una lucha fratricida: la primera no era nada apenas hace unas décadas y ha plantado cara a la todopoderosa Boeing. Desde hace un tiempo, ambas compañías se han acusado mutuamente en la Organización Mundial de Comercio (OMC) de aplicarse subsidios y ayudas gubernamentales para bajar los precios y superar al contrario. No hay duda de que los problemas actuales de Airbus serán multiplicados mediáticamente por Boeing.

Pero las dificultades de EADS no se acabaron ahí: recientemente conocida la implicación de alguno de sus ejecutivos en el sucio caso Clearstream -que enfrenta al presidente francés y su primer ministro Dominique de Villepin con el ministro del Interior y futuro candidato de la derecha, Nicolas Sarkozy-, estallaban a continuación otros escándalos: el primero, la posibilidad de que se hubiera producido en la presidencia de EADS un delito de iniciados: el uso de información confidencial. Entre otros, el copresidente del consorcio, Noël Forgeard, y varios de sus hijos vendieron parte de sus opciones sobre acciones con unas plusvalías superiores a los siete millones de euros, pocos días antes de que se conociesen las dificultades de Airbus para entregar sus nuevos modelos. Ésta es una investigación puntual que apunta a las necesarias regulaciones del capitalismo corporativo, para que los miembros de las tecnoestructuras empresariales no abusen de su posición dominante respecto al resto de los accionistas.

Pero, además, la crisis de EADS ha hecho emerger otros problemas más estructurales: todavía no se han arreglado las dificultades de la fusión de distintas culturas empresariales cuando se unen. El investigado Noël Forgeard ha señalado al alemán Gustav Humbert, presidente de Airbus, como causante de los retrasos industriales al no haber funcionado a tiempo las alarmas.

Sería penoso que el proyecto Airbus naufragara o se retrasara. Aportaría una señal más del retroceso europeo.

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