_
_
_
_
OTRA MIRADA | Alemania 2006
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Saviola, 'el pibito'

El público del Camp Nou sintió auténtica devoción por Javier Saviola. El pibito era el niño mimado de ese público que se le entregó desde el primer día. En fútbol, como en casi todos los ámbitos de la vida en los que interviene el factor humano, hay flechazos así: inmediatos. Y de fuerte vinculación. Fuerte y, en ocasiones, duradera. La vinculación afectiva de los aficionados barcelonistas con Saviola ha sido, y sigue siendo aún, duradera. El público culé, como todos lo públicos, es dado a ese tipo de enamoramientos. El último ha sido el experimentado hacia Larsson. Pero, ojos que no ven, corazón que no siente, y ya todos los barcelonistas son conscientes de que Larsson no ha de volver. Es un hecho aceptado, ya asumido, y ya no esperan el regreso de Larsson. En cambio, siguen, seguimos, esperando a Saviola. El pibito es, para los barcelonistas, lo que el rey don Sebastián para los portugueses: una añoranza incurable. Y si Rijkaard no lo remedia -y parece no tener intención de remediarlo- esa añoranza se convertirá en saudade. De hecho, es una tímida saudade lo que se apodera del ánimo del Camp Nou cuando, anualmente desde que Saviola partió -mejor dicho, lo partieron-, se abate sobre el Barça el maleficio de las lesiones en cadena. A veces la plaga maligna, y harto misteriosa por cierto, cae sobre la defensa; otras, sobre el medio campo. Cuando atacó la delantera, hubo que correr. Y la melancólica pregunta, "¿dónde está Saviola?", tuvo una respuesta llamada Maxi López.

Rijkaard no dio su brazo a torcer. Es un témpano. El corazón del culé no entra dentro de sus preocupaciones. Primero, él, o Txiki Beguiristain, o la directiva, o todos juntos, mandaron a Saviola al Mónaco; luego, al Sevilla.

Ahora, el pibito triunfa en el Mundial y a gran parte del barcelonismo se le ensancha el corazón: quizá el holandés que llegó del hielo comprenda lo que vale ese jugador chiquito, movedizo y voluntarioso. Un gol, por el momento, y participación decisiva en los tres primeros goles marcados por Argentina contra Serbia durante el tiempo en que él, Saviola, jugó. La directiva y el equipo técnico del Barça afirmaban que no se necesitaban más delanteros, y ahí está el fichaje de Gudjohnsen. ¿A qué equipo traspasarán ahora a Saviola? Quiera el cielo que al Madrid no se le ocurra orquestar un revival del caso Figo. En este caso, el Barça se lo tendría bien merecido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_