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Columna
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¡Pero cómo se atreven a opinar!

La verdad es que Juan Urbano estaba hecho tal lío que pensó en llamar o a los bomberos o a Fernando Savater para que lo desenredasen. Y créanme si les digo que esta vez no era porque se hubiera puesto a filosofar, como de costumbre, y Schopenhauer o algo peor le hubiesen dejado el yo hecho un nudo de trébol. Qué va, la cosa empezó de manera mucho más inocente, hace un par de horas, cuando al llegar al paseo del Prado decidió sentarse a la sombra amenazada de una acacia y, mientras leía el periódico, quiso reflexionar sobre la situación política de Madrid. Imagínense. Para que se hagan una idea de adónde le condujo esa temeridad, les diré que si hubiera que ponerle un titular a su estado sería el mismo que le puso un periódico deportivo a un encuentro de fútbol en que el equipo local perdió y el partido acabó a tortas y con tres o cuatro expulsados: "La debacle acabó en tangana". Pues justo así.

"A ver", se dijo, "tenemos, por ejemplo, el asunto del teatro Albéniz, el eje Prado-Recoletos y a Izquierda Unida", y se puso a meditar sobre todo eso, el muy incauto. En la manifestación para salvar el teatro había muchas celebridades del mundo de la cultura, encabezadas por Pedro Almodóvar, pero, sobre todo, y por primera vez en mil años, había representantes de los tres grandes grupos de la Asamblea, PSOE, PP e IU. "Estaba Inés Sabanés", empezó a enumerar Juan Urbano, aunque, eso sí, era raro verla aún allí, cuando ya le han abierto la puerta de salida, de cara a las próximas elecciones, sus rivales de siempre en la coalición. Estaba también Alicia Moreno, independiente en el PP, pero no iba de parte del PP, donde algunos se han puesto hechos unas hidras y han reclamado un micrófono para decir, echando mano de una ironía algo ferruginosa, que "es imposible que Moreno fuera a la manifestación, porque allí hubo consignas contra el alcalde de Madrid, su jefe, y contra la presidenta regional del PP, Esperanza Aguirre, partido en cuyas listas Moreno ha sido elegida". Como descabello a esa faena, la cara visible del PSOE en la marcha, Rosa León, quiso añadir que como "la concejal protestaba contra sí misma, por coherencia, tendría que dimitir".

El pobre Juan empezaba a liarse. "O sea, que en el mundo de la política acercarte al rival es separarte del partido", pensó; "porque, fíjate, resulta que si a la representante de Izquierda Unida no la quieren en Izquierda Unida, donde algún cazador de corral la acusa de tener 'pájaros en la cabeza', a la concejala del PP, Alicia en el país de los Michavilas, no la quieren tampoco en el PP, y como ahí cuando no te quieren te insultan, su secretario regional ya le ha dicho que él no se puede creer que estuviera allí, entre rojos y megáfonos, en la calle de la Paz y en la Puerta del Sol, porque 'si hubiese acudido, habría demostrado escasa inteligencia, una completa falta de responsabilidad política y, por supuesto, una enorme incoherencia interna". Todas esas palabras serpenteantes empezaron a marear a Juan Urbano: coherencia, incoherencia, coherencia...

"Yo no me manifesté contra nadie, sino a favor de salvar el teatro Albéniz", se defendía, unas líneas más abajo, Alicia Moreno. "Y sí fui coherente, porque hay un acuerdo del pleno municipal, aprobado por los tres grupos municipales, para salvar el teatro". Coherencia, incoherencia, coherencia... A Juan ya no le quedaron ganas de pensar en el eje Prado-Recoletos, donde la presidenta de la Comunidad, del PP, se oponía al alcalde, del PP, y la baronesa Thyssen-Bornemisza... "Pero ¡qué difícil es salirse de un carnet!", se dijo, "seguramente porque los militantes -de lo que sea- se agarran con tanta fuerza a los palos de las banderas que terminan por perder la sensibilidad en las manos". Es que, por lo visto, en nuestra política no se acepta nada que no sea el ¡a la orden, mi teniente!; pero lo más extraño es que no lo hagan ni los compañeros ni los rivales, porque con este asunto del Albéniz queda claro que si hay una cosa que jamás se le perdone al adversario es que se atreva a darnos de la razón. Así que silencio, que si no, luego pasa como en las votaciones del otro día en Izquierda Unida, que hubo quien desde la tribuna puso el grito en el cielo por el apoyo público que algunos intelectuales habían dado a Inés Sabanés: "¡Pero esto es el colmo! ¿Cómo se atreven a opinar?". Juan Urbano se quedó allí, a la sombra de su acacia condenada, hecho un mar de confusión y sintiendo que "coherencia" e "incoherencia" se transformaban lentamente en "intolerancia". A lo mejor es que algunos aún no se han dado cuenta de que pese a que obedecer es más fácil que pensar, también es más cínico.

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