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Reportaje:

Cuando González era un radical a ojos de Washington

Documentos desclasificados por el Departamento de Estado revelan la información y análisis que manejaba EE UU sobre los grandes acontecimientos de España entre 1973 y 1974

¿Cómo analizó la Embajada de EE UU en España el Congreso del PSOE en Suresnes en 1974, en el que fue elegido Felipe González? ¿Cómo reaccionó después del atentado que costó la vida al almirante Luis Carrero Blanco? ¿Quién intentó asesinar a la hermana de Carrero Blanco? ¿Cómo intrigaba la familia de Franco para no perder el poder tras el fallecimiento del dictador? ¿Qué sabía Washington de las intenciones democratizadoras del príncipe Juan Carlos? La visión que la Administración del presidente Richard Nixon, y su secretario de Estado Henry Kissinger, tenían de las postrimerías del franquismo ha sido desvelada por el Departamento de Estado norteamericano.

La diplomacia norteamericana ha desclasificado nada menos que 320.000 documentos de los años 1973 y 1974, la mayoría cables y telegramas intercambiados entre Washington y sus embajadas. Sólo unos pocos, muy secretos o que atañen a la vida privada de las personas, no han salido a la luz. El Departamento de Estado los ha entregado al National Security Archives, un organismo que depende de la Universidad George Washington. Desde finales del mes pasado están disponibles en Internet (www.gwu.edu) con su aspecto original y la lista de destinatarios.

Los documentos son especialmente valiosos cuando se refieren al golpe de Estado en Chile contra el presidente Salvador Allende, al de los militares en Portugal o a la guerra del Yom Kippur entre Israel y los países árabes. Aunque menos espectaculares, los miles de cables sobre España también aportan novedades sobre el ocaso del franquismo. La mayoría de los telegramas llevan la firma de Horacio Rivero, que entonces tenía 63 años, y fue el primer hispano nombrado embajador de EE UU en España en 1972. Rivero, portorriqueño, que falleció en 2000, fue también el primer hispano que llegó a almirante de cuatro estrellas en la Marina norteamericana. Justo antes de ser enviado a Madrid por Nixon había sido el comandante en jefe de las fuerzas aliadas en el sur de Europa. Pese a su extracción militar, Rivero resulta ser un fino analista político sobre todo cuando describe como va a ser la transición.

Asesinato de Carrero Blanco

La voladura del vehículo en el que se desplazaba Luis Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, se escuchó con fuerza en la cercana Embajada de EE UU. Ésta no se atreve a especular sobre la autoría. Ese mismo día por la tarde envía a Kissinger y al vicepresidente Gerald Ford un telegrama que resume la información de la agencia de prensa Reuters, que sí apunta a la organización terrorista vasca. Días después Rivero explica la ausencia de Franco en el funeral porque "quiso evitar mostrar en público su emoción". El embajador visitaba con asiduidad al almirante. Cuando el escándalo del Watergate iba a alcanzar su cénit, éste le manifestó su "desolación" por el pernicioso papel que desempeñaba la prensa de EE UU.

Atentado contra la hermana

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Seis meses antes de que Carrero Blanco muriese asesinado, su hermana, María Dolores, fue víctima de un atentado mantenido en secreto hasta ahora. El 21 de junio de 1973 fue tiroteada cuando iba a misa. En el mundillo diplomático se desataron las especulaciones sobre las motivaciones del autor. Días después, Rivero informa a Washington que la Embajada ha podido confirmar que fue atacada por "un vecino perturbado de 73 años" convencido de que María Dolores le quería "expulsar de su piso para que su hija lo pudiese ocupar". "No hay ninguna indicación de la menor motivación política", concluye. "La señora Carrero fue alcanzada por una ráfaga de perdigones y está ingresada, pero no en estado grave". El embajador sugiere a continuación que Nixon mande un mensaje a Carrero Blanco deseando una pronta recuperación de su hermana. Al final fue el vicepresidente, Spiro Agnew, el que lo envió.

Radicales al frente del PSOE

"Los representantes andaluces y sus propuestas más radicales dominaron el Congreso" de Suresnes, en el que Felipe González fue elegido secretario general, escribe Rivero el 23 de octubre de 1974. El embajador redactó un larguísimo análisis de ese evento en buena medida inspirado por Pablo Castellano que, a su regreso de Francia, se entrevistó en Madrid con diplomáticos norteamericanos. Castellano es entonces descrito como "el jefe de los moderados", pese a que más tarde fue diputado de Izquierda Unida.

"(...) El ascenso de los radicales socialistas andaluces ha quedado plasmado en la elección de nuevos jóvenes turcos en el comité ejecutivo del PSOE", señala el embajador. "(...) El grupo andaluz encabezado por González (aunque él era algo reacio y fue arrastrado por sus seguidores más radicales) se enfrentó sobre numerosos asuntos con los moderados", capitaneados por Castellano. Una de las decisiones tomadas es que González mude su residencia de Sevilla a Madrid, lo que le causará "muchas dificultades" y le obligará a abandonar su bufete de abogados.

Para Rivero, el PSOE tomó dos iniciativas "disparatadas". La primera consiste en "trasladar su estructura administrativa dentro de España" lo que la colocará a merced de un golpe policial. La segunda es "acentuar la cooperación con grupos maoístas y demás", lo que equivale a "invitar a la policía a reprimir con más dureza".

Pablo Castellano explicó a la Embajada que "las resoluciones radicales del Congreso y sus decisiones eran poco viables y utópicas". "(...) Si se mantiene", vaticinó, "la nueva orientación radical acabará provocando un conflicto entre los jóvenes turcos del PSOE y el sindicato afín de la UGT (...)".

"Pese a su reciente actividad, el socialismo español está más dividido que nunca", concluye Rivero. "Sigue siendo improbable que los diversos partidos socialistas españoles se puedan algún día unir en una gran alianza socialista a nivel nacional".

Carmen Polo y su nieta

"Es sabido que a la esposa de Franco [Carmen Martínez Bordiu] le gustaría que su nieta sea reina de España si, de alguna manera, Alfonso de Borbón pudiese ser designado sucesor en lugar de Juan Carlos, aunque pocas personas consideran seria esa hipótesis", escribe Rivero cuando analiza, en septiembre de 1974, la rápida reasunción por Franco de sus poderes de jefe de Estado tras su salida del hospital. Don Juan Carlos fue jefe de Estado interino durante unas semanas en verano de 1974.

La rivalidad entre el príncipe heredero y Alfonso de Borbón aflora constantemente en los telegramas. En diciembre de 1972, Washington pregunta, por ejemplo, a Rivero cómo debe tratar al duque de Cádiz, que visitará EE UU, para no dar la impresión "de interferir en la sucesión". Se pregunta incluso si el viaje es un intento "de las tres mujeres de Franco [esposa, hija y nieta] para que la estrella de Alfonso luzca más".

Don Juan y el consejero

Además de las maniobras de "las mujeres" de Franco, a Rivero le preocupan las de don Juan que puede entorpecer la sucesión. En agosto se 1974 se queda definitivamente tranquilo. Recibe un cable de la Embajada de EE UU en Lisboa en el que le comunica que el conde de Barcelona ha pedido cita urgente y, al no estar el embajador ni el encargado de negocios, sólo pudo ser recibido por el consejero comercial, a quien hizo una declaración solemne: "No tiene la intención de perturbar la sucesión (...)".

Franco hospitalizado

El 19 de julio de 1974, "Franco padeció una hemorragia interna y parecía estar al borde de la muerte", informa Rivero a Washington, que reconoce carecer de "un diagnóstico preciso" de la salud del dictador. Si posee, en cambio, todas la información sobre las medidas preventivas tomadas esos días por la Dirección General de Seguridad y el Ejército.

"Un pequeño grupo de trabajo ha sido constituido en Presidencia del Gobierno para preparar un posible funeral" al que, recomienda, debe asistir Nixon, su esposa o el vicepresidente. Gabriel Cisneros, diputado del PP y entonces subdirector general en la Presidencia, informa a la embajada del desarrollo de las exequias. "Dice que Franco no quiere ser enterrado en el Valle de los Caídos" y que se trabaja "sobre un sepelio en El Pardo". Dieciséis meses después Franco fue finalmente enterrado en el Valle de los Caídos.

¿Qué hará Juan Carlos?

"Se espera que Juan Carlos ponga su influencia personal al servicio de una cierta liberalización y democratización del régimen, ampliando su base política con la inclusión de todas las facciones y manteniendo el diálogo con los elementos tolerados de la oposición así como con militares y empresarios", resalta Rivero en agosto de 1974 cuando, con Franco ingresado, el príncipe ejerce como jefe de Estado interino. El embajador no cree que el dictador salga del hospital con vida y, a lo largo de 11 folios, transmite a Washington su visión de cómo será la transición.

"Mi valoración es que el régimen de sucesión de Juan Carlos dependerá, en buena medida, de su actuación en los seis primeros meses (...) La principal amenaza contra su régimen vendrá, en un primer momento, de la extrema derecha, que incluye a algunos militares jubilados" y no del partido comunista cuya actitud es, no obstante, "equívoca".

"Juan Carlos es conocido por ser proclive a una liberalización de las estructuras del régimen, una mayor participación de los españoles en la vida política y más democracia en todos los ámbitos, aunque su propósito puede resultar seriamente recortado por el Gobierno y las Cortes". Su gran baza "es su capacidad de llegar directamente a la gente".

Crédito para EL PAÍS

Washington pregunta a Rivero, en octubre de 1973, qué opinión tiene sobre la concesión de un crédito preferente del Eximbank, un banco público norteamericano, a Promotora de Informaciones para la compra de "material de impresión".

"La Embajada", contesta, "no tiene ninguna objeción a la venta (...)". "Merece acaso la pena señalar que la entidad compradora acaba de ser creada y tiene la intención de imprimir un periódico, EL PAÍS, que se pondrá en circulación el año próximo. Los accionistas incluyen a tres ex ministros (Ruiz Jiménez, Castiella, Fraga Iribarne) así como a otras figuras distinguidas como el conde de Motrico, Pío Cabanillas y Ramón Tamames. Todas estas personas pueden ser identificadas, en mayor o menor medida, como opositores al actual Gobierno. No hay ninguna indicación por ahora de que el Gobierno de España vaya a poner pegas a la proyectada publicación". EL PAÍS salió a la calle en mayo de 1976, más de dos años después de lo previsto por el embajador y con un accionariado algo diferente.

El embajador Horacio Rivero saluda, en 1973, al príncipe Juan Carlos.
El embajador Horacio Rivero saluda, en 1973, al príncipe Juan Carlos.EFE

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