Dios y el racismo
Basada en una novela de Richard Price, el afamado escritor de Clockers, y construida aparentemente alrededor de uno de los problemas sociales más graves que viven hoy los Estados Unidos, la desaparición de niños pequeños, El color del crimen habla, en realidad, de otras cosas. Ante todo, del racismo, de quienes lo sufren, la población negra, y de quienes se pliegan a él casi por costumbre, los supuestos encargados de velar por el cumplimiento de la ley; de una mujer (la espléndida Julianne Moore) destruida no sólo por la pérdida de su hijo, sino también por una vida entera como perdedora de todas las batallas posibles; más genéricamente, de la paternidad culpabilizada; y, en fin, termina también hablando de Dios.
EL COLOR DEL CRIMEN
Dirección: Joe Roth. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Julianne Moore, Anujanue Ellis, William Forsythe. Género: drama criminal. EE UU, 2006. Duración: 113 minutos.
Encuentro entre dos soledades y dos arrepentimientos (el otro lo protagoniza Samuel L. Jackson: insólita, espléndida pareja de la anterior), el filme se adentra sin prisas por una multitud de caminos, y es bien cierto que no todos los recorre con igual acierto: los cabos que deja sueltos son tantos como los que, aparentemente, resuelve. Pero al menos para quien esto firma, la propuesta se le antoja enormemente productiva. Primero, por construir un discurso social, la denuncia del racismo, de implacable dureza; y luego, por dejar en el aire (¿por la inevitabilidad de entender los designios del Señor?) una resolución plausible para los mismos: si hemos de creer al filme, el racismo continuará estando presente en las pesadillas del desgarrado país durante mucho tiempo. Entre otras cosas, por el pesado, estruendoso silencio de Dios.
Babelia
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