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Columna
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Soñar la línea del cielo

Uno de los edificios más emblemáticos de Málaga no está terminado. A la Catedral le falta una torre y delante de la plaza que la alberga se construyó un hotel que esconde el monumento. La manquita, como así se la denomina, es un ejemplo del modelo urbano de la ciudad. Una capital permanentemente inacabada y donde lo que no gusta se oculta, se deja caer, se abandona o se soterra, con la única intención de poder levantar encima pisos rodeados de atascos. Vivimos buenos tiempos para el cemento pero malos para hacer ciudad, por eso resulta interesante que el gobierno local apueste por abandonar las siete plan-tas+ático+bajo como modelo único de construir la misma fea ciudad en todos los barrios, repitiendo así el desarrollismo de la década de los 70. Ahí está Teatinos, el nuevo gran barrio junto a la Universidad, como ejemplo de más de lo mismo. El PGOU de Málaga es una nada urbanística rodeada de tráfico por todas partes. A los del cartabón se les olvidó que en el plano tenían que convivir y disfrutar más de medio millón de personas. Esos pespuntes sobre la trama urbana, sin conexión entre ellos, se acordaron entre el PP y el PSOE en la etapa en la que los primeros no tenían ediles suficientes para hacer el mapa a su medida. Con la doble mayoría absoluta del PP, el PGOU se ha ido cambiando a fuerza de modificación de elementos y convenios, y ese modelo de ciudad sin modelo ha ido ganando en altura, en extensión, en cemento y sobre todo en atascos.

Hace unos días el alcalde Francisco de la Torre presentó un proyecto que puede transformar la línea del cielo, el skyline malagueño, y con ello el tedio urbanístico de la capital de nunca jamás. Hasta cinco torres, una de ellas un rascacielos de 160 metros de altura, se pretenden levantar en los terrenos que albergaron los depósitos de combustible de Repsol. La propuesta ha provocado un encendido debate sobre lo que se ha venido en denominar el urbanismo de futuro para Málaga. El proyecto, que plantea una empresa privada con el beneplácito municipal, es similar -lo ha diseñado el mismo estudio de arquitectura- a la solución urbanística que emprendió Barcelona para crear un nuevo barrio que diera continuidad a la Villa Olímpica. Unas torres de pisos y comercios instaladas sobre una gran zona verde y bajo la denominación de Diagonal Mar. Sin embargo, la ubicación del proyecto en ambas ciudades es bien diferente. En Barcelona se logró prolongar la arteria principal de la ciudad hasta la orilla del Mediterráneo, y se recuperó una zona degradada y con escasa población. En Málaga, el proyecto se pretende levantar en una de las zonas ya más pobladas de la capital y donde sólo estaba previsto un gran parque. Las torres, en contra de lo que ocurrió en Barcelona, se introducen en el casco urbano y la ciudad no agranda, se levanta más hacia el cielo.

Santiago Calatrava, un arquitecto que ha realizado algunos de los edificios y puentes más originales de este siglo, dijo que el modo de dignificar el tedio, la decadencia y la ordinariez de la periferia de algunas ciudades, es introducir edificios de calidad, que recalifican el sitio, le dan identidad y hacen soñar a la gente que vive en un sitio mejor. El proyecto presentado por De la Torre reúne algunos de estos requisitos, pero es razonable plantearse si el lugar elegido es el más adecuado. Sobre todo, si para llevarlo a efecto hay que orillar la actual revisión del PGOU; multiplicar por tres la edificabilidad de la zona permitiendo 1.399 viviendas donde estaban previstas 400 -ingresando con ello 82 millones de euros en las arcas municipales-; y cambiando un parque por una zona verde con rascacielos. Málaga debe tener edificios singulares, pero habrá que discutir mejor el modelo de ciudad y no centrar sólo el debate en un proyecto privado que se inició con una edificabilidad que ahora se pretende multiplicar por tres. Lo contrario es buscar otra vez esa tediosa, anodina y pesada gresca entre el PP y la oposición, entre el ayuntamiento de Málaga y la Junta, entre De la Torre y unos vecinos adscritos que dicen sí y otros que dicen no. En definitiva, entre soñar la línea del cielo de Málaga o volver a caernos de una nube.

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