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Reportaje:

Lo que queda de Freud

El padre del psicoanálisis sigue vivo 150 años después, pero ¿quién tiene tiempo y dinero para el diván?

Los ojos del elegante anciano, vestido con traje de cheviot, siguen mirando al mundo con la misma intensidad escrutadora, tras las gafas de montura redonda. Pero su retrato ya no decora las consultas de psiquiatría. El mundo parece algo ajeno a la mirada de Sigmund Freud, neurólogo, psiquiatra, escritor y padre del psicoanálisis. "Su aportación al pensamiento filosófico occidental, a la sociología y a la literatura ha sido importantísima, y sigue estando vigente en muchos aspectos", concede Enrique García Bernardo, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. No parece casual que los elogios al hombre que descubrió una vía de acceso (la asociación libre de palabras) a ese territorio misterioso llamado inconsciente, se refieran a aspectos ajenos a su principal aportación. Pero así están las cosas, cuando se aproxima la fecha del 150 aniversario del nacimiento de Freud (6 de mayo de 1856, en Freiburg, entonces parte del Imperio Austrohúngaro y hoy de la República Checa), uno de los personajes más influyentes del siglo XX.

Muchos analistas han optado por acortar tiempos y hacer terapias de grupo
El complejo de Edipo es incuestionable, como la ley de la gravedad, para Berkowiez

La teoría freudiana y, sobre todo, la técnica psicoanalítica implantada a partir de 1900 (fecha de publicación de La interpretación de los sueños) parecen desfasadas a unos, mientras entre los seguidores del maestro no existe tampoco unanimidad. ¿Qué queda del legado de Freud?

"El psicoanálisis está vigente, lo que ocurre es que es una técnica compleja que no vale para todo. No es una panacea, no es un dogma". El que habla es Rafael Cruz Roche, uno de los más reputados psicoanalistas españoles, ex presidente de la Asociación Psicoanalítica Madrileña, parte de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), heredera de la sociedad fundada por Freud en 1911. La API está integrada por unos 11.000 psicoanalistas, guardianes del "fuego sagrado", de la ortodoxia freudiana. Y aunque "no están todos los que son, ni son todos los que están", Cruz Roche considera esta pertenencia como la prueba del algodón de la pureza psicoanalítica. No hay más que ver la expresión de su cara cuando se citan en voz alta algunos nombres.

Sin embargo, admite que la demanda de psicoanálisis (sesiones de 50 minutos cuatro veces a la semana durante el tiempo que haga falta) está cayendo. No es tanto porque no sirva, sino porque consume tiempo y dinero en una sociedad dominada por la prisa. Hasta el punto de que muchos analistas han optado por abreviar los tiempos y practican terapias psicoanalíticas individuales y por grupos. Es el caso de Libertad Berkowiez, presidenta de la AECIPP (Asociaciones Españolas de Clínicas e Investigación en Psicoterapia Psicoanalítica). Berkowiez, que llegó a España hace 27 años, admite en conversación telefónica desde Buenos Aires que algunas teorías de Freud se han quedado anticuadas. "Para empezar, han cambiado hasta las patologías, ya no hay mujeres histéricas". Dicho esto, hay otros aspectos de la obra de Freud no sólo vivos, sino totalmente incorporados a la cultura moderna. "El complejo de Edipo es como la ley de la gravedad", dice esta psicoanalista, formada en la ciudad que ostenta el récord de ciudadanos psicoanalizados, sólo por detrás de Nueva York.

"Pero hay descubrimientos freudianos que no tienen vigencia universal", opina José Luis González de Rivera, presidente de la Asociación Española de Psicoterapia. "La envidia del pene puede darse en algunas mujeres, igual que en algunos hombres existe la envidia del útero". González de Rivera, que se formó como psicoanalista en Estados Unidos, concede a Freud, en todo caso, el gran mérito de ser el arquitecto de las psicoterapias. "La tendencia actual es no conformarse con una sola técnica. Yo practico una terapia autógena que utiliza técnicas de meditación". Conductismo y cognostivismo parecen haber ganado la partida en las universidades, y en las consultas el recurso al psicofármaco es prácticamente universal. "Al paciente lo que le importa es que se le solucione su problema", añade González de Rivera, y a esos efectos no duda en afirmar que el psicoanálisis "está totalmente obsoleto".

No es menos rotundo García Bernardo. "Al psicoanálisis español se le ha parado el reloj hace 20 años. Los psicoanalistas no han sido capaces de elaborar una metodología capaz de validar esa técnica. Otra cosa es la situación en Estados Unidos y Reino Unido, donde ha evolucionado muchísimo y se han impuesto otro tipo de terapias". Las llamadas terapias breves y sistémicas han sustituido al diván, que reina todavía en Francia y Argentina. ¿Y en España? "Aquí hay que ponerlo todo en sordina, porque no ha tenido un desarrollo similar. La Guerra Civil lo impidió", explica Nicolás Caparrós, un veterano psicoanalista y estudioso de la obra de Freud, parte de cuya correspondencia ha recopilado en cinco gruesos volúmenes. "El psicoanálisis ha estado siempre fuera del mundo académico, y de la psiquiatría pública, salvo un breve periodo a finales de los setenta y principios de los ochenta".

En aquella época había psicoanalistas como José Rayo, en La Concepción, o Enrique Rivas, que preside la sección de psicoanálisis de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, al frente de un centro de salud mental de la Comunidad de Madrid. Rivas, ya jubilado y de formación lacaniana, está convencido de que el psicoanálisis tiene un gran presente y un gran futuro. "Su importancia está en que aborda al sujeto en todas sus dimensiones". Caparrós está de acuerdo en la vigencia del legado de Freud, aunque admite: "Cualquier teoría con más de cien años ha sido superada. Pero lo fundamental del pensamiento de Freud, las leyes que rigen el inconsciente, el camino para llegar a él, todo eso sigue intacto. Han cambiado las técnicas clínicas, lógicamente". ¿Sirve o no sirve el psicoanálisis? "No para los trastornos graves, psicosis, trastornos bipolares, las neurosis obsesivas o las fobias. Sólo puede aplicarse en los trastornos del carácter, siempre y cuando se modifique la técnica. El ex presidente de la API Otto Kernberg llevaba años sin diván".

"Sólo prescindía de él con los enfermos muy graves", puntualiza Cruz Roche. Para un psicoanalista, concluye, "el diván sigue siendo irrenunciable".

Sigmund Freud, en 1921.
Sigmund Freud, en 1921.

¿Para cuándo la ciencia?

La principal crítica al psicoanálisis procede del mundo de la ciencia y no se dirige a Freud, sino a sus seguidores. "No han sido capaces de convertirlo en una ciencia más rigurosa y con mayor base biológica". La objeción es del profesor Eric Kandel, premio Nobel por su contribución al conocimiento del aprendizaje y la memoria y un entusiasta seguidor de Freud en los inicios de su carrera. En una reciente entrevista publicada por Newsweek, Kandel apuntaba la pérdida de popularidad del psicoanálisis como terapia, por su alto coste en tiempo y en dinero y su "no probada eficacia". Y vaticinaba un futuro negro para él, "si la comunidad psicoanalítica no hace un esfuerzo serio para verificar sus conceptos y mostrar qué aspectos de la terapia funcionan y con qué terapeutas". Nicolás Caparrós está de acuerdo sólo a medias. "Es cierto que los psicoanalistas hemos hecho más trabajo clínico que de investigación, pero también es cierto que la neurología, en la que empezó a trabajar Freud, se ha ocupado sólo del pensamiento y de la memoria, y las emociones han quedado relegadas. Eso está cambiando, ahora se ha comprendido que son fundamentales y eso tiende un puente entre el psicoanálisis y las ciencias neurológicas".

Rafael Cruz Roche coincide en esto con Caparrós, pero advierte de que tampoco es posible reducir la complejidad de la mente humana al lenguaje de la biología positivista. "Nuestro cerebro es lo más complejo del universo", y Freud fue consciente de que cada individuo presentaba peculiaridades propias que se resisten al cliché.

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