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Reportaje:

Requisitos para una independencia

Montenegro acepta los términos de la UE para el referéndum de autodeterminación

Guillermo Altares

El Gobierno de Montenegro ha aceptado, a regañadientes, las condiciones de la Unión Europea para el referéndum a través del que tratará de separarse de Serbia y acabar con el último vestigio de Yugoslavia. El acuerdo, alcanzado tras una intensa mediación del enviado europeo, Miroslav Lajcak, y del propio Javier Solana, responsable de la política exterior de la UE, prevé la celebración de la consulta el 21 de mayo -la fecha no será oficial hasta que la confirme hoy o mañana el Parlamento- y condiciona la validez de la victoria del a que obtenga más del 55% de los votos y una participación superior al 50%.

El Gobierno independentista de Milo Djukanovic pretendía establecer unas condiciones más favorables para la separación, pero ha tenido que ceder ante Bruselas. Los últimos sondeos otorgan la victoria a los separatistas, pero insuficiente en las nuevas condiciones: 41,4% de síes, 32,3% de noes, 14,9% indecisos y 11,4% no saben o no contestan.

Tras una mediación de la UE, Montenegro, con 616.000 habitantes, formó en 2002 la Unión de Serbia y Montenegro, el Estado heredero de Yugoslavia, que se partió con las guerras de los años noventa. Pero la intención de Djukanovic ha sido siempre segregarse de Serbia, que cuenta con 9,5 millones de habitantes y unos complejos problemas de los que quiere alejarse para abrir su propio camino hacia la UE. La oposición, pro serbia, pretende que las cosas sigan como están.

"Lo importante es que el referéndum va tener las garantías necesarias para que sea consensuado y ésa es la mejor manera de que tenga legitimidad", explica Cristina Gallach, portavoz de Javier Solana, desde cuya oficina se ha dirigido todo el proceso negociador, que también incluye normas para la financiación de los partidos, la campaña electoral y la pregunta, que deberá ser clara y sencilla. "Tanto el Gobierno como la oposición están de acuerdo. Un referéndum unilateral hubiese representado un nuevo foco de inestabilidad en los Balcanes. Esta fórmula permite a las dos partes tener opciones de ganar", agrega Gallach. Muchos partidarios del Gobierno no han recibido muy bien el acuerdo porque consideran que les puede alejar de la independencia. "¿Qué ocurrirá si logramos la victoria pero aún así perdemos el referéndum? No es una opción justa y puede traer problemas en el futuro", aseguraba ayer una montenegrina, partidaria del sí.

Aunque son el mismo país, las dos repúblicas tienen monedas diferentes -el euro en Montenegro y el dinar en Serbia- y están separadas por una frontera, en la que se efectúan registros a conciencia. Eso sí, la liga de fútbol es conjunta. Montenegro es un país minúsculo (del tamaño de la provincia española de Córdoba), que confía en un importante desarrollo económico basándose sobre todo en el turismo y en alejarse de su imagen como centro de todo tipo de tráficos ilegales. Aunque no formaron parte del mismo país hasta después de la I Guerra Mundial, con Yugoslavia, Serbia y Montenegro han estado siempre muy cerca, cultural y políticamente.

"Es el final del proceso de desintegración de Yugoslavia", asegura una observadora de la política serbia. "Todo se desarrollará sin mayores problemas, aunque se necesitará tiempo para que las cosas se asienten", agrega, antes de recordar que el auténtico problema es el futuro estatuto de Kosovo, la provincia serbia de mayoría albanesa que está a punto de recibir la independencia por parte de la comunidad internacional.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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