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TIROS LIBRES | BALONCESTO | NBA
Columna
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Vuelve Riley

Le descubrimos hace más de veinte años. Agarrada a la rivalidad entre Magic Johnson y Larry Bird, la NBA salía de la oscuridad y comenzaba una magnífica época que se tornó única e irrepetible una vez que el dúo estelar se convirtió en trío con la aparición de un tal Michael Jordan. Se iniciaron aquellas retransmisiones televisuales de madrugada comentadas por Ramón Trecet y, dado que el baloncesto español se encontraba en la cresta de la ola, el decenio de los 80 pasó a la historia como un tiempo inolvidable.

El hechizo que producía la NBA tenía nombre y apellido: el showtime de los Lakers. Jaleados por multitud de estrellas de Hollywood encabezadas por Jack Nicholson, alucinábamos con el mejor contraataque que se ha visto llevado siempre por Magic Johnson, un jugador capaz de aunar a la perfección efectividad, espectacularidad y encanto personal.

Con regularidad, las cámaras nos mostraban al comandante en jefe de este ejército magnético y hechizante. Un hombre enfundado en un traje impecable de marca al que ni siquiera los momentos de máxima tensión era capaz de sacar una sola arruga. Engominado a la perfección, movía con maestría todos los hilos y encajaba a las mil maravillas en un equipo que rebosaba de glamour y que dominó la década logrando cuatro anillos. Se llamaba Pat Riley y, desde entonces, entró a formar parte de la memoria colectiva.

De Los Angeles se trasladó a Nueva York y no sólo cambió de costa, sino también de estilo. El contraataque dio paso a la defensa rocosa y los Knicks, al menos durante unos pocos años, recuperaron su autoestima y el lugar que su historia merecía.

Cuatro años después, cambió la locura neoyorquina por la placidez de Florida y por tercera vez construyó un equipo ganador, los Heat de Miami. Luego, tras las dos únicas temporadas de su carrera en las que perdió más partidos que los que ganó, hizo mutis por el foro y dio paso al entrenador al que esta semana ha sustituido.

Con él de nuevo en la banda -el pelo ya algo canoso, pero su aura intacta-, la NBA recupera uno de sus grandes iconos. Si la lista de jugadores míticos puede llegar a la docena, la de técnicos es más escasa. De los actuales, sólo Phil Jackson y Riley traspasan los límites del simple desarrollo de su profesión para convertirse en referencias.

Riley es, sin duda, el primer entrenador moderno, entendido este concepto como un hombre capaz no sólo de triunfar, sino también de generar espectáculo por sí mismo. Su figura e irresistible personalidad, el respeto que genera, sus habilidades comunicativas con el entorno mediático y, por supuesto, su impresionante currículo configuran un personaje singular y que enriquece una competición que atraviesa una época algo confusa en cuanto a liderazgo. Ahora lo podremos ver de nuevo en la banda, con los tics de siempre y, sin querer, nos trasladaremos una y otra vez al Forum de Los Ángeles, donde, veinte años más joven, movió los hilos de un equipo que enamoró como ningún otro y sentó las bases de un baloncesto ahora desgraciadamente en desuso. Sea bienvenido.

Pat Riley, el pasado día 13, dirigiendo a Miami en Chicago.
Pat Riley, el pasado día 13, dirigiendo a Miami en Chicago.EFE

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