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Reportaje:ESCAPADAS | Salinas de La Olmeda e Imón

El ocaso de un paisaje sabroso

Miles de albercas, norias y almacenes jalonan una ruta en coche por la comarca de Sigüenza, en el norte de Guadalajara

Hoy, un kilo de sal fina sólo cuesta 0,25 euros, razón por la cual no le damos importancia hasta que un señor con bata blanca nos prohíbe tomarla. Antiguamente, sin embargo, la sal era vital para conservar alimentos -como ahora el brik o el frigorífico-, constituía una forma habitual de pago -de ahí la palabra "salario"- y los poderosos del mundo se pegaban por extraerla, ora del mar, donde la hay a razón de tres cucharadas soperas por litro de agua, ora de pozos tierra adentro.

De estas últimas salinas, las continentales, pocos hemos oído hablar, no porque la sal esté "tirada" o seamos unos ignorantes (que también), sino porque apenas queda rastro de ellas. Notables ejemplos hay en el norte de Guadalajara; concretamente, en el valle del río Salado, donde manan por doquier aguas ricas en cloruro sódico, recuerdo del mar que inundaba la zona hace 200 millones de años.

En el embalse del Atance quedó el pueblo sumergido, con sus salinas, en 1999

Explotadas desde tiempos inmemoriales, y bien documentadas a partir de 1139, estas salinas fueron durante siglos las más importantes de Castilla, produciendo el 7% de toda la sal que se extraía en España y unas sabrosísimas rentas para la Corona, que era la dueña absoluta del cotarro.

Al siglo XVIII corresponden sus días de mayor esplendor y sus más hermosas edificaciones. Al XXI, la tristeza de verlas perderse sin que nadie ponga remedio. A 10 kilómetros de Sigüenza -capital de la comarca y testigo, con sus espléndidos monumentos, del otrora boyante comercio de la sal- se hallan las salinas de La Olmeda: un paisaje cuadriculado de canales y albercas meticulosamente empedradas, paradigma de todas las bellezas geométricas obradas por la humanidad desde Euclides hasta Mondrian.

Pero es una belleza muerta. En sus pilas, que ya sólo anega la dulce agua de lluvia, veremos multiplicada la ruina de los almacenes, de las norias de sangre y de la capilla donde la numerosa grey de los salineros no logró, con sus rezos, evitar la devaluación del oro blanco y el abandono del lugar hace tres lustros. Mucho más importantes fueron las salinas del cercano pueblo de Imón. De ello da fe el almacén de San Antonio, construido en tiempos de Carlos III, que más que un depósito parece una catedral consagrada a la sal, con su elegante pórtico, su planta de 48 x 27 metros y sus altos techos de madera sostenidos por 60 pilares cuadrados de pino que la sal almacenada a lo largo de 200 años ha conservado como recién salidos de la serrería.

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A su alrededor, otros dos almacenes, mil albercas, 15 recocederos y cinco pozos integran una explotación que hasta 1993, en que fue clausurada por deficitaria, producía... ¡mil kilos de sal por alberca y semana! Por la carreterilla que se arrima a la vecina Santamera se avizoran, a manderecha, los restos de otras salinas que, a pesar de su reducido tamaño, debieron de rentar lo suyo, pues 30 años después de ser abandonadas, en la aldea aún se habla de sus dueños como de "los señoritos".

Paseando cinco minutos desde Santamera, por el camino del cementerio, atravesaremos un fabuloso cañón de paredes calizas de 200 metros de altura, abarrotado de buitres leonados, y nos asomaremos al embalse del Atance, donde el pueblo homónimo quedó sumergido, con sus salinas, en 1999. Que un enclave salinero acabe sus días bajo las aguas del río Salado, no sabríamos decir si es un final lógico o paradójico; en todo caso, resulta muy poético. A orillas también del Salado, pero aguas arriba de Imón, se alza Riba de Santiuste, cuyas salinas -diminutas, de carácter familiar- yacen olvidadas desde hace medio siglo a un kilómetro del pueblo, junto a la carretera de Paredes. Más interesante que visitar éstas, sin embargo, es trepar al cerro del castillo.

En 10 minutos -no se tarda más- veremos un alucinante muestrario de fantasías geológicas, de pliegues y fracturas, de estratos alternos de arenisca roja y amarilla, de cristales de sal y de riples, las huellas dejadas por la marea en una remota playa, cuando en Guadalajara había mar.

Hoteles con muchas burbujas

- Cómo ir. Sigüenza, en Guadalajara, dista 130 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Barcelona (A-2) y tomando la salida señalizada a la altura del kilómetro 104. La ruta propuesta sigue la carretera CM-110 desde Sigüenza hasta Imón, con breves desvíos a La Olmeda de Jadraque, Santamera y Riba de Santiuste.

- Alrededores. Sin apartarse apenas del itinerario, puede visitarse Palazuelos (a siete kilómetros de Sigüenza), villa medieval amurallada conocida como la "pequeña Ávila", y Carabias (a nueve kilómetros), cuya iglesia románica de El Salvador posee una soberbia galería de 22 arcos.

- Comer. Sánchez (Sigüenza; tel.: 949 39 05 45): judías con liebre y paletilla de cordero rellena de jamón; precio medio, 18 euros. Mesón La Cabaña (Palazuelos; tel.: 949 39 16 15): migas castellanas y asados en horno de leña; 15-20 euros. La Sal (Imón; tel.: 949 39 72 27): cocina de mercado, en un local encantador; 20-25 euros. El Mirador (Atienza; tel.: 949 39 90 38): hongos de la sierra, ensalada de jamón de jabalí y cabrito a la pastora; 30 euros.

- Dormir. Hotel & Spa Salinas de Imón (Imón; tel.: 949 39 73 11): casa señorial del siglo XVII, con lienzos, grabados, libros, muebles antiguos y un flamante centro termal; doble, 80 euros. La Botica (Imón; tel.: 949 39 74 15): exquisitas suites con hidromasaje y chimenea, en la antigua farmacia del pueblo; 100 euros. La Posada de Imón (Imón; tel.: 949 39 73 27): recién inaugurada, ofrece cuatro habitaciones con decoración étnica; 80 euros. Hoces del Salado (Santamera; tel.: 696 44 79 32): albergue con vistas al cañón, perfecto para grupos numerosos; desde 23 euros por persona, incluida pensión completa.

- Compras. Baños de Imón (Soledad, 11; Imón; tel.: 676 28 69 10): sales artesanales de la zona, con aceites esenciales y fitoterapia.

- Más información. Oficina de turismo de Sigüenza (Serrano Sanz, 9; Sigüenza; tel.: 949 34 70 07).

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