Olvidar es un pecado
En el año 1968 Carlos Fuentes tenía 40 años. Demasiado mayor para competir con los jóvenes que protagonizaron los distintos movimientos antisistema, participó en los mismos desde una posición intelectual. Estuvo, fue testigo, y luego escribió crónicas, artículos de análisis político, reflexiones al hilo de la actualidad. Los capítulos de ese libro forman parte de aquellas intervenciones. Su edición ahora, casi cuatro décadas después, sirve para contrastar las reflexiones inmediatas con el paso del tiempo, despojarlas del ingenuismo de la coyuntura y revestirlas de la pátina de la distancia.
Uno de los aspectos más sugerentes del texto es su principal tesis. Recuerda el escritor mexicano que una victoria pírrica es un triunfo tan costoso que realmente constituye una derrota. A sensu contrario, Fuentes se pregunta si las derrotas aparentes de los movimientos estudiantiles en 1968 y, ese mismo año, del "socialismo de rostro humano" en Checoslovaquia, no fueron en realidad fracasos pírricos, esto es, derrotas aparentes cuyos frutos sólo pudieron apreciarse a largo plazo: derrotas pírricas, victorias aplazadas.
LOS 68. PARÍS, PRAGA, MÉXICO
Carlos Fuentes
Debate. Madrid, 2005
175 páginas. 14 euros
En defensa de esta hipótesis, recuerda lo ocurrido en el año 1848 en Europa, cuando las revoluciones nacionalistas se extendieron de París a Viena y de Milán a Budapest. Marx explicó el 1848 europeo como el momento de la ruptura entre la burguesía y el proletariado que, unidos, habían llevado a cabo la Revolución Francesa de 1789. Las revoluciones de 1848 en Europa acabaron por fortalecer, en lo inmediato, a las monarquías, pero abrieron, a la larga, caminos inéditos para la legislación social, la democracia política y, desde luego, para la unidad aplazada en Alemania e Italia.
El autor se pregunta cuáles fueron las consecuencias inesperadas y perdurables del Mayo Francés, la Primavera de Praga y el 1968 mexicano: ¿se hubiera renovado el socialismo y desprestigiado el comunismo en Francia sin el Mayo?; ¿se habrían derrumbado el poder soviético y la satelización de la Europa central sin Praga?; ¿habría transitado México del sistema autoritario monopartidista a un sistema democrático pluralista sin el sacrificio terrible de tantos jóvenes en Tlatelolco? Es imposible saberlo, pero son legítimas las preguntas.
Para Carlos Fuentes, estos acontecimientos del 68 avanzado pudieron ser las primeras revoluciones del mundo industrial frente a tantas revoluciones del atrasado. Las revoluciones que hasta entonces parecían un privilegio del Tercer Mundo, habían hecho su aparición en países industriales neocapitalistas o neosocialistas. El concepto de privilegio se pone en cursiva porque Fuentes recuerda cómo Camus expone como problema la violencia que surge de las revueltas: la revolución es el único acto que puede transformar las condiciones sociales intolerables, pero al mismo tiempo puede conducir y, de hecho, ha conducido, a la creación de situaciones sociales intolerables: ¿cómo combatir la injusticia sin engendrar injusticia?
Hay un segundo elemento imposible de olvidar en este texto, más relacionado con la literatura y la filosofía que en la política liberadora. Cuenta Fuentes un viaje en tren que hizo junto con Julio Cortázar y Gabriel García Márquez desde París a Praga para encontrarse con Milan Kundera. En la ciudad más bella del mundo, sin que en un solo momento dejase de nevar, los cuatro reflexionan sobre lo que está aconteciendo a su alrededor, mientras los dos melómanos del grupo, García Márquez y Cortázar, se disputan las grabaciones de las óperas de Janácek. ¿Cuánto hubiéramos dado por ser testigos de esas reflexiones y vivencias? La Primavera de Praga tuvo sus propias especificidades: una muchacha le ofrece un ramo de flores a un soldado soviético encaramado en su tanque; el soldado se acerca a la muchacha para besarla, pero la muchacha escupe al soldado, que se aturde. Pero ¿dónde estamos?, ¿por qué nos reciben así, si venimos a salvar al comunismo de una conjura imperialista? Y recuerda la frase demoledora de Aragón: "Nosotros, que vivimos toda nuestra vida para el porvenir".
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