Rabos de lagartija
Los rabos de lagartija llaman la atención porque tienen un movimiento nervioso, agitado, como si fueran conscientes quizás de lo efímero de su existencia.
Y es que el mundo literario rebosa de autores que transitan vivarachos por los medios de comunicación, saltando de una tertulia a otra, sonriendo y firmando en un frenesí constante, publicados y publicitados y premiados, repletos de energía editorial.
Pero al final pasas la última página y ya nada se mueve, porque después de todo no había nada.
Y todo es una barraca; con premios literarios convertidos en una merienda de negros sospechosa y previsible donde nadie muerde la mano que le da de comer. Entre padrinos y apadrinados se va definiendo la estrategia comercial de unas obras presentadas bajo seudónimos tras los cuales sólo se esconde una política empresarial. Luego vendrán las campañas de promoción en El Corte Inglés y con un poco de suerte una columna apalabrada en un suplemento semanal. Hay que moverse deprisa y salir en la foto, despertar la curiosidad mediática de los lectores y, en definitiva, hacer caja, que es de lo que se trata, todo lo demás es un cuento.
Y entonces apareció el dragón.
Gracias Marsé.