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Columna
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'Cancillera'

Lluís Bassets

No lo tiene nada fácil Angela Merkel. Gobernará una coalición en la que las principales carteras estarán en manos del SPD, el partido contra el que ha trabajado en los últimos siete años y al que se ha enfrentado en la campaña electoral. Se verá obligada a aplicar en buena medida el programa de su antecesor, Gerhard Schröder. Seguirá estando custodiada desde sus propias filas por el patrono de la CSU bávara, Edmund Stoiber, el hombre que impuso su propia candidatura en la anterior ocasión y que sueña con triunfar en Berlín como ministro de Economía, ya que no pudo hacerlo hace tres años como canciller. La nueva jefa de Gobierno contará con todos los inconvenientes de sufrir un matrimonio peor que de conveniencia, de fatalidad: encadenados. Veremos cuánto dura. Y unos y otros, sus buenos amigos cristianodemócratas, sobre todo los socialcristianos bávaros, y los adversarios socialdemócratas quieren limitar sus poderes como canciller.

La Constitución es bien clara al respecto: "El canciller federal fija las directrices de la política y asume la responsabilidad de las mismas". Pero esta tajante afirmación constitucional requiere una matización al tratarse de una coalición entre iguales, dicen unos y otros, en el SPD y en la CSU. La señora Merkel ha tenido que superar una larga carrera de obstáculos, que ha ido saltando uno detrás de otro con trabajosa dificultad y ante el escepticismo del respetable. Todavía le quedan muchos más que superar hasta su elección como canciller de Alemania por el Bundestag. Y una vez elegida deberá ganarse el puesto e imponer su autoridad sobre el conjunto del Gabinete. Algo que quieren evitar tanto el presidente de los socialdemócratas, Franz Müntefering, como el propio Stoiber, tentados ambos por la eventualidad de actuar como un duunvirato en la sombra que se constituya en la auténtica dirección del Gobierno o en una especie de tuteladores de la canciller.

Dificultan todavía más su carrera de saltos su condición de mujer y el hecho de ser originaria de la antigua Alemania comunista en un mundo político masculino y fraguado en la Alemania renana. Pero estas limitaciones son también su mayor atractivo. Merkel será la mujer con más poder político del planeta y el primer dirigente salido del antiguo bloque comunista que toma las riendas de un país con tanto peso europeo e internacional. Es el equivalente a la llegada de una mujer o de un afroamericano a la Casa Blanca. Remata, en el fondo, una tarea realizada por sus dos predecesores. Helmut Kohl unió las dos Alemanias en 1990. Gerhard Schröder ha actuado como canciller de una nación europea normalizada, sin más complejos ni ataduras que los que puedan tener otros países del entorno. Y Merkel culmina la normalización al romper dos tabúes: el femenino y el del Este.

"La nueva República federal no es menos soberana que otros países miembros de la Unión Europea, países que también, por su parte, han transferido ciertos derechos de soberanía a esta comunidad supranacional y a la Alianza Atlántica", ha escrito Heinrich Winkler en su Historia de Alemania. El largo camino hacia occidente. Esta normalización -señala- es la que ha permitido la reforma del Código de la Nacionalidad o la intervención en Kosovo de fuerzas militares alemanas por primera vez después de la II Guerra Mundial. También es parte de la normalización la recuperación de los márgenes de actuación propios de cualquier gobierno soberano, que ha permitido a Schröder tomar distancias respecto a Bush y acercarse, probablemente más de lo recomendable, a Vladímir Putin.

Una vez saltados los obstáculos, son muchos los retos que esperan a la señora Merkel. El mayor, marcar con su huella la política alemana, y esto significa emprender las reformas que ayuden a su economía a arrancar de nuevo, crear puestos de trabajo y tirar de Europa entera. También liderar esa Unión Europea anémica, que corre sin rumbo como pollo sin cabeza. Y emprender una reforma constitucional, que modernice el sistema federal y alivie el peso excesivo del Senado. Si consigue lo más importante, que es durar, y puede así alcanzar esos tres objetivos, dejará una buena huella en la historia, como la han dejado la mayor parte de sus antecesores, Schröder incluido.

Por cierto, la cancillera es la "cuneta o canal de desagüe en las lindes de las tierras labrantías", según la autoridad que sigue este periódico, que es el Diccionario de la Academia. En Google salen más de 9000 referencias en español a cancillera, referido sobre todo a la ministra de Exteriores en algunos países latinoamericanos. Para los alemanes es femenino: Kanzlerin. En la prensa italiana y francesa también aparece en femenino. Como en inglés (chancellor), en español no tiene forma femenina: Angela Merkel es la canciller alemana.

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La líder democristiana alemana, Angela Merkel.
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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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