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Crítica:ÓPERA | Carmen
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fría apertura del Palau de les Arts

Cantar una selección de Carmen es problemático, porque no puede entenderse, a base de fragmentos, esa trágica consciencia de que el precio de la libertad es la muerte -en el caso de la protagonista-, ni ese debatirse de Don José entre un deber descoyuntado ya del deseo. Si las escenas aparentemente secundarias no van coloreando el escenario, la implacable presencia del destino no adquiere el calibre debido. En el XIX, al asunto que hoy llamamos violencia de género lo despachaban con más rudeza: una gitana se lía ¿después de cuántos? con un soldadito y luego con un torero, sin estar demasiado enamorada ni del uno ni del otro. Sabe que por tales trastadas va a morir: se lo han dicho las cartas y la orquesta también. El tema de la muerte arranca en el mismo momento en que termina el preludio. Pero ella sigue tajante. Siempre: "Ce que je veux, c'est être libre et faire ce qui me plait". Y luego: "Jamais Carmen ne cédera. Libre elle est née et libre elle mourra".

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Don José tampoco es un sádico maltratador, sino un buen campesino metido a militar. Pero no le cabe en el cuerpo la descarada libertad de ella. Historias como la de Carmen, historias de mujeres muertas porque han plantado al novio o al marido, nos las cuentan los periódicos todos los días, pero en Carmen, cuando no hay recortes, encontramos la razón profunda de la tragedia.

Angela Gheorghiu le quitó aún más entidad al drama. No tiene la voz adecuada para ese papel y los registros diferían tanto que parecían corresponder a personajes diferentes. Pero lo peor fue su frialdad interpretativa y, sobre todo, la incapacidad para transmitir que lleva todo el tiempo a la muerte como compañera de viaje. Roberto Alagna, más apasionado pero con menos afinación y una técnica vocal bastante discutible, acabó de completar el fiasco. Carlos Álvarez, como Escamillo, gustó mucho más, ya que puso en el cuadro colores de la paleta de Bizet. Lorin Maazel, enfrentado a unos instrumentistas cuyo único denominador común era el ser valencianos, no pudo rodar la orquesta en tres días. El Coro de la Generalitat se escuchó, como es lógico tras años de trabajo, mucho más cohesionado.

Vino luego García Asensio, y consiguió levantar el ánimo en el dúo de Elena de la Merced y Marina Rodríguez-Cusí (Habanera de Penella), y de nuevo con Carlos Álvarez, cantando con fuego y gracia Junto al puente de la peña. Pero otra vez apareció Gheorgiu y puso la nevera al máximo, y eso que La corte del faraón no se presta nada a ello. Alagna hizo una racial Jota del baturro, pero le salió bastante arrastrada. Menos mal que, eso sí, la pareja tuvo una buena dicción en castellano.

Los madrigales de Rodrigo estuvieron delicadamente cantados por Sandra Fernández, Elena de la Merced, Isabel Monar y Ofelia Sala. Con Falla y El sombrero de tres picos, Maazel pareció recobrar algo de la elegancia y orfebrería que prodiga a veces. Ya que va a ser director musical del Palau de les Arts, le deseamos ardientemente una rapidísima recuperación.

Un aspecto del auditorio del Palau de les Arts momentos antes de comenzar el concierto de inauguración.
Un aspecto del auditorio del Palau de les Arts momentos antes de comenzar el concierto de inauguración.
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