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Columna
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Rosa Montero

Jamila Mujahed, recién premiada por El Mundo, es una periodista afgana de 41 años. Cuando el delirio integrista de los talibanes, Jamila lo perdió todo. Recordemos que las afganas ni siquiera podían salir a la calle sin la compañía de un varón, y que se prohibió educar a las niñas y se cerraron los colegios. Suele suceder que, en los momentos de verdadera violencia y represión, las víctimas se paralizan, quebrantadas por el terror. Pero siempre, hasta en la más feroz de las circunstancias, hay algunos que se enfrentan a la barbarie. Jamila escribía artículos clandestinamente y, como otras mujeres, daba clases en secreto a las niñas, aunque por el mero hecho de enseñar a leer podían ser ahorcadas. En el turbulento Afganistán actual, Jamila presenta los informativos de televisión y radio. Está amenazada de muerte por hacerlo (ya han asesinado a una compañera), pero ella no se rinde. Ahora acaba de presentarse al Parlamento. Ya digo, hay personas que insisten en permanecer de pie mientras todos se agachan.

Como la saharaui Aminetu Haidar, de 38 años. En 1987, tras participar en una manifestación, fue secuestrada por la policía marroquí, torturada y desaparecida, es decir, mantenida ilegalmente presa, en condiciones inhumanas, durante tres años y medio. Regresó con la salud deshecha. Lo más fácil habría sido esconder la cabeza. Pero desde entonces se ha convertido en una destacada y pacífica activista de derechos humanos. En junio, durante otra manifestación, fue bárbaramente apaleada y después encarcelada. El 8 de agosto, ella y otros presos saharauis empezaron una huelga de hambre exigiendo la celebración del referéndum dictado por la ONU. Llevan cuarenta días sin comer y están muy mal: Aminetu, inconsciente y en estado crítico, ha sido trasladada al hospital. Tres eurodiputados, el español Masip entre ellos, han presentado su candidatura al Premio Sajarov del Parlamento Europeo: tal vez así salve la vida. Cuando estas heroínas, estos héroes civiles, dan un paso adelante en momentos terribles en vez de desentenderse y disimular, están haciendo del mundo un lugar habitable. Hay otros y otras como ellas, pero me emociona especialmente que sean dos mujeres, que sean musulmanas. Toda mi gratitud y mi admiración.

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