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El acné perjudica gravemente la autoestima

Tres de cada cuatro adolescentes padecen esta enfermedad de la piel de origen desconocido

El acné es la enfermedad más frecuente del ser humano y afecta especialmente a los adolescentes. Se calcula que 3,5 millones de jóvenes españoles sufren este trastorno multifactorial de la piel que se genera en los folículos pilosebáceos de la cara, el pecho o la espalda. Aunque, generalmente, es una dolencia leve, puede agravarse, condicionar la calidad de vida y provocar otras afecciones importantes como depresión, ansiedad o fobia social. La sutileza del dermatólogo para captar y orientar el estado psicológico de los jóvenes constituye uno de los pilares fundamentales para que se impliquen en el tratamiento y reciban el apoyo emocional que necesitan.

"El acné se inicia en la adolescencia, una etapa muy importante en el desarrollo físico y emocional en la que la imagen es fundamental. Por eso, es frecuente ver cómo esta dolencia que no reviste gravedad puede crear problemas psicológicos importantes. Hay muchas chicas que no se atreven a salir de casa mientras tienen los granos en actividad y, a veces, responden autolesionándose, quitándose las espinillas y haciéndose grandes heridas para solucionar ese efecto visual", explica José Luis Díaz Pérez, jefe de Servicio de Dermatología del hospital de Cruces de Baracaldo (Bilbao).

El acné causa un grado de disfunción social y emocional similar a la artritis o la epilepsia
Muchas chicas no se atreven a salir de casa mientras tienen los granos en actividad

Para Díaz Pérez, presidente de la Academia Española de Dermatología, "lo importante es que los jóvenes acudan al dermatólogo lo antes posible para que les trate y, además, hable con ellos. Charlar con ellos es fundamental porque, a veces, el solo hecho de dedicarles un tiempo y explicarles los distintos aspectos de la enfermedad les hace sentirse comprendidos y evita que requieran atención psicológica. No debemos olvidar que los adolescentes magnifican las cosas que les afectan y una pequeña lesión que para el dermatólogo no tiene importancia les amarga la vida".

Un estudio epidemiológico realizado con más de 3.200 escolares españoles de entre 12 y 18 años revela que el 73,03% padece o ha padecido acné, el 67,39% tiene acné leve, el 27,51% moderado y el 5,10%, grave. Los datos también reflejan que el 40% de ellos se siente acomplejado como consecuencia de esta afección, que al 16 % le afecta en sus estudios, o que el 30% tiene problemas para relacionarse con sus compañeros. Aunque el 64% de los escolares afectados recibe tratamiento, sólo el 22,78% acude al dermatólogo.

Otro trabajo de investigación, el primero que se ha realizado en España en jóvenes de 18 a 24 años, demuestra que en estas edades el acné afecta al 19,4%, es más frecuente en los jóvenes de 18 a 20 años, y disminuye a partir de esta edad. El 28,7% de ellos padece acné moderado o grave. De igual modo, el estudio, en el que han participado más de 2.000 jóvenes, evidencia que el 30% ha modificado sus actividades habituales por este motivo, el 25% no queda con los amigos, el 22% deja de hacer deporte o que el 17% tiene complejo de inferioridad.

Tanto en este grupo de edad como en el de los adolescentes la mujer es más vulnerable que el hombre. Ambos estudios se publicaron en la revista Actualidad Dermatológica en 2001 y 2003, respectivamente, y han sido coordinados por Aurora Guerra, jefa de Sección de Dermatología del hospital 12 de Octubre de Madrid.

Un análisis reciente de los artículos publicados en prestigiosas revistas científicas internacionales sobre las repercusiones psicológicas del acné, según refleja el libro Vivir el acné, editado por Publicaciones Permanyer, desvela, entre otras conclusiones, que los pacientes con acné presentan un grado de disfunción social y emocional comparables a las que viven los enfermos crónicos incapacitados con artritis o epilepsia. Asimismo, pone de relieve que la ansiedad y la depresión son los dos trastornos psicológicos más frecuentes. Igualmente destaca que la baja autoestima, o la evitación progresiva de las relaciones sociales de estos pacientes puede llevar a la fobia social.

"Lo más importante es que los dermatólogos estén atentos a cualquier alteración psicológica que puedan apreciar y sean conscientes de que si los síntomas no desaparecen deben remitirlos al psicólogo", sostiene Judith Barrachina, psicóloga del servicio de Psiquiatría del hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona y una de las autoras del libro.

Todavía no se conoce exactamente por qué aparece el acné. Algunos especialistas lo describen como un proceso secuencial que se inicia en la pubertad al que se suman otros factores.

"En esta etapa, los andrógenos, hormonas masculinas que también produce la mujer y entre cuyas funciones se encuentra la de activar las glándulas sebáceas para segregar sebo, lo generan tan rápidamente y en tal cantidad que queda retenido en la glándula sebácea, la cual aumenta de tamaño. Como consecuencia de este crecimiento, la grasa no drena bien, se tapona y produce un quiste o comedón conocido vulgarmente como espinilla o punto negro", apunta Guerra.

Según esta especialista, una de las coordinadoras y autoras del libro, "este quiste puede permanecer así durante un tiempo, desaparecer o infectarse por la activación de una bacteria que vive en la piel, la Propionibacterium acnes, y en la que el sebo se convierte en un hábitat idóneo".

Existen varios tipos de acné que se engloban en dos grupos: uno, el acné vulgar, juvenil o polimorfo, y otro, en el que se incluyen erupciones acneiformes (acné del recién nacido, por medicamentos u ocupacional).

La mejor manera de prevenir esta afección es mantener una buena higiene de la piel, lavar la cara con agua y utilizar un jabón antiacné. Se debe esperar a que los granos se sequen y no manipularlos, evitar el exceso de sol, no utilizar cremas grasas, y no abusar del alcohol. Algunos alimentos como el chocolate, los embutidos, los frutos secos o los dulces pueden provocar un aumento de la secreción sebácea pero este efecto varía de un enfermo a otro.

La terapia farmacológica abarca una amplia gama de posibilidades y aplicaciones locales o tópicas u orales o sistémicas. La elección de unos u otros depende, entre otros, del tipo y gravedad del acné. En los casos leves se utilizan más los antibióticos y quimioterápicos tópicos, que disponen de una doble acción, antibacteriana y antiinflamatoria; en los casos moderados, se utilizan antibióticos orales que, en las chicas puede reforzarse con tratamiento hormonal antiandrogénico, que disminuye la secreción sebácea y el crecimiento del vello; corticoides; o ácido retinoico. La duración del tratamiento oscila entre los tres meses y los tres años.

Cara de un adolescente que padece acné severo con pústulas.
Cara de un adolescente que padece acné severo con pústulas.KLAUS WOLFF / DERMATOLOGY IN GENERAL MEDICINE

Una terapia de doble filo

La isotretinoína, un retinoide derivado de la vitamina A que se comercializó hace más de 20 años, es una de las terapias más eficaces para el acné moderado y grave. Sin embargo, este principio activo, que regula la reproducción, proliferación y diferenciación de la célula, todavía suscita cierta cautela entre los facultativos porque se desconocen algunos aspectos de su mecanismo de acción y tiene importantes efectos secundarios: malformaciones congénitas en el embarazo, elevación del colesterol, los triglicéridos o las transaminasas o caída del cabello transitoria.

"Una mujer joven que siga este tratamiento tiene obligatoriamente que utilizar un método anticonceptivo seguro, y hacerse análisis periódicos para controlar ciertos lípidos de la sangre o las enzimas hepáticas. Bien administrada, bien dosificada y adecuadamente controlada tiene muchos beneficios, pero quizá es más útil usar medicaciones menos agresivas que pueden conseguir, a veces, efectos comparables sin tener que tener estos riesgos", advierte José Luis Díaz Pérez, presidente de la Academia Española de Dermatología.

Otro de los inconvenientes añadidos, según apunta Antoni Castells, profesor de Dermatología de la Universidad Autónoma de Barcelona, es su fototoxicidad. "Se debería evitar el tratamiento durante los meses de verano y en algunos deportes de invierno porque puede producir quemaduras graves por una exposición mínima al sol. También se debe aplicar protección solar en otras épocas del año. Puede provocar descamación intensa en el cuerpo, sobre todo en labios y cara, y en ocasiones, en las personas que utilizan lentillas, puede afectar a la córnea", afirma.

Otros expertos destacan que la isotretinoína es, en algunos pacientes, la primera opción terapéutica. "Es una terapia eficaz y definitiva en la mayoría de los casos pero como todas las cosas delicadas puede ser un arma fantástica o peligrosa, que hay que saber manejar. Lo más importante que debe conocer toda la población es que nadie debe tomarla por su cuenta o recibir tratamiento de manos no experimentadas", asegura Aurora Guerra, jefa de sección del Servicio de Dermatología del hospital Doce de Octubre de Madrid.

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