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Pie de foto / 6 de agosto de 2005 | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Buenos días nos dé Dios

Juan José Millás

Las lágrimas son una solución salina enriquecida con anticuerpos que previenen las infecciones de la vista. Al parpadear, repartimos una cantidad de ese líquido por la superficie del globo ocular para mantenerlo húmedo. Producidas por unas glándulas con forma de cirro situadas en el ángulo externo de los ojos, salen al exterior por dos pequeños orificios practicados en la membrana de los párpados. Cuando las glándulas lacrimales no producen la cantidad de líquido necesaria, los párpados, en vez de lubricar, arañan la córnea. La industria farmacéutica elabora lágrimas artificiales para corregir ese déficit morboso.

Pero las lágrimas sirven también para llorar. El llanto está poco o mal explicado en los libros de divulgación sanitaria. En cuanto a los diccionarios, se atienen a la descripción objetiva de los hechos. Así, el Claves afirma que el llanto es un "derramamiento de lágrimas, generalmente acompañado de lamentos o de sollozos". Ninguno explica el proceso por el que el miedo, el dolor, la angustia o la desesperación se traducen en un desbordamiento líquido. En ninguna enciclopedia se enumeran los diferentes modos de llanto ni sus significados. La mujer de la foto y su hijo, por ejemplo, lloran sin sollozos, sin gemidos, sin aspavientos, sin suspiros. Da la impresión de que, más que llorar, son llorados. Las lágrimas salen de sus ojos, sí, pero como si sus ojos fueran el vehículo de las lágrimas del mundo al que pertenecen; como si a través de esos ojos lloraran los muertos y los vivos de toda su comunidad. Si en el primer mundo lloramos al despedir a los hijos que se van a Irlanda a estudiar inglés, cómo controlar la emoción cuando los abandonas sobre una patera sin pasaporte, sin dinero, sin comida, probablemente sin esperanza.

Ninguna enciclopedia explica por qué el miedo, la desesperación o la angustia se transforman en una solución salina enriquecida con anticuerpos que previenen las infecciones del ojo. ¿Qué le importa a esa pobre mujer que se le infecte el ojo si está acabada, si la van a devolver al infierno del que huía o la van a dejar vagando por Europa con la mano extendida hacia los transeúntes? ¿Acaso es antiséptica la función de esa lágrima que rueda por su mejilla? ¿Y por qué el rostro del niño está bañado en lágrimas? ¿Por higiene? En algún sitio deberían explicar que el llanto de una sola persona puede, misteriosamente, representar el de un continente. Y debería representar también el llanto de usted y el mío, pero la verdad es que nosotros, ante una fotografía como ésta, tendemos a conmovernos por sus valores estéticos antes que por sus contenidos de denuncia. Quizá nos haga llorar, en fin, pero de emoción artística, porque hemos estudiado Historia del Arte y somos capaces de establecer asociaciones cultas. ¿Cómo no evocar, al contemplar a esta madre y a su hijo, a Filippo Lippi, a Giovanni Bellino, a Andrea Solario, a Rafael y sus respectivas Virgen con niño? He aquí una maternidad del siglo XXI, he aquí un Giotto moderno, he aquí un José Bienvenido (el autor de la foto) contemporáneo. Quiere decirse que si a usted le molesta la denuncia social, puede quedarse con la función desinfectante de las lágrimas. Y buenos días nos dé Dios.

JOSÉ BIENVENIDO

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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