"A veces sueño que toreo de capote"
Cena de postín en Sevilla. Junto al novelista Fernando Iwasaki, director de su fundación, Cristina Heeren cuenta su vida indescriptible.
Pregunta. ¿Y ese apellido?
Respuesta. Mi abuelo, Arturo Heeren, era español de origen alemán y peruano. Fue cónsul en París y allí nació mi padre en 1910. Mi madre era brasileña y conoció a mi padre en Nueva York, donde yo nací durante la II Guerra Mundial. Mi padre se nacionalizó estadounidense y luchó en el Pacífico.
P. ¿Y la otra rama?
R. Mi tatarabuelo John Wannamaker inventó el concepto de grandes almacenes en Estados Unidos.
P. Y con esas ramas, ¿cómo demonios se enamoró del flamenco, un arte tan pobretón?
R. Estaba estudiando en Londres, sería el año 1955, y llegó Antonio el bailarín. Mi padre me llevó al teatro y salí fascinada. Fuimos al camerino y Antonio me firmó un autógrafo. Todavía recuerdo el olor a cera del maquillaje.
P. Y después...
R. Luego veníamos en verano a España y mi padre empezó a llevarme a los tablaos de Sevilla y Madrid. En Sevilla conocí a Rafael El Gallo en el 53 y me enseñó a torear de salón. Todavía a veces sueño que toreo de capote. Y en Nueva York vi a Carmen Amaya, a Pilar López, a José Greco... Mi padre los adoraba. Si estábamos en Europa, los invitaba a nuestra casa de Biarritz. Era un desmadre, un cuadro cada noche. Pastora Imperio, Chano Lobato, Diego Pantoja, Picoco, Alejandro Vega...
P. Debían ser los únicos ciudadanos libres de España...
R. Yo estuve el año escolar 1961-1962 en Madrid y fue el mejor de mi vida. Tenía 18 años y lo último que me interesaba era la política. Yo no me iba a meter con nadie... Hacía un curso especial para extranjeros en la Universidad y tuve a Carlos Bousoño de profesor, pero todas las noches iba con el pobre Valero, el chófer, que no veía nada, a Zambra, al Duende, al Corral de la Morería...
P. Al master de flamencología.
R. Volví tristísima a Nueva York, pero me metí en Políticas y Literatura en Columbia, me gustó y lo acabé. Tuve de profesora a Laura de los Ríos, y a Susan Sontag en Historia de las Religiones...
P. ¿Sus padres eran muy estrictos?
R. ¡Hitlerianos, sobre todo mi madre! Su padre era periodista en Río, y su madre, tontita, infantil, pero se hizo amante del gerente de la Mercedes en Brasil y por eso se la llevaron a Alemania con mi tía.
P. Así que no tenía novio.
R. Algún coqueteo, pero nada serio.
P. ¿Y cómo conoció su madre a su padre de usted?
R. Las dos hermanas se fueron a buscar un marido rico a Nueva York. Ésa era la profesión femenina más normal entonces. Eran muy guapas y triunfaron, aunque las dos habían estado ya casadas. Mi madre, con un empleado de Getulio Vargas, que se enamoró locamente de ella.
P. ¿Y aquellos años rebeldes tomó LSD, luchó contra la guerra de Vietnam, algo?
R. Llevaba una doble vida. Un fin de semana estuve con Timothy Leary en el campo y volví asustadísima, todos estaban en trip. Y fui voluntaria con un senador. Pero enseguida me fui a París a estudiar blues. Fui montadora de cine con un director africano. Y el día que estalló la revuelta del 68 yo estaba paseando a mis perros, intentado evitar los gases con Yves Montand, mi vecino. Qué imagen. La millonaria americana con los perritos en medio de la revolución.
P. ¿Pero fue una revolución?
R. Fue una mamarrachada, un ensayo para una obra que nunca se representó. Los estudiantes no tenían ganas de estudiar ese día.
P. Su vida huele de lejos a amor secreto.
R. Lo tuve todos esos años.
P. ¿Hombre?
R. Sí.
P. ¿Famoso?
R. También.
P. París era una fiesta...
R. Pero yo estaba obsesionada con España.
P. Así que Hemingway...
R. Lo conocí en Pamplona, siguiendo a Antonio Ordóñez, hacia 1960. Mi primera tarde de toros fue un mano a mano de Ordóñez. Fuimos muy amigos de la familia. Mi padre corría el encierro y fue chófer de Cagancho... Hemingway hablaba poco, siempre parecía de mal humor. Y de toros no sabía nada. Pero era sensible y captaba lo bueno.
P. ¿Y Orson Welles?
R. Fuimos juntos a barrera una tarde por casualidad y era mucho más simpático, un seductor.
P. ¿Y Ava?
R. La conocí en el 55 en Madrid. Era la mujer más guapa del mundo. Mi padre decía: "Mírale los tobillos y las rodillas". Pero tuvo mejor hígado y mejor corazón.
P. ¿Alguien le decepcionó?
R. Jacky Kennedy. Era muy poco interesante y se encontró en un sitio muy interesante. Era sosa, muy sosa. Pero peor era Teddy. Lo echaron de un examen de español por copiar. Hay que ser tonto.
P. ¿Qué sabemos de la muerte de Marilyn?
R. Fue novia de Jack y luego de Bobby, y cuando se murió salía con él. Se suicidó. Eso sé.
P. ¿Ordóñez la enamoró?
R. Ordóñez era Dios. Para mí y para el pueblo.
P. ¿Y se lo creía?
R. Para nada. Era humilde, agradecido. Decía que si no hubiera sido por mi padre habría sido zapatero como su abuelo. Hice un viaje con él inolvidable en el coche de la cuadrilla. Lo contó José María San Juan en una novela.
P. ¿Fue el mejor torero que vio?
R. El mejor, el más cálido, tenía sangre gitana. Como artista era más artista Dominguín.
P. ¿Y Paula y Curro?
R. Paula sí, pero Curro ha sido un torero muy corto, codillero. Triunfó sólo por sevillano.
Millonaria, enduendada y solidaria
Trabajar no habrá trabajado mucho, pero ha vivido varias vidas y ha corrido detrás de sus pasiones costara lo que costara. Mujer observadora y sensible, enamorada de los toros y el flamenco desde niña, conoció a Welles, Hemingway, Ava Gardner, Antonio Ordóñez y Rafael El Gallo; visitó los tablaos míticos, vivió en París el 68, se casó con un inglés en Zimbabue, donde era intérprete en safaris, y en 1978 huyó del confort y el dinero. "Encontré mi sitio". Era un cortijo sin agua ni luz en la sierra de Granada, con 20 perros como toda compañía. Allí pasó ocho años, tuvo a su hija Victoria, creó el sello discográfico Pureza, montó espectáculos flamencos y, por fin, se asentó en Sevilla. Desde 1993 dirige la Fundación Cristina Heeren, una ONG-ONU que enseña flamenco a alumnos de todo el mundo y a jóvenes andaluces marginados con beca. Entre los 150 inscritos este año los hay de 28 nacionalidades.
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