'Rave' en el lago Atitlán
RECUERDO QUE unos minutos antes de aterrizar, las vistas desde la ventanilla del avión no dejaban lugar a duda. Guatemala no me dejaría indiferente.
El último tramo del trayecto entre la capital y el lago Atitlán lo hice en bus con la compañía Rebully. Después de cuatro horas de tortuosas carreteras, calado hasta los huesos por el frío húmedo de la selva y cuando parecía que no llegaríamos jamás, apareció entre el tupido verde una visión de cuento. Era el lago Atitlán. La temperatura volvía a ser perfecta. Al fin encontraba, según ilustres viajeros, uno de los lagos más bonitos del mundo, a 1.600 metros de altitud, y vigilado por tres majestuosos volcanes, Atitlán, Tolimán y San Pedro.
Diez minutos después ya había llegado a Pana. Un hermoso lugar donde se respira una atmósfera de tranquilidad. Vendedores de artesanía, indígenas vestidos con ropas típicas, taxis-bici y viajeros llenaban la calle principal en perfecta armonía. Era raro ver un coche. La gente caminaba o iba en bicicleta. Y los colores y los nuevos olores eran agradables y enriquecedores.
Una vez en el lago es recomendable visitar los pequeños pueblos que lo rodean, en especial San Marcos, Santiago y San Pedro. Y no hay que dudar a la hora de subirse a un cayuco, darse un baño o ir de compras al mercado. Al caer la noche, es hora de tumbarse boca arriba para ver las estrellas. Y si además coincide con que es luna llena, no hay que perderse la gran rave en la playa, es en San Pedro y se trata de una fiesta muy especial. No es de extrañar, por esta y muchas otras razones más, que viajeros de diferentes partes del mundo, al pisar estas tierras, queden atrapados.