El legado 'botelloní'
En Graná no nos privamos de ná: legado andalusí, legado nazarí y ahora legado botelloní. Aparte de las múltiples características que adornan los dos primeros: refinamiento, amor por la literatura, la música y las artes, haberse desarrollado en contextos de encuentro entre culturas diversas, descubro algo que los diferencia esencialmente del tercer legado: su amor al agua, a la naturaleza, a los alimentos y perfumes delicados.
¿Qué caracteriza el legado botelloní?: amor a la suciedad, al orín y sus efluvios, al destrozo del paisaje, al enfrentamiento entre las personas, a la pérdida de la dignidad de sus adeptos, a los alimentos y bebidas envasados sin higiene.
Quienes visitan Granada durante los períodos de exaltación del legado botelloní son de dos tipos: los que ignoraban este fenómeno y que posiblemente no deseen volver, y aquellos que vinieron para vivir esta aventura de beber con menos decoro que el ganado en el abrevadero, orinar por los rincones y hacer sus pinitos como fakires pisando cristales; éstos, si alguna vez logran recordar dónde está Granada, quizá vuelvan, ay, o si, con suerte, el legado botelloní llega a su definitivo declive, quizá modifiquen sus gustos y se presenten a una oposición a jardinero, conductor de ambulancia, barrendero o policía municipal, a modo de expiación. Amén.