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Reportaje:

La memoria de los profesores

La Complutense homenajea a sus docentes represaliados en el franquismo

Carmen Morán Breña

El día de su toma de posesión como rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa hizo firme un compromiso: rehabilitar la memoria de los profesores, catedráticos, rectores, que fueron represaliados tras el golpe de Estado de Franco. En 1939, la Universidad Central de Madrid, que así se llamaba entonces, contaba con unos 165 catedráticos; 54 de éstos y otros profesores pagaron el pecado de dedicarse a la educación con penas de inhabilitación, cárcel y exilio. Muchos de aquellos profesores son de sobra conocidos: Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Francisco Ayala, Juan Negrín, Julián Besteiro, Sánchez Albornoz; de nombre menos público, pero también de acreditado prestigio académico fueron, por ejemplo, Blas Cabrera, José Giral o Luis Jiménez Asúa.

"Ya no son tiempos de revancha. Pero es necesario que se conozca la historia", dice el rector Berzosa

Cuando terminen los trabajos que ahora inicia la Complutense para rescatar la memoria de aquellos docentes, podrá saberse si alguno, además, perdió la vida acusado de cualquier cosa.

La recién estrenada Cátedra para la Memoria Histórica del Siglo XX arranca con este ambicioso trabajo, que desempolvará la historia de aquellos docentes. La cátedra está dirigida por Julio Aróstegui y cuenta con la colaboración de la Asociación de la Memoria Social y Democrática. Dos profesores se harán cargo del trabajo de campo, que concluirá en un libro y un homenaje: Mirta Núñez Díaz-Balart y Luis Enrique Otero. Contarán con los archivos de la universidad y de la Administración, pero habrá además un teléfono (91 394 36 20) y una dirección de correo electrónico (memoriacomplutense@rect.ucm.es) para que aquellas personas que los conocieron aporten la información que deseen.

"En un país que por aquel entonces tenía poco nivel académico, esta universidad contaba con un elevadísimo número de profesores de prestigio, alrededor del 33% fueron expulsados de las aulas. Han pasado muchos años y nadie se ha acordado de rehabilitar su memoria y de contar lo que representaron", lamenta Carlos Berzosa.

Cree el rector que la universidad tiene la obligación de investigar sobre su memoria histórica porque "una sociedad no puede vivir sin ella". "Ya no son tiempos de revancha, los españoles hemos apostado por la reconciliación, pero es necesario que se conozca la historia", añade Berzosa.

La primera víctima del golpe de Estado franquista fue la cultura. El levantamiento militar sorprendió a los profesores de vacaciones y muchos se fueron al frente. Pero otros volvieron a las aulas para ser protagonistas de la época más triste de la docencia española. El de los maestros, de la escuela a la universidad, fue uno de los colectivos más represaliados por el régimen. Sufrieron depuraciones, exilio, cárcel, expropiación de bienes. Muchos perdieron la vida. Obligados a abandonar sus aulas, los profesores represaliados abrieron academias para impartir clases particulares y preparar oposiciones de los alumnos que se formaban por libre. Algunas de ellas alcanzaron gran popularidad, no en vano se nutrían de espléndidos profesores de los que la dictadura prescindió sin vergüenza. Otros países sí supieron aprovechar aquella valiosa aportación cultural que llegaba en los barcos del exilio. México o Francia fueron destinos clásicos para científicos y humanistas.

En otoño, cuando está previsto que terminen los trabajos en la Complutense, un libro recogerá para siempre la trayectoria académica de aquellos maestros y un homenaje les devolverá a la memoria.

Pedro Salinas, profesor ilustre del Wellesley College, en Masachusets en 1936.
Pedro Salinas, profesor ilustre del Wellesley College, en Masachusets en 1936.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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