Oponerse
Para la situación política actual, en la que la oposición grita cada vez más alto sobre cualquier cosa, mi madre hubiera tenido este trabalenguas que aconsejo leer a toda velocidad, como se deben leer los trabalenguas: "Si mi gusto gustase el gusto que gusta tu gusto, los dos seríamos del mismo gusto, pero como mi gusto no gusta el gusto que gusta tu gusto, los dos somos de distinto gusto, por eso mi gusto no gusta el gusto que gusta el gusto de usted".
De una manera mucho más irónica se lo resumió un académico especialista en literatura comparada al presidente del Gobierno en una fiesta social: "Mire, presidente, tengo la solución para lo que ocurre: usted llega al Parlamento y propone lo contrario de lo que usted piensa, y como está claro que Rajoy se va a oponer, usted se saldrá con la suya".
El guirigay está ensayado. La que toca no es precisamente una orquesta sinfónica, sino una murga, y los ecos de sus ruidos nacieron en 1993. Entonces la oposición, de la que la actual es un calco, tenía un cinturón mediático entrenado para ocultar la realidad con su cortina de ruido. A aquella sucesión de trombones se la bautizó como la Triple A, pues empezaban por A los nombres de los que entonces componían la orquesta: uno ofrecía la partitura, otro tocaba el tambor y el último organizó la conspiración, o eso dijo. Sin conspiración, afirmó el último A, nunca hubiera caído el Malo de aquel entonces.
Con el Malo de ahora han empezado muy pronto, pero los instrumentos son iguales. Y siguen pasando por encima de los hechos con tal de mantener sus soflamas. Un ejemplo: que el cardenal Amigo desmiente que haya habido rapapolvo vaticano a los ministros españoles por el asunto de las bodas de homosexuales, pues se oculta lo que dijo Amigo para que el ruido siga como antes. Si lo que sucede no sirve para oponerse, se busca en cualquier baúl un buen disfraz que sea más dañino que la realidad.
Se saben bien su trabalenguas. Y su gusto no gusta el gusto que gusta el gusto de usted, señor presidente.