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Columna
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Endiablado

Las cosas, tras las elecciones, se han puesto endiabladamente complicadas en este país. No digo complejas, digo complicadas. Y si ya habíamos perdido cuatro u ocho años en un debate extenuante e inútil, como se ha comprobado, corremos el riesgo de perder otros cuatro.

Dejemos de lado los números, sobre los que se ha especulado en exceso, para ir al corazón de la situación. Con los resultados salidos de las urnas eldomingo se pueden plantearse algunas consideraciones sobre la sociología electoral vasca. Comenzando por el final, es claro que pueden ilegalizarse partidos, pero no culturas políticas. Quizá deba cuestionarse seriamente la Ley de Partidos y utilizar instrumentos penales y no legislativos, como en general se ha hecho en EE UU, con los grupos que flirtean con la violencia; actuar sobre las personas que delinquen, no sobre los colectivos.

En cuanto al electorado en general, éste resulta más fluido y cambiante de lo que se suele estimar. Es falsa esa divisoria que se hace entre nacionalistas y constitucionalistas; se trata de una división cartesiana inducida por los analistas, a quienes nos gusta tenerlo todo bien contado y clasificado. Como en cualquier sociedad moderna, existe una gran bolsa electoral que no se guía por elementos ideológicos, y resulta decisiva para ganar unas elecciones. Es a esa gente a la que con mayor eficacia llega Ibarretxe, gente corriente con inquietudes variopintas. Gente a la que no suele dirigirse, por contra, el PSE o el PP, con un discurso siempre muy político, cuando, evidentemente, podrían hacerlo. Es a esa gente a la que llegó Zapatero en 2004. Cierto que todos estábamos enfadados con las maniobras en la oscuridad del PP. Pero el pico de crecimiento lo tuvo incuestionablemente el PSE y no otras alternativas posibles, que en el País Vasco las había.

Y dicho esto, vayamos al tema central: la gobernabilidad de este país en los próximos años. No sólo que salgan las cuentas, sino tratar de recuperar el tiempo perdido estos años pasados. Y los números no salen, mala manera de comenzar. Pero, es que, además, se ha puesto el punto de mira, a mi modo de ver, en lugar equivocado. La mejor forma de perder otros cuatro años en juegos florales.

Pienso en unas palabras de Rodríguez Zapatero en los días previos a las elecciones. Se le proponía a Ibarretxe negociar una reforma del Estatuto consensuada a cambio de que retirara su plan. Por lo demás, se hablaba de un apoyo de dos tercios de la Cámara vasca para que aquélla fuese considerada por su Gobierno y su partido. Imagino que fue una cifra soltada al azar, pensando más bien en una mayoría bien cualificada.

Planteadas así las cosas, resulta que el tripartito más el PSE suman hoy cincuenta parlamentarios, dos tercios de la Cámara. Un escenario posible -en el que no quiero pensar seriamente- sería el de un gobierno del tripartito, consentido por el PSE, mientras se va avanzando en un borrador de reforma estatutaria en el Parlamento. Avanzando en esta lógica, el PP se vería obligado a entrar en la martingala para no ser equiparado a HB-EHAK por el otro extremo -lo que ya apuntó Josune Ariztondo, secretaria del EBB, el mismo lunes-. Total, cuatro años de llamadas a las ocho de la mañana (¿será el lechero o será Ibarretxe?), "sentarse a hablar", desarreglos. Y, mientras tanto, la casa por barrer. (El eje atlántico perdiendo posiciones en Europa, el parque tecnológico creciendo discretamente, etcétera).

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Todo esto es endiabladamente complicado. Salvo que se fuercen unas elecciones anticipadas, con y desde la inteligencia de la gente variopinta.

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