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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Nombres de más

Dos personas que consideran que este diario ha vulnerado su intimidad se han puesto en contacto con el Defensor del Lector durante las últimas semanas. Una lo hizo porque vio publicado su nombre a pesar de que había pedido que no apareciera, aduciendo motivos de seguridad. Otra protestó porque en una información sobre el conflicto del hospital de Leganés se publicó el nombre de su madre, fallecida, sin su consentimiento expreso. Por razones obvias, sus nombres no serán citados en ningún momento.

El primer caso es complejo. Se trata de una funcionaria que mantiene una relación estable con una persona que es objetivo de ETA. La lleva con suma discreción porque no quiere perder su vinculación con el País Vasco, adonde acude asiduamente a visitar a su familia, y si trascendiera ese vínculo afectivo peligraría su seguridad. Durante años han evitado aparecer juntos en público para no convertirse en blanco de los terroristas. "Es duro, pero lo hemos querido así", subrayó.

Sus nombres han acabado apareciendo vinculados en este diario tras un proceso enmarañado que acabó con la publicación de un texto, firmado por Ernesto Ekaizer, en el que se decía que la funcionaria conocía a la otra persona y que, por ello, le fue encargada una gestión.

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Un periodista de la sección de España, tras hablar con la funcionaria, expuso al autor del texto una serie de razones por las que creía que el nombre no debía figurar, e incluía entre ellas el problema de la seguridad. Esta gestión no impidió que el nombre se publicara.

Tras aparecer citada en el diario, la afectada telefoneó para mostrar su indignación. Se quejó de que no se hubiera cotejado con ella la información publicada y de que se le citara sin consultarla. En su opinión, la alusión le perjudica gravemente y carece de valor informativo. "Soy lectora habitual de este diario porque creo que es el más riguroso y el que ofrece una información más fiable. Nunca creí que desde este periódico se pudiera tratar tan mal a una persona", protestó.

Ernesto Ekaizer le responde así: "La información se ceñía a decir, en el contexto del relato, que la funcionaria conocía a la persona en cuestión. No había alusión, ni directa ni indirecta, a una relación estable o inestable entre ellas, o a un vínculo afectivo. Por tanto, este periódico no afectó a la intimidad de la funcionaria, sencillamente, porque no mencionó la existencia de tal relación personal".

Ekaizer agrega: "No obstante, creo que, en atención a la lectora, esta aclaración merece todavía una puntualización. La funcionaria solicitó, por medio de un redactor del diario, que no figurase su nombre, entre otras, por razones de seguridad. Creo que esto debió ser objeto de un análisis más detenido para ponderar los motivos existentes. Y esto no se hizo. Ella tiene razón al decir que se debía atender su petición. Y yo cometí un error al tener conocimiento de ella y no hacerlo".

Segunda queja. La hija de una de las personas fallecidas en las urgencias del hospital de Leganés telefoneó para mostrar su desacuerdo con que el nombre de su madre apareciera citado en una columna titulada Los familiares de fallecidos piden una aclaración, entre otras razones, porque conoce cómo se produjo la muerte y no le ve sentido a la investigación que se ha abierto. "Me he sentido manipulada al aparecer en una columna con cuyo titular no me siento identificada", precisó. "Me ha indignado que se publicara la referencia a mi madre con nombre y apellido", agregó. "Me llamó una persona que se identificó como periodista de EL PAÍS y me hizo algunas preguntas sobre mi madre, pero en ningún momento me dijo que la fuera a citar".

Jan Martínez Ahrens, redactor jefe de la sección de Sociedad, se disculpa: "La publicación del nombre de la fallecida surge de un malentendido que lamento. Indudablemente, si hubiésemos sabido que la familia no quería que apareciese, no lo habríamos publicado. Pero en el momento de elaborar la información, el periodista creyó que había consentimiento y que la pieza reflejaba cabalmente los sentimientos de la familia".

"Para disipar cualquier duda", agrega, "recordaré que si se llamó a los familiares implicados fue para conocer su opinión sobre lo ocurrido y cumplir con la obligada labor de contraste, algo especialmente necesario dada la gravedad de los hechos aireados por la Consejería de Sanidad. Ante todos, quien elaboró la noticia dio su nombre, se identificó como periodista de EL PAÍS, les explicó lo que ocurría y el motivo de su llamada, básicamente contrastar datos y saber si había alguna queja con la actuación médica. Habló cordialmente y no halló ninguna reticencia. Aquellas familias que no quisieron aparecer y lo dijeron no salieron en la información. Finalmente, fueron mencionados explícitamente tres casos y en uno, pese a las cautelas tomadas, surgió el malentendido".

"¿Cómo podríamos haber evitado esta confusión? Posiblemente habiendo preguntado expresamente si nos autorizaban a publicar el nombre de la fallecida. No se hizo en la creencia de que no era necesario. Pero, a la vista está, no fue así", concluye.

Una vez reconocido por los responsables de ambas informaciones que los nombres no debían haber sido publicados, sólo cabe reflexionar sobre el motivo de que estos errores se hayan producido. Aunque ambos casos son distintos, la razón última, como señala Martínez Ahrens, ha sido que el periodista no ha hecho la pregunta definitiva: "¿Da usted permiso para que publiquemos su nombre y lo que nos ha explicado?". En el primer caso, porque ni siquiera hubo contacto directo. En el segundo, porque el periodista creyó erróneamente que había un consentimiento implícito.

Ekaizer subraya que no ha vulnerado la intimidad de la afectada porque no se alude en su texto al vínculo afectivo. Legalmente tiene razón. Pero desde la perspectiva de la ética periodística el concepto de intimidad es más amplio. Él mismo admite que si alguien pide no ser citado por razones de seguridad, esta solicitud debe ser aceptada.

La Sociedad de Periodistas Profesionales de EE UU tiene esto bien resuelto en su Código de ética. Bajo el significativo epígrafe de 'Minimice el daño', se dice: "Los periodistas éticos tratan a las fuentes, a los protagonistas de la noticia y a los colegas como seres humanos merecedores de respeto". Y entre los ocho deberes que cita a continuación, destacaré dos:

Uno. "Mostrar compasión por aquellos que pueden verse afectados adversamente por la cobertura de las noticias. Mostrar especial sensibilidad al tratar con niños y con fuentes o protagonistas de la información inexpertos".

Y dos. "Reconocer que buscar o reportar información puede causar perjuicio o malestar. La búsqueda de la noticia no da permiso para la arrogancia".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 913 377 836.

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