Ñaque para Cervantes
Ñaque era el nombre de las compañías de teatro compuestas sólo por dos hombres. Bululú era el de uno solo. Ñaque, en el castellano de la época, era un montón de cosas inservibles, una basura: quizá como el atrezo que llevaba esa compañía para representar; como el que llevan ahora estos buenos actores consigo para representar el Coloquio de los perros y El casamiento engañoso, y hacer un montón de figuras con ello. No es preciso insistir sobre la calidad de los grandes textos; se añaden levemente otros, escritos por el adaptador (supongo), que mantienen un prefacio y una unión entre ellos, con un fondo de piano -un blues- bien tocado por uno de los ñaques, Raúl Fuertes.
La forma de representación que han elegido es la circense, la de los payasos de nariz roja, que se suelen llamar "tontos" o "augustos", y que suelen demostrar que son más listos que nadie. Esto permite un alarde de voces y de gestos a los actores que muestran sus posibilidades: yo hubiera preferido en texto llano, como lo escribió Cervantes, y sus voces lo permiten. Esta forma, en cambio, les da la ocasión de imitar voces, de hacer gestos, de desbordar las posturas y, claro, de imitar a los perros, Cipión y Berganza, reunidos una noche en la puerta del campo del Hospital de la Resurrección de Valladolid, evocando sus vidas: sobre todo, Sevilla, el matadero, y su brutal amo, el jifero. El casamiento engañoso es otra pieza en la que se recuerda y en la que intervienen los extraños perros que saben hablar, y en la que además de la triste historieta de amor y picardía hay algunas lecciones sobre el arte de escribir.
El sábado, un público con mayoría joven les aplaudió y aclamó. Su trabajo lo merece, y merece más escenarios y más publicidad.
