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A MANO ALZADA
Columna
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Mundo, demonio y carne

El arzobispo de París ha cumplido 78 años. El domingo pasado celebró una misa de despedida en la catedral de Notre Dame a la que asistieron mas de tres mil personas que lo ovacionaron en pie durante varios minutos. A diferencia del Papa, Jean Marie Lustiger se retira. No quiere morir con la mitra puesta. No quiere ofrecer nunca ese espectáculo desagradable y patético al que, como si fuera un dictador agonizante, someten a Juan Pablo II sus más cercanos colaboradores. No quiere que le lean sus homilías porque, entre otras cosas, las homilías del arzobispo de París son un alarde de improvisación y de ingenio. Aunque es cardenal y goza de muy buena salud tampoco aspira a ser llamado por el Espíritu Santo el día, no muy lejano, de la fumata blanca. Prefiere el aleteo de las palomas que revolotean en torno a Notre Dame.

Debe ser una cruz sentarse en el banquillo de los acusados llamándose precisamente Botín
Deseamos que los obispos vean mundo. Tal vez así cambiarían su absurda perorata contra el condón

Y sobre todo le apetece ver mundo. Esto se lo confió a sus amigos. Entonces, sus amigos le dieron una sorpresa el domingo pasado al regalarle un billete de Air France que le permite volar por todo el mundo durante dos años, sin restricciones de ninguna clase. Sólo le han pedido una cosa al arzobispo. Que de cuando en cuando les envíe una postal y, cuando buenamente pueda, que haga escala en París porque no quieren perderlo de vista.

El arzobispo dio las gracias. Naturalmente estaba muy emocionado. "Cuando yo era pequeño me dijeron que un chico no llora nunca, y ahora no voy a llorar". Pero las lágrimas asomaban a sus ojos.

¿Qué ocurriría si en España le regalaran los feligreses un billete parecido a cualquiera de los obispos de nuestra Conferencia Episcopal? Más de uno sospecharía con razón que nos lo queremos quitar de encima un par de años. Deseamos que vean mundo. Que suban y bajen del avión centenares de veces con la mochila al hombro. Que besen la realidad del asfalto en los aeropuertos de todos sus destinos. Tal vez así cambiarían si no su estilo al menos su absurda perorata contra el condón.

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Carne

En la tele, Emilio Botín, presidente del primer banco en la zona del euro, informando a la opinión pública de las extraordinarias ganancias de su empresa. El banquero ha añadido, en un tono campechano, que el hecho de haber tenido que comparecer ante la Audiencia Nacional no afectó lo más mínimo esos resultados. ¿Qué interpretación sugiere su mensaje? La verdad es que no sé si pretende aumentar la confianza en la economía o también en la justicia. Quizá en ambas.

Me imagino lo que pensarán muchos españoles que hayan visto y oído al señor Botín en televisión: que debe de ser una auténtica cruz sentarse en el banquillo de los acusados llamándose precisamente Botín. Y teniendo la fortuna inconmensurable que tiene. Luego me pregunto si esas indemnizaciones formidables que recibieron dos altos cargos de su empresa para quedarse sin hacer nada en casa no son en cierto modo un agravio comparativo para bastantes modestos empleados del primer banco de la zona del euro. La suma de todos sus salarios durante un año y no para quedarse en casa de brazos caídos difícilmente superaría aquellas cifras. Demasiada carne para dos obesos comensales.

Demonio

En pocos días han muerto dos escritores fascinantes. Hunter Thompson se ha suicidado en su casa de Colorado al puro estilo Hemingway. Un tiro en la boca. Tenía 67 años. Le corroía el cáncer de la envidia y la impotencia al no poder escribir la gran novela americana. En los últimos tiempos recibía a sus amigos con un Magnum 44 en la mano. Pasado de drogas y alcohol. Le atormentaba el éxito de Tom Wolfe. Ambos habían sido periodistas innovadores. Nadie escribirá nunca nada mejor sobre el infierno alucinante de Las Vegas que lo que dejó escrito Hunter Thompson. Pero Thompson se quedó en la cuneta mientras que el otro periodista Gonzo siempre disfrazado de blanco alcanzó la gloria. ¿Por qué las novelas de uno eran rechazadas mientras que las del otro se las quitaban de las manos los editores con anticipos multimillonarios? En lugar de buscar respuesta a la pregunta, o de meterle sencillamente una bala a su atildado rival, Thompson se voló los sesos.

El otro desaparecido es Carbrera Infante, un malabarista de las palabras. Triste hasta morir desengañado ante la inmortalidad de Castro y también ante la de sus tres insaciables tigres que le sobreviven triunfalmente: García Márquez, Carlos Fuentes y Vargas Llosa. Se acabó. Me pregunto si le habrán puesto al cubano sus gafitas de aro encima del ataúd. ¿No se hace así con la gorra de los militares muertos aunque sea en la retaguardia? Sus gafas eran idénticas a las que usa Fernando Arrabal, el eterno exiliado de Franco en París. Arrabal se hace fotos con dos pares de esas gafas unas encima de las otras. ¿Se trata de ver con seis ojos o de no ver mas allá de su trasnochado surrealismo?

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