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Reportaje:

Venezuela y Colombia, cada vez más lejos

El secuestro en Caracas de un guerrillero de las FARC desata una corriente de hostilidades entre los dos países vecinos

Juan Jesús Aznárez

El periodista Omar Rodríguez, colaborador en Colombia de Le Monde Diplomatique, alcanzó a ver con el rabillo del ojo al canciller de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Granda, con quien había concertado una cita en la cafetería de la Clínica Razzetti de Caracas. Su captura, poco después, habría de causar una crisis entre Venezuela y Colombia de consecuencias impredecibles. "Él entra y en ese momento recibe una nueva llamada por su celular (móvil) y vuelve a salir", dijo Rodríguez a la prensa. Eran las cuatro y un minuto de la tarde del pasado día 13. No volvió a ver personalmente al dirigente guerrillero.

Pero pudo observarle dos días más tarde esposado, vitoreando a las FARC durante su presentación ante la prensa nacional e internacional por la policía, en la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta. Fue capturado, según los datos más fiables, mediante el soborno de policías venezolanos con más de un millón de dólares. Probablemente, obedeció al convencimiento del presidente Álvaro Uribe de que la entrega o extradición de Granda hubiera sido denegada porque el gobernante venezolano, Hugo Chávez, simpatiza con el ideario de las (FARC). Pese a que la versión oficial de Bogotá insiste en que fue detenido en territorio nacional, los testimonios disponibles apuntan al secuestro del insurgente en Caracas como abierto desafío al supuesto santuario venezolano.

Rodrigo Granda fue capturado mediante el soborno de policías venezolanos

"Estos individuos de las FARC secuestran permanentemente, ejecutan actos terroristas a diario, violan los derechos humanos de los ciudadanos, negocian con droga, y cuando los capturan salen a decir que los secuestran y violan sus derechos humanos", reaccionó el conservador Uribe. El presidente, según el analista Antonio Caballero, tiene razón en considerar que las FARC carecen por completo de autoridad moral para protestar. "Pero ni jurídica ni políticamente tiene razón", agrega Caballero, "cuando, por muy airado que esté, compara los secuestros de las FARC con los secuestros que comete el Estado colombiano. Porque las FARC no son un Estado: son una organización ilegal y criminal".

Lo cierto es que Uribe parece haber abrazado la persecución extraterritorial de delincuentes, frecuentemente ejecutada, en diferentes circunstancias y tiempos, por Israel, Estados Unidos o Francia. De ser cierta la conversación del mandatario colombiano con Chávez, el 13 de diciembre del año 2002, publicada por el semanario Cambio, el jefe del Ejecutivo de Caracas ya había sido advertido de la posibilidad de una intervención como la denunciada el pasado 15 de enero contra Granda.

"Yo a usted le creo presidente (Chávez), pero si alguien de su Gobierno llega a proteger a un guerrillero colombiano en Venezuela, le garantizo que nos metemos hasta allá y sacamos al terrorista", le habría comunicado Uribe.

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No bromeaba. La detención en Ecuador, el pasado año, del cabecilla de las FARC, Ricardo Juvenal Palmera Pineda, más conocido como Simón Trinidad, extraditado a Estados Unidos, continúa bajo sospecha. La suspicacia no descarta su captura en una operación encubierta colombiana desarrollada en Ecuador que culminó con la entrega del prófugo a las autoridades locales para que la presentaran como propia.

Después de los rifirrafes entre Colombia y Venezuela ocurridos desde la investidura del ex teniente coronel, hace casi seis años, la ilegal captura de Granda ha provocado una onda expansiva de alcances todavía imprevisibles en las relaciones bilaterales. De entrada, causó un distanciamiento político mayúsculo, la retirada del embajador venezolano en Bogotá y la interrupción de los intercambios comerciales, por encima de los 2.000 millones de dólares el pasado año, entre dos naciones que comparten una frontera terrestre de 2.219 kilómetros frecuentada por guerrillas, paramilitares, contrabandistas de gasolina venezolana, más barata que el agua mineral, y delincuentes de todo tipo.

La desconfianza entre Venezuela y Colombia es antigua y se acentuó cuando Chávez y las FARC coincidieron, al menos sobre el papel, en destacar su respectiva adscripción a los ideales bolivarianos de integración regional. De ahí a la complicidad, por acción u omisión, entre el Gobierno de Caracas y la guerrilla sólo había un paso, según apuntaron algunos halcones de la administración colombiana.

Difícilmente, Uribe se disculpará, tal como pide Chávez, y es previsible que la herida se cierre en falso con la mediación del presidente brasileño, Lula da Silva, o con alguna fórmula que salve la cara a los dos países. "Fue secuestrado en las calles de Caracas y sacado del país. Y la policía de Colombia miente cuando dice que los capturaron en Cúcuta", bramó el presidente de Venezuela.

Por si no bastara el enfrentamiento con Colombia, Chávez arremetió ayer contra Washington: "Yo se de donde viene toda esta provocación: viene de Washington y no de Bogotá. El secuestro de Granda en Caracas es una nueva provocación del Gobierno estadounidense".

Embajador de la guerrilla

Rodrigo Granda fue secuestrado en las calles de Caracas porque por ellas se movía con entera libertad, asistiendo a congresos y reuniones, al igual que lo hizo la representación oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en México durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). No obstante, el Gobierno colombiano sostiene que su detención no ocurrió en la capital de Venezuela sino en la ciudad fronteriza de Cúcuta.

Según el Gobierno venezolano, Granda no estaba reclamado por la Interpol cuando fue capturado, versión que contradicen fuentes oficiales colombianas.

Granda era el jefe de la diplomacia de la guerrilla más poderosa de América Latina, se ocupaba en la denuncia internacional de la política de seguridad de Uribe, dependía de Raúl Reyes, jefe del secretariado de las FARC, y estaba en el punto de mira de la policía secreta colombiana.

Le echaron el guante corrompiendo a policías venezolanos, una práctica habitual en este tipo de operaciones. Las "recompensas", según Bogotá, no son cosas nuevas", dijo Jorge Uribe, ministro de Defensa colombiano.

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